2 Timoteo 4:9-18
“Procura venir pronto a verme,
porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica.
Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo. Toma a
Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio. A Tíquico lo
envié a Efeso. Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de
Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos. Alejandro el calderero me ha
causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos. Guárdate tú
también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras. En mi
primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no
les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas,
para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen.
Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y
me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los
siglos. Amén”.
¿Por qué será que en tiempos de
problemas, muchos de aquellos en quienes más confiamos se olvidan de nosotros?
¿Por qué aquellos amigos o familiares con quienes pensábamos que podíamos
contar, inesperadamente desaparecen durante nuestros días más difíciles? Estas
son preguntas dolorosas de considerar, pero a veces ellas representan la cruda
realidad. Pueden ser muchas las razones por las que esos seres queridos nos
fallan, y aunque examinar las causas no borra nuestro dolor, nos ayuda a
entender el por qué sufrimos estas decepciones en nuestras vidas. Quizás
podamos señalar algunas de las posibles razones que mueven a estas personas a
actuar de esa manera:
• Se sienten incapaces de ayudar
• Sienten celos
• Son insensibles
• Tienen temor de enfrentar los
problemas
• Son egocéntricos
• Tienen un espíritu crítico
El apóstol Pablo ciertamente
estuvo familiarizado con esta lista. En el pasaje de hoy, parte de su segunda
carta a Timoteo, podemos sentir su tristeza al escribir que sus amigos lo
habían abandonado y lo dejaron solo para que se enfrentara a las amenazas que
sobre él se cernían. “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que
todos me desampararon”, dice el versículo 16. Pero pon atención a lo que dice
en el próximo versículo: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas”. La
fe de Pablo en el Señor, al que amó y en el que confió, se manifiesta en esta
frase a pesar de su triste situación. Esta misma seguridad debemos tenerla nosotros,
pues Dios nunca nos dejará ni nos desamparará, como prometió a Josué (Josué
1:5).
Jesús también, en los momentos
más difíciles de su vida, fue negado y abandonado por sus discípulos, algunos
de los cuales habían prometido dar su vida por él. Allí en Getsemaní, en el
momento en que el Señor era arrestado, dice la Biblia : “Entonces todos los
discípulos, dejándole, huyeron” (Marcos 14:50). Y si esto le pasó a Jesús,
quien derramó amor y misericordia a todos los que estaban a su alrededor, ¿qué
podemos esperar nosotros?
La fidelidad es un atributo de
Dios, pero no es precisamente un atributo humano. Todo lo contrario, por regla
general podemos afirmar que, en mayor o menor grado, es la infidelidad lo que
nos caracteriza. En el Salmo 27:10, el salmista enfatiza en la fidelidad de
Dios, al mismo tiempo que admite que aún sus padres pudieran abandonarlo:
“Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”. Esta es
la seguridad con la que debemos vivir: en su inmenso amor y misericordia, Dios
permanece fiel aunque nosotros le seamos infieles. Así dice 2 Timoteo 2:13: “Si
fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo”.
Si has sufrido una decepción
producto de que alguna persona amada te falló, reflexiona en esta enseñanza y
con todo tu corazón aplícala a tu vida. Aférrate del amor de Dios, pasa tiempo
con él en oración y deposita en él tu confianza. Muy pronto el Señor sanará tus
heridas y llenará tu corazón de su paz inefable. Y no te olvides de orar por
esa persona que te falló. Dios puede hacerle reflexionar y cambiar de actitud.
ORACIÓN:
Padre amado, gracias por tu
fidelidad. Muchas veces te he fallado pero tú siempre estás dispuesto a acudir
en mi ayuda en los momentos difíciles de mi vida. Ayúdame a confiar plenamente
en ti aún cuando mis amigos y los que dicen que me aman me abandonen. En el
nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla