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miércoles, 17 de octubre de 2012

LA EXACTITUD DE LA PALABRA DE DIOS



Hace algún tiempo leí en la prensa diaria un artículo cuyo contenido lo considero mucho más importante y trascendental que el hecho de que el hombre haya llegado y regresado de la luna y enviar naves espaciales. El título del artículo es: “Falta un día entero desde la formación del universo”.

Y deseo leer este interesante artículo y citamos: La historia trata de un día que falta en el tiempo que descubrió y narró Harold Hill presidente de “Maquinaria Curtis” de Baltimore, Maryland, y consultor en el programa espacial (NASA). El señor Hill dijo que una de las cosas más asombrosas que Dios puede mostrar a nosotros hoy día le ocurrió a nuestros astronautas y científicos del espacio de los Estados Unidos de América. Ellos intentaban determinar la posición del sol, la luna y los planetas de aquí a cien años y de aquí a mil años, para poder determinar las posiciones futuras tendrían que saber cuáles fueron sus posiciones en el pasado. Averiguaron cuales fueron las posiciones durante los siglos pasados y de momento se detuvieron, las computadoras señalaron que algo andaba mal o con la información sometida o con los resultados obtenidos, faltaba un día en la historia del tiempo.

Los científicos estaban confundidos, no había una explicación. Uno de ellos se acordó de un comentario tocante al sol en la Biblia, al investigar encontraron en el libro de Josué una oración bastante ridícula, entre comillas, para cualquiera con sentido común, entre comillas. De acuerdo con las Escrituras, Josué estaba preocupado porque estaba rodeado de sus enemigos y al llegar la noche lo vencerían, como resultado le pidió a Dios que hiciera que el sol se detuviera, pues el sol se detuvo en medio del cielo y no bajó por casi un día entero (Josué 10:13); se había encontrado el día que faltaba.

Al regresar los computadores a la fecha que Josué había escrito la oración encontraron que sus cálculos casi estaban correctos, el tiempo que había trascurrido para el tiempo de Josué fue de 23 horas y 20 minutos, no fue un día completo. Volvieron a leer las Escrituras y encontraron que la Biblia decía: “casi un día entero”. Aún no podían explicar lo que sucedió con los restantes 40 minutos. Tenían que encontrar los restantes 40 minutos porque al proyectar las orbitas en el espacio este tiempo se multiplicaría.

Otra vez la misma persona, el mismo científico, se acordó de que en algún otro sitio de la Biblia decía que el sol caminó hacia atrás, en el segundo libro de los Reyes capítulo 20, Ezequías en el lecho de muerte fue visitado por el profeta Isaías a quien le pidió una señal como prueba. Isaías dijo: “¿Avanzará la sombra diez grados, o retrocederá diez grados? Y Ezequías respondió: Fácil cosa es que la sombra decline diez grados; pero no que la sombra vuelva atrás diez grados” (2 Reyes 20:9,10). Y diez grados son exactamente 40 minutos, 23 horas y 20 minutos en el caso de Josué, además de 40 minutos en el caso de Ezequías, constituyen las 24 horas que faltan en los cálculos espaciales como el día que falta en el universo. Hasta aquí el mencionado artículo científico.

Aquí una vez más la ciencia ha tenido que recurrir a la Biblia, la Palabra de Dios, para resolver sus problemas científicos; es que nada en la vida, en la muerte, en la creación, en el tiempo, en el espacio, en la eternidad haya explicación aparte de Dios y de su Palabra. En el relato bíblico sobre el origen del universo, del mundo, del hombre y de la vida en todas sus formas la Biblia repite constantemente una frase que es precisamente la clave del principio de todas las cosas, esta frase es: “y dijo Dios”. Esto es: todo vino a la existencia y a la vida por medio de la Palabra de Dios, sobre esto mismo el apóstol Pablo escribió: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la Palabra de Dios” (Hebreos 11:3).

En el artículo leído vimos cómo la Biblia resolvió el problema científico revelado por las computadoras, sobre la falta de un día entero desde la fundación del mundo. Es que la fuente de la verdadera ciencia es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es exacta, ella es fiel; 1 Timoteo 1:15 dice: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos”. La Palabra de Dios es recta, el Salmo 33:4 dice: “Porque recta es la Palabra de Jehová”. La Palabra de Dios es sumamente pura, el Salmo 119:140 dice: “Sumamente pura es tu Palabra”. La Palabra de Dios es acrisolada, en 2 Samuel 22:31 dice: “Y acrisolada la Palabra de Jehová”. Y el Salmo 12:6 dice: “Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces”.

