Génesis 18:2-9
“Y alzó sus ojos y miró, y he
aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de
la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor, si
ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que se
traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un
árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después
pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron:
Haz así como has dicho. Entonces Abraham fue de prisa a la tienda de Sara, y le
dijo: Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos
debajo del rescoldo. Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro tierno y
bueno, y lo dio al criado, y éste se dio prisa a prepararlo. Tomó también
mantequilla y leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de
ellos; y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron. Y le dijeron:
¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda”.
El versículo 5 del pasaje leído
dice: “Pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo”. Abraham entendió
que Dios había pasado cerca de su casa, para ser servido y demostrar su amor.
ABRAHAM TENÍA UNA ESTRECHA
COMUNIÓN CON DIOS, VIVÍA MUY CERCANO A LA PRESENCIA DEL SEÑOR,
CONOCÍA E IDENTIFICABA CUANDO ÉL SE ACERCABA Y SIEMPRE MOSTRÓ UN ARDIENTE
ANHELO, UN PROFUNDO DESEO POR LA PRESENCIA DE DIOS.
Si Abraham no hubiese sido un
hombre espiritual, que anhelaba la presencia del Señor, dispuesto a
atender, adorar y expresar lo que había
en su corazón, hubiera podido fingir que estaba dormido o confiar esta tarea a
su mayordomo o alguno de sus siervos, porque contaba con trescientos dieciocho
sirvientes; quizá pudo haber dado instrucciones para que nadie los atendiese,
al fin y al cabo eran forasteros desconocidos; en otras palabras, tenía argumentos
como para presentar una excusa y no servirles. Sin embargo, se levantó
inmediatamente y salió corriendo a recibirle. Era un privilegio grande e
inmerecido y Dios se lo concedió porque sabía que era diligente y estaba
dispuesto a servir, a dejar lo que tuviera que hacer, para darle prioridad
exclusiva a Dios.
En Juan 12:26, Jesús dijo: “Si
alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor.
Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”.
Abraham fue constituido “servidor”;
Dios honra al que le sirve, que decididamente se despoja de su vanidad, de su
orgullo, de las comodidades, de todo lo que tiene, para rendirlo al Señor.
Abraham se dio prisa, corrió a la tienda donde estaba su esposa y la involucró
en el servicio, le dijo que amasara e hiciera panes, luego corrió donde estaba
su ganado y cogió un becerro tierno y también hizo partícipe a su criado. Estos
son los detalles que caracterizan a las personas espirituales; son sensibles,
conocen al Señor y hacen partícipes de la bendición a otros.
Abraham involucró en el servicio
al Señor a toda su casa. Les trasmitió la visión, hizo que dispusiesen su
corazón para servir. En 2 Timoteo 2:2, dice: “Esto encarga a hombre fieles, que
sean idóneos para enseñar también a otros”. El cristiano debe transmitirle a
los demás lo que ha recibido de parte de Dios, el propósito es dar a conocer la
bendición, llegar a los necesitados y para eso se necesita “diligencia”, la Biblia recalca: “En lo que
requiere diligencia no perezosos, sino fervientes en el espíritu, sirviendo al
Señor”. La vida cristiana tiene que ser “activa”, Dios no quiere una iglesia
nominal, religiosa, mundana, indiferente, tibia; ¡Él quiere una iglesia viva,
comprometida, que sea luz en medio de las tinieblas!
ABRAHAM ERA SENSIBLE A DIOS, UN
HOMBRE DILIGENTE, DE ADORACIÓN Y ENTREGA. POR ESO, CUANDO EL SEÑOR PASÓ CERCA,
SALIÓ CORRIENDO A RECIBIRLE; MOSTRÓ INTERÉS DE QUE POSARA EN SU CASA. SOMOS UN
PUEBLO QUE ANHELAMOS LA
VISITACIÓN DEL CIELO. DONDE ESTÁ EL ESPÍRITU DE DIOS, HAY
LIBERTAD.
En la Biblia encontramos personas
que no dejaron que Dios pasara de largo. Cuando Jesús llegó al pozo de Jacob en
la ciudad de Sicar, en Samaria, una mujer vino a sacar agua. Ella estaba
necesitada de Dios y Jesús, hablándole, llegó a lo profundo de su corazón. Esta
mujer necesitaba agua y se le concedió una “poderosa fuente de agua viva”; al
instante, ella dejo el cántaro, fue a la ciudad y dijo: “Venid, ved a un hombre
que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Y la gente
salió corriendo, dejando todo, para ver a Jesús y Él se quedó con ellos dos
días, enseñándoles la palabra y sanando a muchos. En otra ocasión, dos hombres
ciegos se dieron cuenta que Jesús estaba cerca y se pusieron en el camino por
donde iba a pasar; ellos no podían ver, pero escuchaban, sabían que pasaría por
allí y se dijeron el uno al otro: “Viene una gran multitud, entre ellos está
Jesús, quedémonos aquí hasta que Él pase, porque es la única manera en que nos
puede sanar”. Al estar Jesús cerca de ellos, alzaron su voz y clamaron,
diciendo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”. Al oírlos,
Jesús no pasó de largo, se detuvo y los sanó.
Existen otro tipo de personas,
como los habitantes de Gadara, que dejaron pasar de largo a Dios. Después que
Jesús libertó a un hombre endemoniado, poseído por una legión de demonios, que
nadie había podido controlar, no les importó; había operado un milagro, pero se
preocuparon más por los cerdos y le pidieron que se fuera.
Existe gente que, cuando el
Evangelio toca la puerta de sus vidas, dice: “A mí no me hable de esas cosas,
váyase”; no quieren tener a Dios, lo desprecian.
¿Qué hubiese sido de Abraham si
el Señor hubiera pasado de largo? ¿Su vida hubiese sido igual? No lo creo.
Porque ese día, Dios le declaró el futuro: “De cierto volveré a ti; y según el
tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. Dios estaba
revelando que el momento estaba cerca. Humanamente no era posible; Sara, su
esposa, no estaba en condiciones de concebir. Era la oportunidad de Abraham
para perpetuar su descendencia.
¡No deje que Él pase de largo,
reténgalo! Dígale: ¡Señor, bendíceme, tócame, sáname, atiende mis suplicas y mi
necesidad! Dios quiere oír su voz, su oración, Él quiere sanar su cuerpo y
llenar su alma, ¡Levántese, como hizo Abraham y reciba a Dios en su corazón!
DIOS NO PASARÁ DE LARGO SI HAY
UNA PERSONA NECESITADA, PORQUE ÉL NO DESPRECIA UN CORAZÓN CONTRITO Y HUMILLADO;
ÉL QUIERE HOMBRES Y MUJERES ÍNTEGROS, QUE LE ADOREN EN ESPÍRITU Y EN VERDAD.
“Gracia y Paz”
Impacto Evangelístico
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