1 Samuel 2:29
“¿Por qué […] has honrado a tus
hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi
pueblo Israel?”.
La madre y terapeuta Lori
Gottlieb dice que los padres que están obsesionados con la felicidad de sus
hijos tal vez estén contribuyendo a que se conviertan en adultos desdichados.
Los consienten, no los preparan para enfrentar el mundo real, miran para otro
lado cuando hacen algo malo y tampoco los disciplinan.
En 1 Samuel, leemos que el sumo
sacerdote Elí solía hacerse de la vista gorda. No sabemos cómo fue como padre
cuando sus hijos eran jóvenes, pero no se ocupó debidamente del tema de su mal
comportamiento cuando fueron ya adultos y servían en el templo de Dios. Eran
egoístas, lujuriosos y rebeldes, y ponían sus propias necesidades por encima de
la Palabra de
Dios y de las carencias de los demás. Al principio, Elí los reprendió porque no
obedecían, pero, en vez de destituirlos del servicio, se desentendió de la
situación y dejó que siguieran con su pecado. Como consecuencia de los pecados
de sus hijos y por haberlos honrado más que al Señor (1 Samuel 2:29), Dios le
advirtió a Elí que su familia sería juzgada (v. 34; 4:17-18).
Como padres cristianos, tenemos
la enorme responsabilidad de disciplinar con amor a nuestros hijos (Proverbios
13:24; 29:17; Hebreos 12:9-11). Cuando les impartimos la sabiduría de Dios,
tenemos la bendición de poder ayudarlos para que lleguen a ser adultos
responsables y temerosos del Señor.
No
disciplinar a nuestros hijos denota falta de amor hacia ellos.
LEA: 1 Samuel 2:12, 27-36
Biblia en un año: Ezequiel 43–45
“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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