Y la Palabra de Dios no solamente resuelve los problemas de la ciencia y muchas otras clases de problemas con una exactitud asombrosa, sino que sobre todo y antes que todo resuelve el problema espiritual del hombre, que es el mayor de todos los problemas que aquejan a la humanidad. Muy bien se ha dicho que la Biblia es el MAPA del viajero, el BORDÓN del peregrino, la BRÚJULA del piloto, la ESPADA del soldado, la CARTA MAGNA del cristiano, es el AGUA del sediento, el PAN del hambriento, la LUZ del perdido, CONSUELO del triste, es una MINA DE RIQUEZAS, un PARAÍSO DE GLORIA, una FUENTE DE FELICIDAD.

Grandes pensadores, filósofos, literatos, poetas, músicos, libertadores, estadistas, han enaltecido la Santa Biblia:

Gabriela Mistral, escritora chilena, dijo: “la Biblia es para mí el Libro, no veo cómo alguien puede vivir sin ella”.

Galo Plaza Lasso, ex presidente de Ecuador y ex secretario de la OEA, dijo: “aquí le dejo la Biblia, que la haya leído todas las mañanas para revestirme de paciencia y de virtudes cristianas”.

Domingo Faustino Sarmiento, político y escritor argentino, expresó: “la lectura de la Biblia echó los cimientos de la educación popular que ha cambiado la faz de las naciones que la poseen”.

Abraham Lincoln, político y ex presidente estadounidense, dijo: “creo que la Biblia es el mejor don que Dios jamás haya dado a los hombres, todo el bien que emana del Salvador del mundo se nos comunica a través de este libro”.

William Gladstone, político y estadista británico, dijo: “he conocido a 95 de los hombres más grandes del mundo en mis tiempos, y 87 de ellos eran seguidores de la Biblia, la Biblia trae el sello distintivo de su origen, y una distancia inconmensurable la separa de cualquier otro libro”.

George Washington, dirigente de la independencia y primer presidente de los Estados Unidos, dijo: “es imposible gobernar rectamente al mundo sin Dios y sin la Biblia”.

Napoleón, militar y gobernante francés, dijo: “la Biblia no es un mero libro, sino una creación viviente, con un poder que vence a todo cuanto se le opone”.

Daniel Webster, político estadounidense, dijo: “si en mis pensamientos, su estilo, hay algo digno de encomio lo debo a mis padres que me inspiraron desde temprana edad el amor a las Sagradas Escrituras”.

Patrick Henry, fue una figura prominente en la Revolución americana, dijo: “la Biblia vale más que todos los demás libros que jamás se hayan escrito”.

Immanuel Kant, filósofo alemán, expresó: “la existencia de la Biblia, entendida como un libro para el pueblo, es el mayor beneficio que la raza humana jamás haya experimentado. Todo intento de desprestigiarla es un crimen contra la humanidad”.

Isaac Newton, científico inglés, dijo: “hay más señales de autenticidad en la Biblia que en la historia profana alguna”.

Goethe, poeta y dramaturgo alemán, dijo: “que siga avanzando la cultura mental, que sigan progresando las ciencias naturales en extensión y profundidad cada vez mayores y que la mente humana se ensanche cuanto quiera, más allá de la elevación y la cultura moral del cristianismo tal como brillan los Evangelios, no podrá pasar”.

Sir William Crookes, físico y químico inglés, expresó: “todo descubrimiento humano parece hecho tan solamente para confirmar más y más las verdades que contiene la Sagrada Escritura”.

Ferrar Fenton, traductor de la Biblia, expresó: “En las Sagradas Escrituras tenemos la única llave que abre el misterio del universo al hombre y el misterio del hombre a sí mismo”.

Juan Donoso Cortés, filósofo, literato, político y diplomático español, exclamó: “libro prodigioso aquel en que el género humano comenzó a leer 33 siglos antes, y con leer en él todos los días y todas las horas aún no ha acabado su lectura, libro prodigioso pues cuando los cielos se replieguen sobre sí mismo como un gigantesco pergamino y cuando la tierra padezca desmayos y el sol recoja su luz y se apaguen las estrellas permanecerá él solo con Dios porque es su eterna Palabra resonando eternamente en las alturas”.

Hermanos y Amigos míos, si los insensatos, los incrédulos, los ateos y los materialistas pretenden negar la autenticidad y la autoridad de la Biblia, nosotros seguiremos leyendo, creyendo, practicando y proclamando la Palabra de Dios. La negación e incredulidad de ellos les produce insensibilidad, embrutecimiento, corrupción, pecado, violencia y miseria moral; la afirmación y la fe nuestra, nos produce perdón, limpieza, paz, salvación y vida eterna. Gracias a Dios por la exactitud, la autenticidad, la veracidad, la eternidad de la Palabra y por todos los beneficios hacia nosotros. Sí amigo y hermano, lee la Biblia para ser sabio, cree la Biblia para ser salvo, practica la Biblia para ser santo.

Amigo, si deseas recibir los gloriosos beneficios de la Palabra de Dios arrepiéntete de tus pecados y recibe a Jesucristo en tu corazón y vida como tu gran Salvador.

“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina

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