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sábado, 16 de marzo de 2013

¿ALGUIEN “DE CONFIANZA” TE HA FALLADO?



2 Timoteo 4:9-18
“Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio. A Tíquico lo envié a Efeso. Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos. Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos. Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras. En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

¿Por qué será que en tiempos de problemas, muchos de aquellos en quienes más confiamos se olvidan de nosotros? ¿Por qué aquellos amigos o familiares con quienes pensábamos que podíamos contar, inesperadamente desaparecen durante nuestros días más difíciles? Estas son preguntas dolorosas de considerar, pero a veces ellas representan la cruda realidad. Pueden ser muchas las razones por las que esos seres queridos nos fallan, y aunque examinar las causas no borra nuestro dolor, nos ayuda a entender el por qué sufrimos estas decepciones en nuestras vidas. Quizás podamos señalar algunas de las posibles razones que mueven a estas personas a actuar de esa manera:

• Se sienten incapaces de ayudar
• Sienten celos
• Son insensibles
• Tienen temor de enfrentar los problemas
• Son egocéntricos
• Tienen un espíritu crítico

El apóstol Pablo ciertamente estuvo familiarizado con esta lista. En el pasaje de hoy, parte de su segunda carta a Timoteo, podemos sentir su tristeza al escribir que sus amigos lo habían abandonado y lo dejaron solo para que se enfrentara a las amenazas que sobre él se cernían. “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon”, dice el versículo 16. Pero pon atención a lo que dice en el próximo versículo: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas”. La fe de Pablo en el Señor, al que amó y en el que confió, se manifiesta en esta frase a pesar de su triste situación. Esta misma seguridad debemos tenerla nosotros, pues Dios nunca nos dejará ni nos desamparará, como prometió a Josué (Josué 1:5).

Jesús también, en los momentos más difíciles de su vida, fue negado y abandonado por sus discípulos, algunos de los cuales habían prometido dar su vida por él. Allí en Getsemaní, en el momento en que el Señor era arrestado, dice la Biblia: “Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron” (Marcos 14:50). Y si esto le pasó a Jesús, quien derramó amor y misericordia a todos los que estaban a su alrededor, ¿qué podemos esperar nosotros?

La fidelidad es un atributo de Dios, pero no es precisamente un atributo humano. Todo lo contrario, por regla general podemos afirmar que, en mayor o menor grado, es la infidelidad lo que nos caracteriza. En el Salmo 27:10, el salmista enfatiza en la fidelidad de Dios, al mismo tiempo que admite que aún sus padres pudieran abandonarlo: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”. Esta es la seguridad con la que debemos vivir: en su inmenso amor y misericordia, Dios permanece fiel aunque nosotros le seamos infieles. Así dice 2 Timoteo 2:13: “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo”.

Si has sufrido una decepción producto de que alguna persona amada te falló, reflexiona en esta enseñanza y con todo tu corazón aplícala a tu vida. Aférrate del amor de Dios, pasa tiempo con él en oración y deposita en él tu confianza. Muy pronto el Señor sanará tus heridas y llenará tu corazón de su paz inefable. Y no te olvides de orar por esa persona que te falló. Dios puede hacerle reflexionar y cambiar de actitud.

ORACIÓN:
Padre amado, gracias por tu fidelidad. Muchas veces te he fallado pero tú siempre estás dispuesto a acudir en mi ayuda en los momentos difíciles de mi vida. Ayúdame a confiar plenamente en ti aún cuando mis amigos y los que dicen que me aman me abandonen. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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