Mateo 28:19-20
“Id por todo el mundo y predicad
el Evangelio a toda criatura.” Marcos 16:15. También nuestro Señor dijo: “Id y
haced discípulos (doctrinad)…Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado…”
El Señor ordena a predicar y adoctrinar,
son dos cosas fundamentalísimas, que se complementan la una con la otra.
Predicar sin doctrinar, es sembrar sin poder cosechar; doctrinar sin predicar
es querer cosechar sin sembrar. Dios ha puesto sobre nosotros una carga muy
grande por las almas que nunca han escuchado el Evangelio, pero también nos ha
cargado, por las almas que continuamente escuchan el Evangelio.
Es muy doloroso que las almas se
pierdan, sin nunca haber escuchado el Evangelio. Pero es mucho más doloroso que
las almas se pierdan escuchando todos los días el Evangelio. Es muy triste
perder el alma en la selva, pero es mucho más triste perder el alma en la Iglesia. Es mejor ser
un pagano en la selva, que ser un mundano en la Iglesia. Es terrible
ser frío y perderse en la selva, pero es mucho más terrible ser tibio y
perderse en la Iglesia.
De ahí la responsabilidad de la Iglesia de no solamente
predicar y evangelizar, sino también de adoctrinar y enseñar. Nosotros siempre
hemos hecho ambas cosas, por eso este mensaje en esta ocasión trata sobre LA SANTIDAD.
El significado primario de la
palabra santidad es separación o dedicación para vivir para Dios y para
servirle. Si la demanda divina de santidad o separación incluye la casa templo,
el mobiliario, los utensilios, todo lo utilizado en rendir culto a Dios tiene
que ser separado exclusivamente para Dios, mucho más se refiere a nosotros como
hijos de Dios, todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.
La Palabra de Dios enseña
enfáticamente que SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR.
“Seguid… la santidad, sin la cual
nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
En Lucas 1:75 dice que este
Evangelio es “en santidad y en justicia”.
En 1 Pedro 1:15-16, dice: “Como
aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera
de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”.
En 2 Corintios 7:1, dice:
“Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la
santidad en el temor de Dios”.
En Efesios 4:24 se nos ordena
diciendo: “Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad”.
En Tito 2:12, nos dice:
“Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos
en este siglo sobria, justa y piadosamente”.
El Salmo 24:3 y 4, dice: “¿Quién
subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de
manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado
con engaño”.
En Mateo 5:8, dice:
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.
En 1 Juan 2:15-17, dice: “No
améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el
amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de
la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre”.
En 1 Timoteo 2:8-10 dice:
“Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin
ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con
pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos
costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”.
1 Pedro 3:5: “Porque así también
se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios”.
Hoy día hay mucha gente en las
iglesias que dicen ser salvos, pero viven, actúan y visten como lo hace el
mundo. Dicen ser cristianos pero viven y visten como mundanos y hasta como
paganos. A los tales les preocupa más estar a la moda, que estar en santidad.
No siguen los dictados de la
Biblia, sino los dictados de Hollywood y de París. No se
puede establecer la diferencia entre los tales y los inconversos y paganos. No
solo se contaminan ellos mismos, sino que también contaminan la casa de Dios
pues asisten a la misma, vestidos indecorosamente. Refiriéndose a la casa de
Dios dice el Salmo 93:5, como sigue: “La santidad conviene a tu casa, oh
Jehová, por los siglos y para siempre”.
Muchos dicen que Dios no se fija
en lo exterior, pero estas citas bíblicas que hemos leído se refieren o
incluyen lo exterior. Muchos dicen que Dios lo que mira es lo interior, pero al
mirar lo interior, ya ha tenido que mirar lo exterior.
