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jueves, 13 de noviembre de 2014

¿QUÉ CLASE DE RIQUEZAS ESTÁS ESPERANDO QUE EL SEÑOR TE DÉ?



¿QUÉ CLASE DE RIQUEZAS ESTÁS ESPERANDO QUE EL SEÑOR TE DÉ?

2 Corintios 8:9
“Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”.

Algunas personas sueñan con ganarse la lotería. Creen que si tuviesen mucho dinero serían felices, que su vida sería una fiesta continua. Pero la realidad es muy distinta. Para muchos esas riquezas en lugar de traer felicidad han traído desgracia. Hace unos años un hombre se ganó muchos millones de dólares en la lotería. Su vida cambió totalmente, pero lamentablemente fue en dirección negativa, pues todo empezó a andar mal para él. Tuvo problemas con los hijos, los cuales querían una gran parte del dinero. Pocos meses después se divorció de su mujer. Quiso entonces “gozar” de la vida; vivía de fiesta en fiesta y pronto malgastó su fortuna. Enfermó síquicamente producto del desorden en su vida. Finalmente fue internado en una clínica siquiátrica y allí murió en total pobreza. La “fiesta” que “disfrutó” gracias a la lotería fue de corta duración y de muy mala calidad.

Quizás tú dirás que si estuvieras en ese caso tú sabrías administrar mejor el dinero y que definitivamente las riquezas podrían hacerte feliz. Pero, créelo o no, no hay ninguna garantía de que esto suceda. Y aun en el caso de que lo lograras, puedes tener la seguridad de que estarías disfrutando de una felicidad incompleta y además pasajera. La Biblia nos habla de una riqueza y una felicidad mucho mejores, y garantizadas por el poder y la fidelidad de Dios. La Escritura de hoy nos dice que el Señor Jesucristo era rico, pero por amor a nosotros “se hizo pobre”, con el fin de que nosotros “fuésemos enriquecidos”. Siendo el Hijo de Dios, dueño de todas las riquezas del mundo, dejó su trono celestial, se hizo hombre y vivió en pobreza. Finalmente murió para pagar por nuestros pecados, y ahora todo aquel que reconoce sus pecados y acepta a Cristo como salvador recibe el perdón divino y la vida eterna. Él quiere darnos riquezas ilimitadas en el cielo, una herencia que no se puede perder y que nadie puede quitarnos. En verdad, esto es una gran y eterna fiesta. No hay comparación con las riquezas que ofrece el mundo. Moisés vivió muchos años bajo la protección del Faraón de Egipto, hasta que fue movido a dejar esas riquezas temporales y buscar las verdaderas riquezas del cielo. Hebreos 11:26 nos habla de él diciendo: “Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”. Este es el “premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, del cual nos habla la Biblia en Filipenses 3:12-14.

Jesús habló acerca de este tema en el Sermón del Monte. Allí dijo a todos los que estaban reunidos: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21). Como hijos de Dios debemos tener la plena seguridad de que contamos con riquezas eternas e incorruptibles. En ellas debemos basar nuestra esperanza, y no en las riquezas temporales de este mundo que no garantizan la felicidad.

Definitivamente hay cosas en este mundo que necesitamos para nuestra subsistencia y la de nuestras familias, y tenemos que dedicar tiempo y esfuerzo a conseguirlas, pero no debemos hacer de ellas nuestra prioridad. Nuestro principal enfoque debe ser siempre la búsqueda de las riquezas eternas por medio de una íntima comunión con el Señor. Entonces Dios suplirá todas nuestras necesidades terrenales. Así les dijo Jesús a sus discípulos, refiriéndose a esas cosas: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Hazte el propósito de buscar cada día el rostro del Señor, lee y medita en su palabra, ora, establece una íntima comunión con él y disfrutarás de las verdaderas riquezas: la paz, el gozo y todas las preciosas bendiciones que existen sólo en la presencia de Dios.

Oración:
Padre santo, dame la sabiduría para distinguir y apartar de mí todas las falsas riquezas que el mundo ofrece, y concentrarme en la búsqueda de las riquezas que tú me ofreces, que son verdaderas y eternas. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla

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