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domingo, 9 de septiembre de 2012

EVALÚE SU COMPROMISO


1 Corintios 6:19-20
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.

¿Ha evaluado usted alguna vez su compromiso con el Señor? Lamentablemente, muchos cristianos han cruzado la puerta de la salvación y se han instalado en sus bancas, sin esperar nada más. Pero Cristo quiere que decidamos deliberadamente dejar que Él sea el Señor de nuestras vidas. Esto requiere que renunciemos a todos nuestros derechos y reconozcamos que Él es quien traza el curso. Nuestra responsabilidad es simplemente obedecer.

Sin embargo, nuestra tendencia natural es limitar las áreas a las que damos acceso a Dios. El día en que usted puso su fe en Cristo como su Salvador, ¿se quedó con el título de propiedad de su vida? ¿Ha dibujado un círculo que dice: “Esta es el área en la que te serviré, Señor, pero no me pidas que vaya más lejos”? Si es así, usted no ha reconocido que cuando Cristo le perdonó, también le compró para Él. Todo lo que usted es y tiene, le pertenece al Señor. El colmo del orgullo es reclamar autoridad sobre lo que ya no le pertenece a usted.

Cuando el Señor nos desafía a hacer algo más allá de los límites que nosotros nos hemos fijado, nos está llamando a un mayor nivel de compromiso. No importa qué tan dedicados podamos estar actualmente, ninguno de nosotros ha alcanzado el máximo nivel. Cada reto es una oportunidad para dar a Cristo completa autoridad sobre todos los aspectos de la vida.

Su grado de compromiso con Dios es el mismo grado de obediencia a cualquier cosa que Dios le pida que haga. Como posesiones compradas con la sangre de Cristo, somos de Él no solo porque nos ha comprado, sino además por su amor sacrificial con que nos ha amado.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

HAZLO TÚ MISMO


2 Corintios 10:5
"Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios".

La liberación del pecado no significa ser libre de la naturaleza humana. Hay áreas de esa naturaleza, como los prejuicios, que el creyente puede destruir dejándolos de alimentar y abandonándolos. Pero, hay otras que deben ser violentamente destruidas, por la fuerza divina que imparte el Espíritu. Existen algunas circunstancias contra las cuales no debemos luchar, sino solamente estar firmes y ver la salvación de Dios (ver Éxodo 14:13). Toda teoría o concepto que se levante como una barrera contra el conocimiento de Dios debe ser derribado con determinación por el poder de Dios, no por el esfuerzo humano ni transigiendo para llegar a un acuerdo (ver 2 Corintios 10:4).

La lucha empieza solamente cuando Dios ha cambiado nuestra naturaleza y hemos experimentado la santificación. La guerra no es contra el pecado. Nunca podremos luchar contra él. Jesucristo lo venció cuando nos redimió. El conflicto tiene que ver con el cambio de nuestra vida natural por la espiritual, lo cual no es fácil, ni Dios espera que lo sea.

Solamente lo logramos por medio de una serie de elecciones morales. Dios no nos santifica en cuanto al carácter, sino en el sentido de que nos declara inocentes y nosotros debemos transformar esa inocencia en un carácter santo, por medio de nuestras decisiones morales. Estas determinaciones se oponen continuamente a las áreas de nuestra vida natural que se han atrincherado y que se levantan como barreras fortificadas contra el conocimiento de Dios. Podemos retroceder y dejar de tener valor para su reino, o derrumbar esas barreras con resolución dejando que Jesús lleve otro hijo a la gloria (ver Hebreos 2:10).

“Gracia y Paz”
Pan de Vida

¿ANDARÁN DOS JUNTOS, SI NO ESTÁN DE ACUERDO?


Salmo 14:1-3
“Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien. Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido, Que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.

Si queremos ser pueblo de Dios, y andar con Dios, debemos estar de acuerdo con Él. En primer lugar debemos de estar de acuerdo con Él respecto del pecado. Dios declara en forma inequívoca, categórica, en las Sagradas Escrituras, que todos hemos pecado, que todos hemos escogido nuestro propio camino.

Lo primero que nos dice Dios es que nos arrepintamos, que cambiemos de dirección. Hemos estado andando en la dirección equivocada, transitando por el camino del yo, del egoísmo. Debemos virar y abandonar ese camino equivocado, confesar y abandonar nuestros pecados, acudiendo al Señor, pidiéndole que nos perdone y nos de la libertad por amor de Jesús.

Ahora bien, existe un arrepentimiento que podríamos calificar de religioso y que solo busca eludir la sanción, librarse del castigo. Pero debemos dar un paso más, hasta alcanzar lo que podríamos llamar el arrepentimiento genuino, cristiano. Ese arrepentimiento abarca no solamente el temor al castigo, sino una pena genuina por haber pecado contra el amoroso Padre Celestial, un dolor piadoso porque hemos ofendido a Aquel que nos amó e hizo provisión para que alcanzásemos el perdón y la limpieza.

