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miércoles, 15 de abril de 2015

¿CONFÍAS TUS PROBLEMAS A DIOS?



¿CONFÍAS TUS PROBLEMAS A DIOS?

Mateo 6:25-33
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

¿Conoces a alguien que no tenga problemas? Indudablemente todos tenemos problemas y necesidades. Algunas personas tienen problemas de salud, otras en el trabajo, o en las relaciones familiares, o quizás necesidades económicas, o sociales, etc., etc. Esto generalmente causa preocupaciones que pueden traer a nuestras vidas un estado de afán y de ansiedad que, si no se controla, puede llegar a amargarnos y a veces incluso a enfermarnos.

En la escritura de hoy, Jesús nos exhorta a no afanarnos y nos invita a confiar en él cuando enfrentemos los problemas y las necesidades de cada día. La palabra griega usada en el original para definir “afán” quiere decir “preocuparse excesivamente”. Esto no significa que el Señor nos diga que seamos despreocupados o indiferentes, sino que nos anima a enfrentar tranquilamente cada día nuestras responsabilidades y necesidades, a ser precavidos y tener buen sentido al planear, pero sin preocuparnos excesivamente. Cuando Jesús dice “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta”, obviamente no sugiere que seamos irresponsables cuando se trata de nuestro trabajo. Él usa el ejemplo de las aves ya que ellas no están preocupadas por lo que habrán de comer, pues instintivamente saben que su Creador les proveerá el alimento necesario para subsistir. ¡Cuánto más tendrá en cuenta Dios a aquellos por los que ha hecho el sumo sacrificio de dar la vida de su Hijo! ¿Habrá acaso alguna duda de que él va a proveer para nosotros?

Es natural que cuando tenemos una necesidad mostremos algún tipo de preocupación, pero ésta nunca debe llegar al afán o a la ansiedad. Esa es la manera de actuar de aquellos que no conocen al Señor, pero nunca debe ser la actitud de los Hijos de Dios, quien es el creador del Universo, dueño del oro y la plata y todas las riquezas de este mundo; del Dios que nos ha dado infinitas pruebas de su amor por nosotros. Esto debemos creerlo de todo corazón y ponerlo en práctica en medio de las dificultades y necesidades. Lo primero que debemos hacer es reconocer nuestra debilidad y ceder al Señor el control de nuestras acciones y de nuestros pensamientos. Entonces su paz y su fortaleza nos inundarán, y todo afán desaparecerá. Así dice Filipenses 4:6-7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

El pasaje de hoy termina con estas palabras de Jesús: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Esta debe ser nuestra mayor preocupación, buscar el reino de Dios, buscar el rostro del Señor en oración y leer su Palabra cada día de nuestras vidas. Entonces él se encarga del resto.

ORACIÓN:
Abba Padre, perdóname Señor porque todo el tiempo me preocupo por mis problemas y mis necesidades y me olvido que tú eres mi proveedor. Padre Santo, ayúdame a fortalecer mi Fe para confiar en ti como un niño pequeño en brazos de su padre. Te suplico que me ayudes a cambiar los afanes y ansiedades de mi vida por el anhelo profundo de buscarte y confiar plenamente solo en ti. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla

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