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martes, 20 de mayo de 2014

¿NO TIENES PAZ?


¿No tienes Paz?

Juan 16:33
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

En este pasaje, Jesús se encontraba conversando con sus discípulos acerca del futuro que se aproximaba. Dentro de poco él sería arrestado, juzgado y crucificado. Ellos también, más tarde, pasarían por situaciones terribles. Serían aborrecidos, perseguidos, falsamente condenados e incluso torturados. Y lo peor de todo: ya el Señor no estaría con ellos. Pero en medio de tantas malas noticias, Jesús les estaba dando ánimo. Les anunciaba la venida del Espíritu Santo, y con él el poder para hacer frente al enemigo y todos sus ataques. Allí Jesús les aseguró que si confiaban, aun en medio de tanta aflicción, ellos tendrían paz simplemente porque él había vencido al mundo.

Casi ochocientos años antes del nacimiento de Jesús el profeta Isaías profetizó: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Al nacer Jesús se cumplió esta profecía. Por eso, cuando la multitud de ángeles anunciaba su nacimiento a los pastores, al unísono decían: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” La palabra original en griego que se traduce como paz significa “atados juntos”, la cual nos ofrece una luz fascinante acerca del único recurso seguro de paz. Romanos 5:1 dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, es decir que cuando, por medio de la fe, creemos que Jesús murió en la cruz por nosotros y que después resucitó venciendo a la muerte, somos justificados y tenemos paz con Dios. Esto significa que nosotros hemos sido “atados juntos” con un Dios totalmente santo después de haber estado separados de él por causa del pecado. Por lo tanto, el elemento clave de la paz eterna es la presencia de Dios en nuestras vidas. La Biblia no nos promete una vida sin problemas o dificultades, pero sí nos asegura que aún en medio de difíciles situaciones podemos sentir paz y obtener la victoria. Nuestra victoria es principalmente espiritual, pero afecta profundamente lo natural. Esto tenemos que creerlo de todo corazón y rechazar todo pensamiento negativo que el enemigo ponga en nuestras mentes.

En su carta a los filipenses, el apóstol Pablo escribió: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7). Esta paz proviene de la firme confianza en nuestro Padre celestial, cuyo amor y misericordia permanecen inmutables. Esta paz es un sentimiento interno de quietud y contentamiento que está por encima de las circunstancias de la vida. Esta paz es la presencia de gozo en medio de la infelicidad. Es una paz profunda, inexplicable que nace de adentro hacia fuera, independientemente de la situación en la que nos encontremos. Pablo nos exhorta a buscar esa paz en medio de circunstancias difíciles por medio de la oración, en lugar de afanarnos y llenarnos de ansiedad.

En muchos de sus Salmos, David expresa su búsqueda de la presencia de Dios a toda hora, en todo lugar, en todas las circunstancias. Esa constante búsqueda del rostro del Señor siempre resulta en una paz inefable, que no se puede entender pero que se siente en lo más profundo del corazón. Por eso, al llegar la noche, David podía decir: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8).

La paz verdadera no es meramente pintar nuestro dolor con lindos colores. Una persona que tiene la genuina presencia de Dios soportará una avalancha de dolor y dificultad, y aún en esas circunstancias tendrá una paz interna que sobrepasará todo entendimiento humano. Si tú no sientes esta paz, búscala acercándote al Señor cada día para pasar un tiempo de oración, escudriñando su Palabra, meditando en ella y poniéndola en práctica.

ORACIÓN:
Padre amado, gracias por la paz que viene a nosotros por medio de tu santa presencia. Ayúdame a mantenerme bien cerca de ti para disfrutar de esa paz que sobrepasa todo entendimiento. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla




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