Deuteronomio 30:19
“A los cielos y a la tierra llamo
por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte,
la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu
descendencia”.
En este pasaje, Moisés presenta
al pueblo de Israel dos opciones totalmente opuestas: la vida o la muerte. La
bendición o la maldición. Y, desde luego, les exhorta a que escojan la vida.
Pero en última instancia, ¿quién tomaría la decisión? El pueblo de Israel, por
supuesto. Al crear al hombre, Dios le dio libre albedrío, es decir la capacidad
de tomar sus propias decisiones. Eva primero y Adán después lo usaron para
tomar una muy mala decisión. Por ello sufrieron las consecuencias de ser
expulsados del Jardín del Edén, rompiendo su relación con Dios, y perdiendo
todas las bendiciones que hasta ese momento estaban disfrutando.
Cuando llegó el momento de
reemplazar a Moisés como líder del pueblo de Israel, Dios dio la inmensa
responsabilidad de guiar a este pueblo hasta la tierra prometida a un joven
judío llamado Josué. El nuevo líder se dirige a los israelitas y les dice:
“Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad
de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro
lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a
Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron
vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los
amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué
24:14-15). Josué los exhorta a temer a Dios y a servirle íntegramente, y les
plantea la necesidad de que ellos tomen una decisión. Por último, les expresa
claramente cual es su propia decisión. Como resultado de su decisión, Josué
tuvo el privilegio de guiar a los israelitas a tomar posesión de la tierra
prometida por Dios.
Tenemos que entender que una cosa
es tener la capacidad de tomar decisiones, y otra cosa es tomarlas
incorrectamente, guiados por nuestros impulsos o por nuestros propios análisis
o nuestra “sabiduría”. ¿Qué haces tú cuando te enfrentas a una decisión
crucial? Si tú dependes de tus propios cálculos para analizar una decisión
importante en tu vida, no hay absolutamente ninguna garantía de que tus
acciones reflejen los planes de Dios, y por lo tanto no hay ninguna seguridad
de que los resultados serán buenos. Aunque seas capaz de hacer una elección
inteligente, tu incapacidad para ver lo que está por delante limita tu
capacidad de decisión. Pero Dios, que ve todas las cosas, ha planeado bendecirte
y darte esperanza para tu futuro. Si se lo permites, él se asegurará de que
escojas el camino correcto. Dice Proverbios 3:5-6: “Fíate de Jehová de todo tu
corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus
caminos, y él enderezará tus veredas”. Cree
esto de todo corazón y aplícalo a tu vida en toda situación en que se requiera
tomar una decisión.
El rey David tuvo que tomar
decisiones muy importantes en su vida, de las cuales dependía no solamente su
futuro sino el futuro de su pueblo. Conciente de su incapacidad para asegurar
de manera absoluta el éxito, David acudía a Dios en busca de ayuda. En el Salmo
25:4-5 él escribió: "Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus
sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi
salvación; en ti he esperado todo el día".
Al mismo tiempo que Dios proveyó
al ser humano con la capacidad para decidir, también le ofreció su ayuda para
hacer una buena elección. Busca a Dios en oración antes de tomar cualquier
decisión. Clama a él por su dirección, y entonces escucha atentamente, y espera
pacientemente hasta que tengas la absoluta seguridad de que Dios te ha hablado.
Entonces actúa.
ORACIÓN:
Padre santo, reconozco que muchas veces en mi vida he tenido fracasos y
sufrimientos por causa de mis malas decisiones. Yo quiero darte a ti absoluto
control de mis decisiones. Capacítame para ver claramente el camino que tú me
muestras, y dame la fuerza para seguirlo aún en contra de mi voluntad. En el
nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla