Romanos 12:5-7
“Así nosotros, siendo muchos,
somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera
que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de
profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o
el que enseña, en la enseñanza”.
La definición de éxito según el
mundo difiere mucho de la de Dios. Tomemos el papel de un pastor, por ejemplo.
Sería fácil aceptar elogios en cuanto al crecimiento de la iglesia, ya que
muchas personas equiparan la asistencia alta con la efectividad del ministro.
Pero el Señor desea que lo obedezcamos con humildad. Ya sea que atraigamos a
una multitud o no, el éxito se mide por la obediencia.
Esto es diferente para cada
creyente. Algunos cristianos tienen tareas muy visibles, y por eso sus
esfuerzos son públicos y evidentes. Otros sirven a Cristo de manera callada,
menos perceptibles.
Dios da dones a sus seguidores,
adaptados a la tarea dispuesta para cada uno de ellos. El Espíritu Santo nos
revela nuestro llamado, y debemos dar nuestro mejor esfuerzo. Por supuesto, no
importa cuál pueda ser la tarea, el resultado no tendrá ningún valor a menos
que el Padre le infunda vida. Dios asigna la responsabilidad, da las
capacidades y produce el crecimiento. Es el Señor quien merece toda la gloria.
Nosotros simplemente somos bendecidos por ser parte de su plan.
Debemos estar agradecidos por
cualquier cosa que Dios lleve a cabo por medio nuestro. Al darle a Él todo el
crédito, no tendremos nunca que sentirnos derrotados. Más bien, tenemos la
confianza de que Él logrará su buen propósito.
La honra estará fuera de lugar, a
menos que vaya directamente a Aquel que crea, santifica y sostiene. Dios le
creó a usted para realizar tareas específicas que promuevan su reino. Él le
dejará ver su poderosa mano en acción. Preste atención a su dirección, y
alábelo por todo lo que Él hace.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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