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lunes, 17 de septiembre de 2012

NO DEJE QUE ÉL PASE DE LARGO


Génesis 18:2-9
“Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho. Entonces Abraham fue de prisa a la tienda de Sara, y le dijo: Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos debajo del rescoldo. Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro tierno y bueno, y lo dio al criado, y éste se dio prisa a prepararlo. Tomó también mantequilla y leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron. Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda”.

El versículo 5 del pasaje leído dice: “Pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo”. Abraham entendió que Dios había pasado cerca de su casa, para ser servido y demostrar su amor.

La Biblia dice: “Por la fe algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. En la Biblia se enseña mucho con respecto a la hospitalidad; en muchos pasajes se menciona la importancia de ser hospedadores. El apóstol Juan, en su tercera carta, también le expresa ese afecto a un discípulo llamado Gayo: “Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos”.

ABRAHAM TENÍA UNA ESTRECHA COMUNIÓN CON DIOS, VIVÍA MUY CERCANO A LA PRESENCIA DEL SEÑOR, CONOCÍA E IDENTIFICABA CUANDO ÉL SE ACERCABA Y SIEMPRE MOSTRÓ UN ARDIENTE ANHELO, UN PROFUNDO DESEO POR LA PRESENCIA DE DIOS.

Si Abraham no hubiese sido un hombre espiritual, que anhelaba la presencia del Señor, dispuesto a atender,  adorar y expresar lo que había en su corazón, hubiera podido fingir que estaba dormido o confiar esta tarea a su mayordomo o alguno de sus siervos, porque contaba con trescientos dieciocho sirvientes; quizá pudo haber dado instrucciones para que nadie los atendiese, al fin y al cabo eran forasteros desconocidos; en otras palabras, tenía argumentos como para presentar una excusa y no servirles. Sin embargo, se levantó inmediatamente y salió corriendo a recibirle. Era un privilegio grande e inmerecido y Dios se lo concedió porque sabía que era diligente y estaba dispuesto a servir, a dejar lo que tuviera que hacer, para darle prioridad exclusiva a Dios.

En Juan 12:26, Jesús dijo: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”.

Abraham fue constituido “servidor”; Dios honra al que le sirve, que decididamente se despoja de su vanidad, de su orgullo, de las comodidades, de todo lo que tiene, para rendirlo al Señor. Abraham se dio prisa, corrió a la tienda donde estaba su esposa y la involucró en el servicio, le dijo que amasara e hiciera panes, luego corrió donde estaba su ganado y cogió un becerro tierno y también hizo partícipe a su criado. Estos son los detalles que caracterizan a las personas espirituales; son sensibles, conocen al Señor y hacen partícipes de la bendición a otros.

Abraham involucró en el servicio al Señor a toda su casa. Les trasmitió la visión, hizo que dispusiesen su corazón para servir. En 2 Timoteo 2:2, dice: “Esto encarga a hombre fieles, que sean idóneos para enseñar también a otros”. El cristiano debe transmitirle a los demás lo que ha recibido de parte de Dios, el propósito es dar a conocer la bendición, llegar a los necesitados y para eso se necesita “diligencia”, la Biblia recalca: “En lo que requiere diligencia no perezosos, sino fervientes en el espíritu, sirviendo al Señor”. La vida cristiana tiene que ser “activa”, Dios no quiere una iglesia nominal, religiosa, mundana, indiferente, tibia; ¡Él quiere una iglesia viva, comprometida, que sea luz en medio de las tinieblas!

ABRAHAM ERA SENSIBLE A DIOS, UN HOMBRE DILIGENTE, DE ADORACIÓN Y ENTREGA. POR ESO, CUANDO EL SEÑOR PASÓ CERCA, SALIÓ CORRIENDO A RECIBIRLE; MOSTRÓ INTERÉS DE QUE POSARA EN SU CASA. SOMOS UN PUEBLO QUE ANHELAMOS LA VISITACIÓN DEL CIELO. DONDE ESTÁ EL ESPÍRITU DE DIOS, HAY LIBERTAD.

