Veamos un diamante como ejemplo: ¿Qué belleza tienen un
diamante? Por si solo un diamante no tiene ninguna belleza, a menos que sea
traído a la luz. Colocado frente a la luz reflejará la belleza del sol. De otra
forma, en el no hay belleza alguna.
Un diamante guardado en una oscura galería o en una profunda
mina subterránea no muestra ninguna belleza; es solo un pedazo de carbón, un
poco de carbono común, sometido a un proceso que lo convierta en un medio para
reflejar la luz. Así sucede también con las otras piedras preciosas. Sus
variados tonos no son nada sin la luz. Cuantos más lados tengan, reflejan más
luz y exhiben más belleza. Si tomamos un diamante en bruto, veremos que no hay
brillo en él. En su estado natural él no refleja luz alguna.
La luz que existe en un diamante no es su propia belleza,
es la belleza del sol. Así somos
nosotros en un estado natural, sin ninguna utilidad, hasta que Cristo comienza a brillar sobre
nosotros.
¿Qué belleza existe en un hijo de Dios? SOLAMENTE LA BELLEZA
DE JESÚS. Nosotros somos su pueblo especial, escogido para manifestar las
virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. ¡REFLEJEMOS
HOY SU LUZ Y SU AMOR!
Salmos 97:11
"Luz está sembrada para el justo, Y
alegría para los rectos de corazón"
Salmos 27:1
"Jesús es mi luz y mi salvación: ¿de
quién temeré? El es la fortaleza de mi vida: ¿de quién he de
atemorizarme?"
Proverbios 4:18
"Mas la senda de los justos es como la
luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto"
“Gracia y Paz”
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