Deja que el artista divino dirija su obra. Aunque no
veamos las maravillas que Dios hace en nosotros, confiemos en Él, confiemos en
su poder para hacer milagros. Dejémosle obrar y digamos con el salmista: “En
Dios confío y nada temo, ¿qué podrá hacer un hombre contra mí? (Salmo 56:11).
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