Romanos 4:24-25
“Creemos en el que levantó de los
muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras
transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”.
Romanos 5:1
“Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios”.
Del 1 al 8 de octubre de 1536
tuvo lugar en Lausana (Suiza) un debate público sobre el tema de la
justificación del pecador ante Dios. Se discutió sobre muchas cuestiones, como
por ejemplo: ¿Cómo puede un hombre ser justo ante Dios? ¿Basta creer en el
Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, quien se dio a sí mismo una vez para siempre
por los pecadores? ¿Su sacrificio debe ser renovado o completado?
Guillermo Farel, un reformador,
desarrolló claramente el tema de la justificación. Luego, un teólogo encargado
de contradecirlo se levantó y declaró, con una actitud humilde y valiente: –«Hermanos míos, no deseo cometer el pecado
de rechazar la verdad divina. Confieso ante todos que durante mucho tiempo fui
ciego y viví engañado, aunque creía servir a Dios. Ahora reconozco que no tengo
otro Salvador ni jefe alguno sino a Jesucristo. Pido perdón a Dios por todo lo
que hice y dije contra su honor. Les pido perdón a ustedes también, porque les
enseñé mal y aun les di un mal ejemplo».
Dios es justo y el hombre es
pecador. ¿Cómo puede éste llegar a ser justo? En la cruz Cristo cargó con
nuestros pecados. Somos justificados “por su sangre”, es decir, por su muerte,
por medio de la fe. Cristo resucitó: esta es la prueba de que Dios aceptó su
obra. Entonces, ¿qué podríamos agregar a ella?
“Gracia y Paz”
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