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sábado, 16 de marzo de 2013

LA PROFUNDA GRACIA DEL PADRE CELESTIAL



Lucas 15:17-24
“Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”.

Las películas familiares terminan normalmente con una cálida reunión de sus miembros. Los vemos abrazándose unos a otros, en una expresión de amor y solidaridad.

La parábola del hijo pródigo muestra una imagen semejante de la actitud de nuestro Padre celestial hacia nosotros, sus hijos. Esta historia tan conocida ilustra la magnificencia de la gracia. En Lucas 15:20, el que fue agraviado corre para recibir con brazos abiertos al agraviador. Es importante advertir cómo el que fue maltratado se compadece del culpable.

Y aun hay más. El hijo pródigo no sabía que sus derechos como hijo serían restaurados. Nosotros, como creyentes, sí sabemos de antemano lo que nos espera cuando volvemos humildemente a nuestro Padre celestial. Por su gracia, podemos contar con su aceptación, no importa el tiempo que hayamos estado alejados de Él, o cuán lejos hayamos vagado. La gracia nos garantiza que nuestro Señor nos recibirá con compasión y perdón, y que nos restaurará plenamente nuestros derechos como sus hijos. No es nuestro buen desempeño, ni las buenas obras o incluso las palabras apropiadas lo que importa, sino nuestra identidad en Cristo. Cuando Dios ve que pertenecemos a su Hijo y nos arrepentimos de todo corazón, Él nos perdona.

La parábola del hijo pródigo nos señala que gracias a Jesucristo, somos perdonados. Aunque esto no nos da licencia para pecar (Romanos 6:1, 2), sí nos da un motivo para celebrar. Nuestro Padre está esperando para darnos una calurosa bienvenida al hogar.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

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