Mateo 9:36
“Y al ver las multitudes, [Jesús]
tuvo compasión de ellas…”.
La historia de Elizabet era,
cuanto menos, conmovedora. Después de una experiencia terriblemente humillante,
tomó un autobús para irse de la ciudad y huir de la vergüenza. Llorando
desconsoladamente, casi ni se dio cuenta de que el autobús había parado en el
camino. Un pasajero que iba sentado detrás de ella, totalmente desconocido,
estaba a punto de bajar, pero, de repente, se detuvo, se dio la vuelta y caminó
hacia donde estaba Elizabet. Vio que lloraba, le dio su Biblia y le dijo que
creía que la necesitaba. Tenía razón. Pero ella no solo necesitaba la Biblia , sino también al
Cristo de quien ese libro hablaba. Elizabet recibió al Señor por este sencillo
acto compasivo de un extraño que le regaló algo.
Jesús es nuestro ejemplo de
compasión. En Mateo 9, leemos: «Y al ver las multitudes, tuvo compasión de
ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen
pastor» (v. 36). Nuestro Señor no solo observó la angustia y el dolor de los
quebrantados, sino que también respondió ante tal situación desafiando a sus
seguidores a orar al Padre para que envíe obreros que hagan algo frente a las
angustias y las necesidades de este mundo perdido (v. 38).
Como seguidores del ejemplo de
Cristo, un corazón que se compadece de quienes vagan sin rumbo puede
impulsarnos a marcar una diferencia en la vida de los demás.
Un
mundo desesperado necesita creyentes que se ocupen de él.
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LEA: Mateo 9:27-38
Biblia en un año: Lucas 10–13
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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