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martes, 23 de septiembre de 2014

¿SUFRES POR ALGUNA “DEBILIDAD” QUE ESTÁ AFECTANDO TU VIDA?



2 Corintios 12:7-10
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”

Hay una cosa que es absolutamente cierta: ningún ser humano es perfecto. Todos tenemos uno, dos o más defectos o “debilidades” con las que tenemos que lidiar. Quizás muchos piensen que están muy bien en el aspecto espiritual, pero a estos la palabra de Dios les advierte: “El que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). Si te miras honestamente a ti mismo, probablemente podrás identificar lo que tú consideras tu “debilidad”. Puede ser física, o emocional, mental o espiritual. Cualquiera que esta sea, puedes aplicar a tu vida la enseñanza del pasaje de hoy. El primer paso es reconocer la existencia de esa debilidad. Segundo, es muy importante que entiendas que Dios puede tener un propósito con tu “debilidad”. Pablo dice que “el aguijón” en su carne (cualquiera que éste fuese) le fue dado para evitar que él se enalteciera demasiado. Era algo así como medicina preventiva de parte de Dios, quien sabía que si Pablo no dependía de él y se dejaba llevar por su orgullo, esto le traería malas consecuencias.

Debemos estar conscientes de la manera en que nuestra debilidad se manifiesta en nosotros. Por ejemplo, si una persona tiene la tendencia a mentir con mucha frecuencia, un análisis de su mente podría revelar que su verdadero problema es el temor a ser rechazada. Para protegerse a sí misma, se las arreglará para salir de situaciones en las que siente ese temor, mintiendo a diestra y siniestra. Claro que este comportamiento a la corta o a la larga traerá a su vida malas consecuencias. Sin duda no es una buena manera de enfrentar su debilidad, como tampoco lo es ignorarla, o negarla, u ocultarla con diversas excusas. La única manera efectiva de manejar nuestra debilidad es poniéndola en las manos del Señor, y dependiendo totalmente de su gracia.

Entre los intérpretes y comentaristas de la Biblia hay distintas opiniones en cuanto a lo que era “el aguijón” al cual Pablo se refiere en su carta, pero todos están de acuerdo en que era algo que le molestaba, y de lo cual él estaba muy deseoso de librarse. Sin embargo, la respuesta del Señor fue: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Entonces Pablo entendió y pudo decir: “Me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Solamente somos fuertes cuando dependemos del poder de Dios, y este poder se manifiesta al máximo cuando reconocemos nuestra debilidad. Las palabras de Dios al apóstol Pablo deben servir de aliento y fortaleza a todo aquel que cree en la poderosa y maravillosa gracia del Señor.

¿Tienes tú alguna “debilidad” que está afectando tu vida? No sufras, no te desesperes, simplemente tráela delante del Señor. Quizás él no te la quite inmediatamente, pero tan pronto la confieses delante de Dios, su poder se va a perfeccionar en ti, y comenzará un proceso por medio del cual el Espíritu Santo te va a limpiar de todo aquello que no glorifica el nombre de Dios, y tu vida cambiará totalmente. Ten la completa seguridad de que su gracia es más que suficiente para llenar tu corazón de paz y de gozo y darte una vida plena de felicidad.

ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, te ruego me des discernimiento para entender en lo profundo de mi espíritu este precioso mensaje de tu palabra, y me ayudes a aplicarlo en mi vida. Hoy reconozco mi debilidad, y la traigo ante ti con la seguridad de que tu gracia es más que suficiente para darme una vida de victoria. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla

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