Salmo 40:1-3
“Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó
a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo
cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca
cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y
confiarán en el Señor”
Muchas veces no entendemos el por qué Dios se “tarda
tanto” en contestar nuestras oraciones, pero en este salmo aprenderemos que
debemos ser pacientes y esperar. Debemos estar conscientes, en primer lugar, de
que la sabiduría de Dios es muy superior a la nuestra. Él nos dice en Isaías
55:9: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más
altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.
Y debemos tener la seguridad de que esos pensamientos que Dios tiene acerca de
nosotros son buenos, pues él lo dice en Jeremías 29:11: “Porque yo sé los
pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Yahweh, pensamientos de paz, y
no de mal, para daros el fin que esperáis”. Resumiendo podemos decir que, en su
omnisciencia, Dios sabe qué es lo mejor para nuestras vidas, y quiere lo mejor
para nosotros porque nos ama, y además tiene todo el poder para llevarlo a
cabo. Así dice Efesios 3:20 al referirse a Dios: “Aquel que es poderoso para
hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.
Estas son razones más que suficientes para esperar pacientemente en el Señor.
Pero hay más razones por las que debemos esperar siempre su tiempo, el cual es
perfecto y oportuno:
Primero, la Biblia nos habla de muchas situaciones en las
cuales Dios dio instrucciones claras y precisas a su pueblo o a alguna persona
en particular. Solamente aquellos que decidieron esperar en él obtuvieron las
bendiciones que el Señor tenía preparadas para ellos. Por ejemplo, tenemos a
Noé, Abraham, Moisés, David y José. Todos ellos tuvieron que pasar por períodos
de espera muy largos y penosos antes de que Dios llevara a cabo sus planes de
bienestar y prosperidad en sus vidas. Un ejemplo negativo lo vemos en el pueblo
de Israel, la mayoría de los cuales no pudieron disfrutar de la tierra
prometida simplemente porque no siguieron las instrucciones del Señor y se
apresuraron a actuar por su propia cuenta.
Otra razón por la que Dios, en ocasiones “se demora” en
contestar, es porque su respuesta a nuestras oraciones puede afectar a otras
personas. Cuando esperamos el tiempo del Señor sin desesperarnos, permitimos
que él pueda organizar todos los factores y las circunstancias de manera que
los resultados sean perfectos y beneficien a todos los que están envueltos.
Además ese tiempo de espera es usado por Dios con el fin de prepararnos para la
respuesta que él tiene para nosotros. Créelo o no, muchas veces no estamos
preparados para la respuesta de Dios. Quizás necesitemos lidiar antes con
pecados que no hemos confesado o quizás crecer espiritualmente en algún área de
nuestras vidas. Lo cierto es que cuando Dios ha terminado su trabajo de
preparación con nosotros, vamos a disfrutar mucho más de todo lo que vamos a
recibir.
1 Pedro 5:6 dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano
de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”. Se requiere que hayamos
llegado al punto de humillarnos, es decir haber echado fuera ese falso orgullo
que trata de convencernos de que nosotros podemos tomar decisiones correctas
basados en nuestra sabiduría. “Cuando fuere tiempo” se refiere al tiempo
perfecto, el cual es determinado por Dios para “exaltarnos”, o sea bendecirnos
abundantemente.
Esperar pacientemente al Señor siempre resulta en recibir
bendiciones más grandes de las que podemos imaginar. Enfoca tu pensamiento y tu
atención totalmente en él, y espera su tiempo. Nunca pienses que las “demoras”
de Dios son respuestas negativas. No te desesperes. Confía en el Señor. Siempre
vale la pena.
Oración:
Bendito Padre celestial, te ruego me des la fuerza, la fe
y el valor para esperar pacientemente por tu respuesta, por tu dirección y por
la solución a mis problemas. Desde este momento yo dispongo mi corazón para
confiar plenamente en ti y esperar descansando en la confianza de que tú me
amas y deseas lo mejor para mí. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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