En la Biblia encontramos personas que no dejaron que Dios pasara de largo. Cuando Jesús llegó al pozo de Jacob en la ciudad de Sicar, en Samaria, una mujer vino a sacar agua. Ella estaba necesitada de Dios y Jesús, hablándole, llegó a lo profundo de su corazón. Esta mujer necesitaba agua y se le concedió una “poderosa fuente de agua viva”; al instante, ella dejo el cántaro, fue a la ciudad y dijo: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Y la gente salió corriendo, dejando todo, para ver a Jesús y Él se quedó con ellos dos días, enseñándoles la palabra y sanando a muchos. En otra ocasión, dos hombres ciegos se dieron cuenta que Jesús estaba cerca y se pusieron en el camino por donde iba a pasar; ellos no podían ver, pero escuchaban, sabían que pasaría por allí y se dijeron el uno al otro: “Viene una gran multitud, entre ellos está Jesús, quedémonos aquí hasta que Él pase, porque es la única manera en que nos puede sanar”. Al estar Jesús cerca de ellos, alzaron su voz y clamaron, diciendo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”. Al oírlos, Jesús no pasó de largo, se detuvo y los sanó.

Existen otro tipo de personas, como los habitantes de Gadara, que dejaron pasar de largo a Dios. Después que Jesús libertó a un hombre endemoniado, poseído por una legión de demonios, que nadie había podido controlar, no les importó; había operado un milagro, pero se preocuparon más por los cerdos y le pidieron que se fuera.

Existe gente que, cuando el Evangelio toca la puerta de sus vidas, dice: “A mí no me hable de esas cosas, váyase”; no quieren tener a Dios, lo desprecian.

La Biblia relata en Lucas 24:13-35, la actitud de dos discípulos que iban camino a una aldea llamada Emaús. Jesús, resucitado, se les apareció, pero al verle no le reconocieron, y fue platicando todo el camino. Cuando llegaron a la aldea, Jesús hizo como que iba más lejos, pero ellos le pidieron que se quedase, porque estaba oscureciendo. Tenían necesidad espiritual, se sentían solos, tenían miedo, por eso querían la compañía de este forastero, “mas ellos le obligaron quedarse, diciendo: Quédate con nosotros”(v. 29). Fue así que en el momento de partir el pan se dio a conocer a ellos. Entonces salieron corriendo a Jerusalén y decían: “Con razón ardía nuestro corazón cuando nos hablaba”. Es que la Palabra de Dios hace que el corazón se encienda, se llene de gozo y alegría. ¿Qué hubiese sucedido si no se lo pedían encarecidamente? ¿Qué hubiese sido de ellos?, si Jesús hubiese visto indiferencia, quizá hubiera pasado de largo; pero Él vio la necesidad y dijo: “No puedo pasar de largo, no puedo ser indiferente, tengo que quedarme aquí, para poderles revelar que no estoy muerto, he resucitado y vivo para siempre”.

¿Qué hubiese sido de Abraham si el Señor hubiera pasado de largo? ¿Su vida hubiese sido igual? No lo creo. Porque ese día, Dios le declaró el futuro: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. Dios estaba revelando que el momento estaba cerca. Humanamente no era posible; Sara, su esposa, no estaba en condiciones de concebir. Era la oportunidad de Abraham para perpetuar su descendencia.

¡No deje que Él pase de largo, reténgalo! Dígale: ¡Señor, bendíceme, tócame, sáname, atiende mis suplicas y mi necesidad! Dios quiere oír su voz, su oración, Él quiere sanar su cuerpo y llenar su alma, ¡Levántese, como hizo Abraham y reciba a Dios en su corazón!

DIOS NO PASARÁ DE LARGO SI HAY UNA PERSONA NECESITADA, PORQUE ÉL NO DESPRECIA UN CORAZÓN CONTRITO Y HUMILLADO; ÉL QUIERE HOMBRES Y MUJERES ÍNTEGROS, QUE LE ADOREN EN ESPÍRITU Y EN VERDAD.

“Gracia y Paz”
Impacto Evangelístico

NUESTRAS RECOMPENSAS ETERNAS


Apocalipsis 4:9-11
“Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.

A lo largo de la Biblia, encontramos referencias a la “coronas”. Demos un vistazo a estas recompensas eternas.

