Juan 11:1-6
"Estaba
entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta
su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al
Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos). Enviaron, pues, las
hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Oyéndolo
Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios,
para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su
hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más
en el lugar donde estaba".
Cuando María y
Marta le enviaron un mensaje a Jesús para notificarle que Lázaro estaba
enfermo, ellas estaban seguras de que el Señor vendría a su casa inmediatamente
y sanaría a Lázaro. Este pasaje dice que Jesús amaba a esta familia.
Ciertamente Jesús había demostrado a muchos su amor, pero había en él un amor
especial por ellos. Era, pues, de esperar que el Señor se apresurara con el fin
de sanar a su amigo. Al menos esto pensaban Marta y María. Por eso cuando
pasaron varios días y Jesús no llegaba la desilusión se apoderó de ambas
hermanas, y la esperanza de ver a su hermano sano desapareció totalmente al
momento de su muerte. Cuando finalmente Jesús llegó a Betania ya hacía cuatro
días que Lázaro había muerto. Marta salió a su encuentro y le dijo: “Señor, si
hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21). Casi podemos
sentir el tono de frustración y hasta cierto reproche en estas palabras de
Marta. Ciertamente aprovechó el momento para expresar su desilusión.
Cuando las
desilusiones llegan a nuestras vidas, es normal que sintamos tristeza y una
sensación de fracaso. La desilusión es, por regla general, una respuesta
emocional a la imposibilidad de lograr un deseo, una esperanza, un sueño o una
meta. Esto puede llevarnos a perder la confianza en alguien de quien estábamos
dependiendo, incluso alguien a quien amamos. Marta estaba desilusionada porque
Jesús no vino rápidamente a sanar a Lázaro, sino que permitió que muriera. Para
ella era imposible ver el propósito que había detrás de lo sucedido.
Dios siempre
tiene un propósito en cada una de las desilusiones de nuestra vida. Él puede
prevenirlas, pero muchas veces las usa con el fin de probar nuestra fe. Él
quiere que confiemos aún en medio de las malas circunstancias. El pasaje de hoy
dice que cuando Jesús escuchó la noticia de la enfermedad de Lázaro no salió
inmediatamente con rumbo a Betania, sino que dijo a sus discípulos: “Esta
enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de
Dios sea glorificado por ella”. Nuestra meta debe ser imitar a Jesús en todo. A
medida que vamos creciendo en el aspecto espiritual podemos llegar a un punto
en el que podamos decir con esta misma certeza que por encima de la desilusión
por la que estamos pasando se cumplirá el propósito de Dios en nuestras vidas y
su nombre será glorificado.
Cuando Jesús
caminó hasta la cueva donde habían sepultado a Lázaro vio que en la entrada
habían puesto una gran piedra, y les dijo a los judíos que estaban allí:
“Quitad la piedra” (Juan 11:39). Entonces Marta le dijo: “Señor, hiede ya,
porque es de cuatro días”. Jesús le contestó: “¿No te he dicho que si crees,
verás la gloria de Dios?” Y dice el versículo 43 que Jesús “clamó a gran voz:
¡Lázaro, ven fuera!” Y el que estaba muerto salió de la tumba caminando.
Entonces muchos judíos creyeron en el Señor, el gozo de todos (incluyendo a
Marta y María) fue indescriptible, y el nombre de Dios fue glorificado.
Nunca olvides
que Dios te ama y siempre desea tu bienestar. Cuando llegue ante ti una
desilusión confía en el Señor de todo corazón y espera en él. Su propósito y
sus bendiciones serán una realidad en tu vida.
ORACIÓN:
Señor, hay
ocasiones en que mis circunstancias son tan abrumadoras, que mi ánimo decae y está
como muerto. Por favor renueva en mí la esperanza, y aumenta mi fe para que yo
pueda ver tu propósito detrás de las desilusiones que vivo y pueda esperar en
ti de manera que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de Jesús,
Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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