1 Juan 3:11-18
“Porque este es
el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No
como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató?
Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. Hermanos míos, no os
extrañéis si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte
a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en
muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún
homicida tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido el amor, en
que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas
por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano
tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en
él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”.
Si hiciéramos
una encuesta entre un grupo de matrimonios, y le preguntáramos tanto al esposo
como a la esposa, cuáles son las palabras que más les gusta escuchar de su
cónyuge, con toda seguridad la gran mayoría respondería: “Te amo”. Claro que
estas palabras no significan nada si el amor no se demuestra con hechos, como
dice el pasaje de hoy. Como hijos de Dios que somos, se espera que nos amemos
los unos a los otros, que amemos a los necesitados, a nuestros vecinos, a
nuestros compañeros de trabajo, y aún a nuestros enemigos, dice Jesús en Mateo
5:44. Quizás creemos que llenamos los requisitos que nuestro Padre celestial
espera de nosotros en esta área del amor por los demás, sin embargo, es muy
importante que meditemos en lo que nos dice la palabra de Dios antes de
sentirnos satisfechos cuando decimos a alguien: “Te amo” o “Te amo en Cristo”,
o de cualquier otra manera en la que, con palabras, expresemos nuestro amor por
alguien. Es necesario hacer algo más que simplemente decir que nos preocupan
las personas necesitadas, solitarias o deprimidas. Debemos demostrarlo.
Si queremos ser
buenos testimonios para el mundo, debemos imitar al Señor en todo lo que
hagamos. El apóstol Juan dice: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque
Dios es amor” (1 Juan 4:8). Y a continuación amplía el concepto del amor de la
siguiente manera: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que
Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él”. La prueba
más grande del amor de Dios por nosotros fue que envió a su único Hijo al mundo
para que diera su vida en la cruz del Calvario para librarnos de la condenación
y que tuviésemos vida eterna. No fueron sólo palabras sino también hechos.
En Juan 13:35,
Jesús les dice a sus discípulos: “En esto conocerán todos que sois mis
discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” El mundo conocerá que
Cristo mora en nuestros corazones cuando vean que nos amamos unos a otros con
hechos, no con palabras. Y para que no hubiese duda de lo que significa amar al
Señor, más adelante Jesús dice: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré,
y me manifestaré a él” (Juan 14:21). No es solamente conocer los mandamientos
que el Señor nos ha dado, es hacer el esfuerzo por cumplirlos y obedecerlos
aunque a veces se requiera sacrificar nuestros propios deseos.
A nuestro
alrededor hay infinidad de oportunidades en las que podemos mostrar el amor de
Dios a alguna persona necesitada, no solamente con palabras, sino con hechos.
Claro que a veces requiere un sacrificio, quizás utilizando un dinero que
pensábamos usar en algo para nosotros, o tomando tiempo de nuestro descanso, o
dejando de ver algún programa favorito en la televisión, o haciendo algo que no
nos gusta o nos cuesta trabajo. Pero al hacerlo vamos a sentir un gozo inefable
dentro de nosotros, pues estaremos agradando a nuestro Padre celestial, y él,
de alguna manera, va a glorificar su nombre en esa persona, y de alguna manera
en nuestras vidas se manifestarán sus bendiciones.
ORACIÓN
Mi eterno Dios
de amor y de misericordia, hoy te ruego pongas en mí una doble dosis de tu
amor, y el deseo de compartirlo con los demás no solamente con palabras, sino
también haciendo algo por ellos que demuestre de manera evidente que ese amor
viene de ti. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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