¿QUÉ HACES CUANDO SIENTES TEMOR?
Proverbios 1:32-33
“Porque el desvío de los ignorantes los
matará, y la prosperidad de los necios los echará a perder; mas el que me
oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal”
Vivimos en un mundo en el que el temor y las
preocupaciones son como plagas que afectan la vida de millones de personas. La
gente se preocupa y siente temor por las enfermedades, la pobreza, los problemas
familiares, el desempleo, las guerras, la violencia, el hambre, y muchas cosas
más incluyendo el futuro, pues el ser humano muchas veces siente temor por lo
desconocido que le espera adelante. El temor es totalmente destructivo. Afecta
la mente, causa depresión, paraliza la voluntad humana, esclaviza a su víctima.
El temor es una fuerza satánica que tiene la capacidad de destruir.
La Biblia nos enseña que el temor no viene de Dios. En 2
Timoteo 1:7 dice: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de
poder, de amor y de dominio propio”. Cuando el poder del Espíritu Santo obra en
nuestras vidas, y el amor de Dios se hace manifiesto en nosotros, entonces el
carácter de Cristo, su dominio propio y su mansedumbre se revelan en nuestras
vidas, y el temor desaparece totalmente. Dice en 1 Juan 4:18: “En el amor no
hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva
en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. El
perfecto amor de Dios se manifiesta en nosotros cuando establecemos una íntima
comunión con él, buscando su rostro diariamente en oración, meditando en su
palabra, y aplicándola en nuestro diario vivir. Entonces todo vestigio de temor
es echado fuera. La escritura de hoy dice que el que oyere a Dios, es decir,
que aquel que le obedece, vivirá confiado, tranquilo y sin ningún temor.
David cultivaba una relación íntima con Dios,
levantándose de madrugada a orar y a adorar al Señor; meditando en su palabra
de noche y de día, alabando y exaltando su nombre por medio de los Salmos que
escribía, sirviéndole y obedeciendo sus estatutos. Por eso el profeta Samuel se
refirió a él como “un varón conforme al corazón de Dios” (1 Samuel 13:14).
Basado en su propia experiencia, David nos da un breve resumen, en el Salmo
91:1-6, de la seguridad en que vive el que se mantiene en comunión con Dios: “El
que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré
yo al Señor: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré. El te
librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te
cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No
temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande
en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya”.
También en el Salmo 23:4, David afirma: “Aunque ande en
valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”.
“¿Habrá algo o alguien a quien yo deba temer?”, se preguntaba David. Y a sí
mismo se contesta (Salmo 27:1): “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién
temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?”
Realmente esta es una ley espiritual, un principio establecido, el cual podemos
decir con toda autoridad: “Porque yo vivo en el Espíritu de mi Dios, él me
protege. Por lo tanto yo no temeré absolutamente a nada”.
Mientras nosotros busquemos refugio en el Señor, mientras
día tras día escudriñemos su Palabra y vengamos a él en oración, y seamos
obedientes, podremos con toda autoridad rechazar el temor de nuestras vidas y
cualesquiera sean las circunstancias, no importa cuán terribles parezcan a
nuestros ojos podremos siempre permanecer tranquilos y sentir la victoria en
Cristo Jesús.
Oración:
Padre santo, gracias te doy una vez más por la seguridad
de tu protección. Te ruego llenes mi corazón de tu amor para que todo espíritu
de temor sea echado fuera de mí, y pueda yo vivir en paz y confiado en
cualquier circunstancia. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
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