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domingo, 11 de enero de 2015

¿ERES CULPABLE DE NEGLIGENCIA?


¿ERES CULPABLE DE NEGLIGENCIA?

Isaías 5:20
“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!”

(Lee: Isaías 5:8-30)

En todos los ámbitos sociales vemos como cada quien entiende las cosas a su manera. La honradez y la integridad que existían en otras épocas han quedado en el olvido. Ejemplos hay muchos: Alguien se puede encontrar una cartera llena de documentos, identificaciones  y dinero y en lugar de devolverlos, como es correcto, se ufanan de “su buena suerte”. Se sabe de muchas mujeres que en las loncheras de sus hijos les colocan pastillas o condones para planificar, porque es mejor que estén “prevenidos” para que no vayan a traer un hijo al mundo. Incluso, si las niñas quedan embarazadas, el consejo que les dan es abortar, “porque un hijo les dañará la vida y ellas todavía no están para eso”. Es tan ladrón quien roba una aguja como quien asalta un banco. Es tan asesino quien practica el aborto como quien comete una masacre. La moral y la ética parece que en estos tiempos son mitos o leyendas, y quienes aún la practicamos nos tildan de retrasados o tontos.

Lamentablemente como estos ejemplos hay muchos y no acabaríamos de citarlos. Lo que sí es de vital importancia es que nosotros los cristianos, seamos auténticos e íntegros y enseñemos justamente lo que dice la Santa Palabra de Dios. Nosotros somos la luz del mundo y la sal de la tierra y es nuestro deber compartir y llevar las Buenas Nuevas del Evangelio a los necesitados y extraviados.

“Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?  ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: ¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!” (Romanos 10:14-15).

“Entonces oí la voz del Señor que decía: —¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y respondí: —Aquí estoy. ¡Envíame a mí!” (Isaías 6:8).

¡Ardua tarea la que Dios nos ha encomendado!

Amado Padre ¿Hasta dónde soy culpable de un mundo torcido y violento, de un mundo que a lo malo le dicen bueno, y a lo bueno malo? Por favor te ruego me des sabiduría y denuedo para hablar sin temor ni vergüenza de lo que me has dado, para que los que se encuentran en la oscuridad te conozcan. ¡Atráelos a ti como lo has hecho con tanto siervo tuyo! Gracias Señor, en el nombre poderoso de Jesús, Amen.

¡Gracia y Paz!
Editado por Carlos Martínez M.


Dora C.

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