Muchas veces podemos estar tan distraídos por tantas cosas
mundanas de la vida, que nos olvidamos de lo más importante: La palabra de Dios.
Las Santas Escrituras son la voz de Dios. Es su Palabra demostrada en Jesús; y
la proclamación de su Palabra en el Evangelio de Jesús es lo que pueden
sostenernos eternamente. Es el pan vivo
que debemos buscar día con día.
Amado Padre, confieso que muchas veces me he distraído con
las cosas de este mundo y no he buscado de tu Palabra para alimentarme como
debe de ser. Perdóname y ayúdame a prestar más atención a tu voz escrita y a tu
Espíritu. Crea en mí un hambre que solo pueda ser saciada con el alimento
espiritual que tú me das. En el nombre de Jesús, Amen.
¡Gracia y paz!
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