La santidad tiene precisamente
dos aspectos: El interno y el externo; esto es, el aspecto del corazón y el
aspecto de la conducta exterior. Uno tiene que ver con los motivos, el otro con
las acciones. La santidad interna es un estado de pureza obrado por el Espíritu
de Dios. La santidad externa es una vida de justicia y devoción a los más
elevados ideales del Evangelio. La verdadera santidad interna siempre se
manifestará externamente, manteniendo normas altas de conducta conforme a la Palabra de Dios, y por
consiguiente diferentes a las del mundo. El creyente santificado, será
diferente tanto interior como exteriormente.
La Biblia claramente enseña
como debemos andar. En 1 Juan 2:6, dice:“El que dice que permanece en Él, debe
andar como Él anduvo”. El Apóstol Pablo dice en
Efesios 4:17, como sigue: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que
ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente…” sino
que andéis como fuisteis llamados.
La Biblia claramente enseña
como debemos conversar. En 1 Pedro 1:15, dice: “Como aquel que os ha llamado es
santo, sed también vosotros santos en toda conversación” (versión Reina Valera
1602).
La Biblia claramente enseña
como debemos vestir. En 1 Timoteo 2:9 y 10, leemos: “Asimismo que las mujeres
se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia… como corresponde a mujeres
que profesan piedad”. Esto también se aplica para los hombres para no vestir
ropas ridículas.
Dios nos ha llamado a pureza y a
santidad. Dice en 1 Tesalonicenses 4:7 “Pues no nos ha llamado Dios a
inmundicia, sino a santificación”.
Nosotros tenemos que seguir el
llamado de Dios, los dictados de la
Biblia, y no el llamado del mundo y los dictados de modas
indecorosas. El camino al cielo, es camino de santidad. En Isaías 35:8 dice: “Y
habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará
inmundo por él...” Dios es santo y el camino que conduce a Él, es Camino de
Santidad, PORQUE SIN SANTIDAD NADIE VERÁ AL SEÑOR.
Causa dolor ver la condición de
tantos creyentes, iglesias y denominaciones llenos del mundo; completamente
mundanos, viviendo, actuando, hablando, vistiendo como el mundo, amando al
mundo y las cosas del mundo; ellos reclaman que son cristianos, reclaman que
irán al cielo, piensan que Dios no interviene en lo exterior, pero leamos la
severa amonestación del apóstol Santiago que dijo: “¡Oh almas adúlteras! ¿No
sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4).
Causa mucho dolor, que aflige el
corazón y muchos naufragan en la fe, cuando ven a notorios predicadores, que
son adúlteros, fornicarios, o divorciándose y recasandose repetidas veces con
una facilidad espantosa. O engañadores, cuyo dios es el vientre, aprovechándose
de la buena fe de los creyentes.
Una razón por la cual el mundo no
ha sido evangelizado, es precisamente por los malos testimonios, la
mundanalidad, y la falta de santidad en individuos e iglesias. Con razón el
apóstol Pedro afirma: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las verdades de
Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Quiere
decir, que para poder anunciar con efectividad las virtudes del Evangelio,
tenemos que ser gente santa.
En el Antiguo Testamento, cuando
un sacerdote manchaba, o deshonraba su ministerio con adulterio, fornicación o
idolatría, Dios los excluía, los eliminaba del ministerio, y lo más que Dios les
permitía, después que se arrepentían, era ser porteros en el templo. Y hoy día,
si tantos adúlteros y fornicarios que manchan y deshonran el ministerio y los
púlpitos, salieran del ministerio y se arrepintieran, ¡cuantos porteros habría!
Hermano, hermana, si Ud.
encuentra que en su vida hay cosas, conversaciones, vocabulario, modas,
costumbres, maneras de vivir que no son santas, que no agradan a Dios, es mejor
que usted se humille en la presencia de Dios, le pida perdón y le prometa
abandonar tales cosas para entrar plenamente en el Camino de Santidad, porque
SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR.
Amados, yo he cumplido con mi
responsabilidad de predicar y de adoctrinar, usted asuma la responsabilidad de
escuchar y obedecer. Le invito a obedecer. Dios les bendice!!!
“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina