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viernes, 25 de marzo de 2016

“A EL OID”



Marcos 9:7

“Y vino una nube que les hizo sombra, y una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado: A EL OID”. 

En la Universidad donde estudie conocí a un maestro que me causo gran admiración. Todas sus palabras eran precisas, porque dibujaban en mi mente las situaciones exactas que describía.

Cuando hablamos con las personas y vemos que se expresan con excelencia y sabiduría, cometemos el grave error de también querer hablar y hablar sin poner atención a lo que nos están diciendo. Lo que debemos hacer es callar y poner atención. Debemos aguzar los oídos al máximo para asimilar lo que estamos escuchando.


Desafortunadamente a muchos así nos pasa cuando estamos a solas con Dios. Hablamos y hablamos sin escucharlo. Hablar con Él es conversar, dialogar, no querer hablar todo el tiempo como en un monólogo. Debemos derramar nuestro corazón delante de Él, pero debemos también saber escuchar su respuesta.

Me ha ocurrido muchas veces que cuando lo oigo al leer su Palabra, no quiero otra cosa más que estar callado. Busco apoderarme de todo lo que dice, como lo hacía María, la hermana de Lázaro, que atendía complacida a sus enseñanzas.

La Escritura de hoy nos enseña sobre la transfiguración de Jesús en la montaña alta. Junto con él estaban Pedro, Jacobo y Juan. Allí aparecieron también Moisés y Elías que conversaban con Jesús. Los discípulos se asustaron y Pedro, no sabiendo qué decir, dijo algunas palabras sin mucho sentido. Pero en ese momento Dios les ordenó que escuchen a su Hijo Amado.

Cuánto bien les hizo a los discípulos escuchar a Jesús. Esas vidas fueron totalmente impactadas y transformadas con sus enseñanzas. “¡A EL OID!” es un precioso mandato que tú y yo debemos obedecer.


¡Gracia y Paz!

Aprendiendo la Sana Doctrina

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