Debemos llegar a otro acuerdo si andamos con Dios, un acuerdo respecto del señorío de Cristo. Indiscutiblemente debemos considerarlo como nuestro Redentor Salvador. Con frecuencia leemos las Sagradas Escrituras que “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13). En esta oración resaltan dos palabras. Una de ellas naturalmente es salvo, pero la otra palabra importante en este pasaje bíblico es el vocablo Señor. Debemos ponernos de acuerdo con Dios respecto del Señorío de Cristo. Si hemos sido perdonados, si hemos nacido de nuevo, no es para que vivamos esta vida a nuestro antojo. Dios nos ha redimido y renovado para que cumplamos Sus propósitos. El único descanso, paz y gozo verdaderos se sienten al encontrar nuestro verdadero lugar con relación al Señorío de Jesucristo.

Las Sagradas Escrituras afirman que Cristo cargó nuestros pecados en la cruz. “Quien llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia…” (1 Pedro 2:24). Ahora bien, esta provisión se hizo para todos, en todas partes, pero no nos beneficiaron hasta que sepamos de ella y hagamos los ajustes morales y espirituales necesarios, es decir, la confesión y el abandono de todo pecado, recibiendo a Jesucristo como Señor y Salvador.

Las Sagradas Escrituras declaran a sí mismo que Cristo no solamente cargó sobre sí nuestros pecados en la cruz, sino que llevó los pecados de todos los hombres de todo el mundo, de toda la raza humana en la cruz. Pero esto tampoco nos beneficia hasta que lo sepamos y hasta que hagamos el necesario ajuste moral y espiritual, que significa una rendición a Dios total, incondicional e irrevocable, Jesús nos dice que equivale a tomar la cruz y seguirle. El apóstol Pablo, después de haber experimentado esta entrega, declara: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” (Gálatas 2:20). Esta crucifixión también está incluida en el andar de acuerdo con Dios.

Efesios 5:18 nos da otro imperativo: “Sed llenos del Espíritu Santo”. El Espíritu habita en todos los creyentes que han nacido del espíritu, pero necesitamos este revestimiento del Espíritu Santo a fin de fortalecer nuestro carácter cristiano y ser como Cristo. También el bautismo en el Espíritu Santo, que es una unción de poder, y que nos da como resultado una vida fructífera.

Un estudio muy provechoso de la Biblia de parte de cada uno de nosotros sería la búsqueda de otras formas en virtud de las cuales es de necesidad imperativa que estemos de acuerdo con Dios, a fin de que en forma inequívoca, podamos andar con Él. Amén.

“Gracia y Paz”
Impacto Evangelístico

¿COMO SABES CUÁL ES LA VOLUNTAD DE DIOS?


Filipenses 2:13
“Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”

Te has preguntado alguna vez: ¿Cómo sé que estoy haciendo la voluntad de Dios?, o ¿Cuál será la voluntad de Dios en este asunto? La Biblia dice que Dios obra en cada uno de nosotros, y lo hace a través de su Espíritu Santo. Y su objetivo principal es llevar a cabo su plan, es decir su voluntad en cada creyente. Claro que cada uno de nosotros puede rechazarla, pues Dios no produce su obra en forma automática; él espera que seamos receptivos de manera que podamos recibir y aceptar su voluntad en nuestras vidas.

Cuando buscamos verdaderamente conocer la voluntad de Dios, lo primero que debemos hacer es echar a un lado nuestra propia opinión sobre el asunto. Para lograrlo tenemos que orar a Dios con toda sinceridad, mostrando nuestra decisión de no tener en consideración nuestros conceptos e ideas al respecto y suplicándole que nos muestre su voluntad. Y debemos orar de esta manera continuamente hasta que estemos seguros de que hemos entendido la voluntad de Dios. Entonces él estará libre para influir sobre nosotros de manera que podamos discernir con claridad sus deseos e intenciones en nuestras vidas.

¿Y cuándo sabemos que los deseos de nuestro corazón provienen de Dios y no de nosotros mismos? En primer lugar cuando esos deseos concuerdan perfectamente con la Palabra de Dios. Para cerciorarnos bien de que lo que estamos deseando proviene de la voluntad de Dios debemos hacer un análisis honesto de nuestros sentimientos, y compararlos con lo que nos dice la Biblia al respecto. En segundo lugar, una confirmación de que estamos en la voluntad de Dios es sentirnos invadidos por un profundo sentimiento de paz en nuestros corazones. Romanos 12:2 dice que la voluntad de Dios es “agradable y perfecta”. Por eso el Salmo 119:165 afirma: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo”. El rey David experimentó estos dos aspectos en su vida, y en el Salmo 40:8 pudo declarar: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”.

Debemos también observar con mucha atención las circunstancias que se mueven a nuestro alrededor, porque cuando Dios muestra su voluntad esas circunstancias cambian. Cuando de todo corazón hemos pedido su dirección, él abre o cierra puertas para indicarnos si le agrada o no el camino que hemos tomado. Si las circunstancias son adversas, y por mucho que tratemos de avanzar tropezamos una y otra vez, entonces debemos detenernos y consultar de nuevo con el Señor. Una vez Dios nos muestra su voluntad debemos dejar de usar nuestra propia fuerza, pues él nos capacita para lograr su propósito. El pasaje de hoy dice que Dios es quien produce en nosotros tanto “el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

Al actuar en la voluntad de Dios debemos ser pacientes, y mantenernos en oración. Cuando Elías estaba orando a Dios en el monte Carmelo para que trajera lluvia a la región (1 Reyes 18:41-46), lo hacía sabiendo que era la voluntad de Dios, pues el Señor ya le había hablado antes al profeta. Elías le pidió a su siervo que subiera a la cima del monte para que observara si veía alguna señal de lluvia. Dice la Biblia que subió seis veces y no vio nada, pero Elías se mantuvo orando, y a la séptima vez su siervo vio que una pequeña nube se elevaba del horizonte, y fue y se lo comunicó a Elías. Entonces él le dijo al siervo: “Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te ataje. Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia”.

Cuando sabemos que estamos haciendo la voluntad de Dios, debemos estar confiados en los resultados. Dios se encarga de mover las circunstancias para que se lleve a cabo aquello que estamos esperando conforme a sus planes para nuestras vidas. Y en algún momento él comienza a mostrarnos pequeñas señales, y entonces sabremos que estamos a punto de recibir lo que deseamos.

ORACIÓN:
Padre eterno, reconozco ante ti que muchas veces he preferido hacer mi voluntad en situaciones de mi vida, y he tenido que pagar las consecuencias. Te ruego me perdones y me des sabiduría para discernir tu voluntad que es perfecta y agradable. Y dame las fuerzas para obedecerte aun en contra de mis deseos. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

LA MÁSCARA DE LOS CABALLOS


Salmo 119:37
“Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino”.

Cerca de donde mi esposo y yo vivimos, hay una granja con muchos caballos. Durante ciertas épocas, estos animales tienen máscaras sobre los ojos. Por mucho tiempo, sentí pena por esos caballos que no podían ver, pero, después, me enteré de que mi suposición sobre esas máscaras estaba equivocada. Están hechas de una malla abierta y se puede ver a través de ellas. Estas mallas impiden el paso de las moscas que les enferman los ojos. Las máscaras no impiden que los caballos vean… ¡evitan que queden ciegos!

Los incrédulos suelen suponer cosas sobre la Biblia similares a lo que yo pensé de las máscaras. Piensan que es algo que Dios nos pone delante de los ojos para que no veamos toda la diversión que podríamos tener. Sienten lástima de los creyentes en Cristo porque creen que el Señor no nos permite disfrutar de la vida. Así como yo no sabía sobre las máscaras de los caballos, ellos desconocen de la Biblia. No obstaculiza que veamos todas las cosas buenas, sino que evita que nos infecten las mentiras que producen ceguera espiritual. La Palabra de Dios no impide que disfrutemos de la vida, sino que hace posible que gocemos de aquellas cosas que satisfacen verdaderamente.

La Biblia no obstaculiza que conozcamos la verdad, sino que evita que creamos mentiras.

Cuando vemos el mundo a través del filtro de la Palabra, aprendemos la verdad sobre ambos.

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LEA: Salmo 119:33-40
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Biblia en un año: Ezequiel 19–21
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario

LA JUSTICIA DE DIOS EN CRISTO


2 Corintios 5:21
"Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".

Es un concepto asombroso: que el Hijo de Dios, puro, limpio y sin mancha fue hecho pecado por nosotros. Todo nuestro pecado fue puesto en él, y el llevó la culpabilidad de cada pecado que hemos cometido, o que será cometido. Tan completa fue la transferencia de nuestros pecados a él, que Dios le dio la espalda y Jesús gritó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Marcos 15:34. “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” Gálatas 3:13. Pero igualmente estupendo es el hecho de que nosotros somos hechos la justicia de Dios en él. 1 Corintios 1:30 dice “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación, y redención” Pero esta asombrosa trasferencia es eficaz solamente para aquellos que reciben a Jesús como su Salvador al arrepentirse de sus pecados y recibirle en su corazón por la fe. Todo lo que necesitas ahora o por la eternidad está en él. Amén.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día