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lunes, 18 de abril de 2016

VENCIENDO LA TENTACIÓN...



Vivimos en un mundo en el que la maldad impera y está a la orden del día. Existe tanta propaganda que minan nuestra mente, la de nuestros hijos e hijas, incitándonos, ya sea a beber licor, a ver pornografía, a tener relaciones sexuales, a visitar lugares que no podemos pagar, a gastar dinero que no tenemos, a arriesgar nuestra propia salud a cambio de tener un cuerpo escultural. De igual manera existen personas, en el trabajo, en la universidad, en la casa, en la calle, en todas partes, que continuamente están tratando de probarnos y ver qué tan firmes estamos en nuestra búsqueda por una relación integra con nuestro señor Jesús.

En levítico 20:7 dice: “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo soy el Señor vuestro Dios”. Es una orden directa y estricta de parte de Dios de cómo debe de ser nuestra actitud ante las tentaciones y el pecado. Por más hambrientos de éxito que pudiéramos estar, no debemos vender nuestra integridad; por más cansados de las dificultades de la vida, no podemos negociar por una salida fácil; por más presionados que estemos por el mundo que nos provoca a tener sexo antes o fuera del matrimonio, no debemos arriesgar nuestra salvación por un simple “bocado de pan”. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19).

No hay tregua para un verdadero hijo de Dios. La vida de santidad no es algo que podamos negociar con el diablo: No podemos correr riesgos tontos, porque los daños son crueles e irreversibles. Debemos de ser santos y conducirnos con temor reverente [a Dios] en esta vida (1 Pedro 1:17b), no exponiéndonos al pecado. No dejando que los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16) dirijan nuestra forma de vivir.

Ante el acecho de quienes quieren que fallemos, la advertencia es: “Si los pecadores te quisieran engañar, no consientas” (Proverbios 1:10). Consentir es sinónimo de estar de acuerdo, es aceptar el engaño, entonces no estés de acuerdo con los pecadores. La vida de santidad es como un cheque protegido que dice: “NO NEGOCIABLE”.

Nuestro Padre celestial quiere que los Cristianos vivamos vidas que lo glorifiquen, y ¿de qué forma?, valorando nuestra vida espiritual, renovándola diariamente, alimentándonos con la Palabra de Dios todos los días, meditando siempre en el gran precio que Jesús pagó por nuestros pecados. No cambiemos nuestra salvación por un momento de placer. Busquemos hacer la voluntad de Dios. Tomemos decisiones en todo cuanto hagamos, pidiendo siempre la guía del Espíritu Santo.

Recordemos que Jesucristo nos ha comprado, Él pagó el precio para darnos el REGALO DE LA VIDA ETERNA, un regalo invaluable e incomparable. La salvación es un regalo tan grande que no debemos descuidar (Hebreos 2:3), y mucho menos… ¡NEGOCIAR! Una vida pecaminosa no vale nada. Hagamos lo imposible por vivir una vida de santidad como Dios quiere.

Romanos 8:38-39
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

“Gracia y Paz”