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miércoles, 1 de agosto de 2012

¿CREES QUE LA SALVACIÓN ES ETERNA?


Romanos 8:32-39
“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro".

A través de toda la Biblia leemos acerca del maravilloso plan de Dios para darnos salvación eterna. Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Todo el que cree en Jesucristo de todo corazón, y acepta su sacrificio es salvo y tiene vida eterna, dice Romanos 10:9-10. El pasaje de hoy nos afirma una vez más la realidad de ese plan divino. Aquí el apóstol Pablo hace algunas preguntas sumamente importantes:

La primera: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” La respuesta es muy simple: nadie puede levantar una acusación en contra de los creyentes y triunfar en su esfuerzo. Ciertamente el diablo trata, pero Dios nos ha justificado a través de Jesucristo, y ha declarado que no hay ninguna culpabilidad en nosotros. Sin duda, a través de nuestras vidas, aun después de haber aceptado a Cristo como salvador, cometeremos pecados pero a pesar de ello no podremos ser juzgados en la corte de Dios por segunda vez.

La segunda pregunta: “¿Quién es el que condenará?” El único que tiene la autoridad y el poder es Cristo, por lo que hizo en la cruz del Calvario. No hay nadie que pueda condenarnos. La Biblia dice que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).

La tercera pregunta: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” En la vida pasamos por muchas experiencias que prueban nuestra fe, pero lo importante es estar concientes de que somos salvos por gracia, no por nuestras obras (Efesios 2:8-10). Jesús entiende nuestras debilidades y nuestra incapacidad, y no está interesado en echarnos de su lado tan pronto cometamos un error. Dios siempre supo que cometeríamos errores después de haber recibido a Cristo, pero él nos salvó de todas maneras. Así que podemos tener la absoluta seguridad de que “ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."

Algunos piensan que la seguridad de vida eterna puede motivar a los creyentes a vivir una vida pecaminosa puesto que no tienen nada que perder. Este es un concepto puramente humano, que carece totalmente de fundamento espiritual. Cuando aceptamos a Jesucristo como salvador, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros y se encarga de llevar a cabo el proceso de santificación en nuestras vidas. Pablo les escribe a los cristianos de Roma: “Gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18). El pecado no puede dominar a un creyente que se ha sumergido en la palabra de Dios, y permite ser guiado por el Espíritu Santo.

Si has aceptado a Jesucristo como tu salvador, ¡Gloria a Dios! Pero si no tienes la absoluta seguridad de que vivirás junto al Señor por toda la eternidad, y crees de corazón que Jesús es el Hijo de Dios y que Dios lo resucitó de los muertos, sólo tienes que confesarlo con tus labios, pidiendo al Señor que entre en tu corazón. Entonces recibirás el regalo de la vida eterna.

ORACIÓN:
Bendito Dios, gracias te doy por haber enviado a tu Hijo para darnos acceso al cielo y morar contigo por toda la eternidad. Ayúdame a vivir en este mundo con mi mente y mi corazón enfocados en la morada eterna que tú has preparado para mí. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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