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lunes, 22 de septiembre de 2014

¿QUÉ ACTITUD ELIGES: OBEDECER O IGNORAR A DIOS?


¿QUÉ ACTITUD ELIGES: OBEDECER O IGNORAR A DIOS?

Corazín fue una vez una ciudad floreciente junto al mar de Galilea. Actualmente sólo quedan escombros y ruinas. No muy lejos de Corazín hay otra pila de piedras amontonadas, residuos de edificios de la antigua ciudad de Capernaum. Lo mismo le sucedió a Betsaida. Una vez era una próspera ciudad en el comercio y la pesca. Piedras, nada más que piedras se pueden ver actualmente. Cuando Jesús caminaba por las calles de estas ciudades, conocía el futuro que les esperaba debido a su ingratitud y su incredulidad. Y así profetizó: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!... Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida…” En estas ciudades, Jesús se mostró claramente como el Hijo de Dios. Aquel que era todopoderoso y podía hacer grandes milagros, y cuyo amor y compasión se manifestaron de manera evidente. Allí el Señor predicó su mensaje de arrepentimiento, de perdón, de paz y de esperanza. Sin embargo, la gente rehusaba escuchar su mensaje. Como resultado de ello, Dios maldijo a Corazín, a Capernaum y a Betsaida y las redujo a un montón de piedras, monumentos a su incredulidad (Lee Mateo 11:20-24).

A través de toda la Biblia, de diferentes maneras y por medio de muchas diferentes personas y situaciones, Dios nos habla y nos da instrucciones con el fin de llevar a cabo sus planes de bienestar y esperanza para nuestras vidas, de los que nos habla Jeremías 29:11. Pero en última instancia seremos nosotros los que escogeremos seguir esas instrucciones o simplemente ignorarlas y tomar la dirección que estimemos conveniente. Por ejemplo, en Deuteronomio capítulo 30, Moisés se dirige al pueblo de Israel y, después de exponerles de parte de Dios las condiciones para su restauración, les dice: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19). También Josué, el sucesor de Moisés, les habló a los israelitas en estos términos: “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15).

Sabemos que Dios es amor (1 Juan 4:8); es paciente y grande en misericordia (Salmo 86:15), es clemente y compasivo (Salmo 116:5), pero también es justo, y “él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud”, dice el Salmo 9:8. Dios envió profetas y líderes al pueblo de Israel para comunicarles sus planes, y les exhortó a que obedecieran sus instrucciones, pero no los forzó a obedecer, sino que les dio libertad para que ellos escogieran. Lamentablemente escogieron el camino de la desobediencia y se perdieron de muchas bendiciones. La mayoría de ellos, en lugar de disfrutar de la preciosa tierra prometida, encontraron muerte y desolación en el desierto.

La enseñanza de hoy es clara y fácil de entender. Cuando Dios habla debemos prestar atención. Si seguimos sus instrucciones recibiremos recompensas y bendiciones, tanto materiales como espirituales. Si no lo hacemos sufriremos las consecuencias como les sucedió a los israelitas, y a Corazín y a Betsaida y a Capernaum.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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