La corona de victoria. Para terminar bien en la vida, los creyentes necesitamos resistencia olímpica. Los atletas en los juegos de la antigüedad recibían una diadema perecedera de hojas de laurel. Pero si somos efectivos en la tarea que Dios nos ha dado, y triunfamos sobre el pecado, recibiremos una corona incorruptible (1 Co 9:25-27).

La corona de gozo y gloria. Los creyentes a quienes ayudamos a traer a Cristo, serán “nuestro gozo y gloria” delante de nuestro Señor (1 Ts 2:18-20). Imagine cómo será su regocijo en el cielo cuando vea y hable con las personas que reconocen su contribución a su desarrollo espiritual.

La corona de justicia. La vida cristiana no es fácil, pero hay una gran recompensa por vivir rectamente cuando se enfrentan la tentación o las adversidades. Los creyentes que buscan la santidad están pensando constantemente en la vida futura, y anhelan su reunión con Dios con una conciencia pura (2 Ti 4:5-8).

La corona de la vida. La aflicción y el dolor son inevitables, pero podemos cobrar ánimos al saber que gran parte del crecimiento espiritual se produce en la adversidad. Persevere para recibir la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman (Stg. 1:12).

¿Qué haremos en el cielo con las coronas que hemos ganado? Las echaremos a los pies del Señor Jesús (Ap. 4:10), como homenaje a Aquel que nos salvó, nos dio dones, nos preparó y vivió en nosotros. Todo lo bueno y justo vino a nosotros por medio del Señor, y por eso merece nuestras coronas.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

CORRÍGELOS


1 Samuel 2:29
“¿Por qué […] has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?”.

La madre y terapeuta Lori Gottlieb dice que los padres que están obsesionados con la felicidad de sus hijos tal vez estén contribuyendo a que se conviertan en adultos desdichados. Los consienten, no los preparan para enfrentar el mundo real, miran para otro lado cuando hacen algo malo y tampoco los disciplinan.

En 1 Samuel, leemos que el sumo sacerdote Elí solía hacerse de la vista gorda. No sabemos cómo fue como padre cuando sus hijos eran jóvenes, pero no se ocupó debidamente del tema de su mal comportamiento cuando fueron ya adultos y servían en el templo de Dios. Eran egoístas, lujuriosos y rebeldes, y ponían sus propias necesidades por encima de la Palabra de Dios y de las carencias de los demás. Al principio, Elí los reprendió porque no obedecían, pero, en vez de destituirlos del servicio, se desentendió de la situación y dejó que siguieran con su pecado. Como consecuencia de los pecados de sus hijos y por haberlos honrado más que al Señor (1 Samuel 2:29), Dios le advirtió a Elí que su familia sería juzgada (v. 34; 4:17-18).

Como padres cristianos, tenemos la enorme responsabilidad de disciplinar con amor a nuestros hijos (Proverbios 13:24; 29:17; Hebreos 12:9-11). Cuando les impartimos la sabiduría de Dios, tenemos la bendición de poder ayudarlos para que lleguen a ser adultos responsables y temerosos del Señor.

No disciplinar a nuestros hijos denota falta de amor hacia ellos.

LEA: 1 Samuel 2:12, 27-36

Biblia en un año: Ezequiel 43–45

“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario

EL VERDADERO CRISTIANISMO


Romanos 14:17
“Que el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo”.

Este versículo nos enseña que el verdadero Cristianismo no consiste en ceremonias externas, ni en ritos o reglas, sino es el Espíritu Santo que mora dentro de nosotros y produce una vida de gozo, paz, y justicia. Nuestra naturaleza antes de renacer, consistía en ceremonias y ritos que agradaban a los sentidos, es decir, cosas que veíamos, oíamos, o tocábamos, etc.; pero ahora que tenemos a Cristo morando dentro de nosotros, todo es distinto, porque él produce en nuestras vidas los frutos del Espíritu que son: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” Gálatas 5:22.

El reino de Dios es la vida del Espíritu Santo en nosotros que viene como resultado del arrepentimiento y la fe en Jesucristo. Es, “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” Colosenses 1:27.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día