1 Samuel 18:1-3
“Aconteció que cuando él hubo
acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y
lo amó Jonatán como a sí mismo. Y Saúl le tomó aquel día, y no le dejó volver a
casa de su padre. E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a
sí mismo”.
Todas las personas anhelan tener
relaciones verdaderas. Dios nos creó con esta necesidad; no fuimos destinados
para vivir aislados.
Nuestro mundo está tan dirigido
por la tecnología, que muchas personas tratan de aliviar su soledad
interactuando en las redes sociales de Internet. Esto no puede compararse jamás
con el compañerismo humano que el Creador tuvo en mente. Las buenas amistades
no se dan por casualidad; exigen un esfuerzo deliberado.
Ayer vimos el modelo bíblico de
compañerismo agradable a Dios al considerar a David y Jonatán. Veamos ahora dos
aspectos más de su relación. Estos dos hombres se tenían un amor emocional
mutuo; sus corazones estaban muy unidos (1 Samuel 18:1). Cuando uno de ellos
estaba gozoso o triste, el otro sentía lo mismo.
También tenían una fidelidad
mutua, un tipo de compromiso que implica dar: para mostrarle su lealtad,
Jonatán dio a su amigo cosas materiales –su manto y su arma. Pero estos dos
hombres también se dieron abnegadamente; Jonatán arriesgó su vida y su futuro
reinado para salvar a David de ser ejecutado. Notemos, también, que Jonatán,
quien era un príncipe, tomaba la iniciativa con frecuencia. David era un
humilde pastor. La condición social no debe ser un estorbo para cultivar una
amistad verdadera.
Fuimos creados para tener
compañerismo verdadero basado en el respeto mutuo, el amor genuino y la
fidelidad. Esto requiere tiempo y lealtad desinteresada, y también
transparencia, aun en cuanto a nuestras fallas. Tomar ese riesgo exige creer en
la otra persona, pero una relación así bien lo vale.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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