Job 11:13-18
“Si tú
dispusieres tu corazón, y extendieres a él tus manos; si alguna iniquidad
hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more en tu casa
la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte,
y nada temerás; y olvidarás tu miseria, o te acordarás de ella como de aguas
que pasaron. La vida te será más clara que el mediodía; aunque oscureciere,
será como la mañana. Entonces confiarás, porque hay esperanza; mirarás
alrededor, y dormirás seguro”.
Una historia
sucedida hace más de sesenta años en la Alemania dominada por Hitler y su imperio de
opresión, nos ilustra la manera en que la esperanza influye en la vida del ser
humano. Viktor Emil Frankl era un psicólogo judío de Viena, Austria, quien
fuera internado como prisionero en un campo de concentración de Alemania
durante la Segunda
Guerra Mundial. Frankl observó a sus compañeros de prisión y
evaluó su comportamiento en las pésimas condiciones que los rodeaban. Todos
estaban sometidos a las mismas terribles condiciones de trato, trabajo y
alimentación. Sin embargo, personas de características físicas similares unos
morían y otros sobrevivían. ¿Por qué? (se preguntaba Frankl). En sus
investigaciones vio que muchos prisioneros enfrentaban las circunstancias con
pesimismo. Estos generalmente se rendían en su lucha por la supervivencia y
prácticamente se dejaban morir. También observó como otros prisioneros
triunfaban sobre aquellas horribles condiciones. Rehusaban rendirse al
pesimismo y se aferraban tenazmente a una actitud optimista. Éstos
sobrevivieron a la tragedia del campo de concentración y pudieron desarrollar
vidas significativas después de la guerra.
Frankl dedicó
mucho tiempo y reflexión a la evaluación de las diferencias entre estos dos
tipos de prisioneros. Encontró que la reacción no se debía a la procedencia de
los prisioneros, ni a la edad, ni a su condición física, ni a la educación o
anterior nivel económico. Sacó la conclusión de que la mayor diferencia entre
los optimistas y los pesimistas estaba en la manera en que percibían su futuro,
o sea en la esperanza que tenía o que no tenía cada uno de ellos. Aquellos que
creían que sus presentes sufrimientos no cesarían sino que aumentarían en el
futuro, se abandonaban y morían. Aquellos que creían que los nazis terminarían
por ser derrotados y que a la larga hallarían una vida mejor fueron los que
sobrevivieron. Esta esperanza en el futuro les dio ánimo y valor para
perseverar y enfrentarse a los sufrimientos y calamidades del presente. Los que
tenían esa esperanza sobrevivían. Los que no
tenían esperanza perecían. ¡Qué importante es tener esperanza!
Ahora bien, si
tener esperanza es importante, mucho más importante es “en qué” o “en quién”
basamos nuestra esperanza. Dios te dice hoy que “si tú dispusieres tu corazón,
y extendieres a él tus manos”, es decir, que si tú acudes a Dios de corazón y
vives de acuerdo a sus principios, “la vida te será más clara que el mediodía”
y disfrutarás de bendiciones de todo tipo. Como resultado, “confiarás, porque
hay esperanza; mirarás alrededor, y dormirás seguro”. Cuando depositamos
nuestra confianza en las promesas que Dios nos hace, la luz de una verdadera
esperanza ilumina nuestros corazones y nos llena de gozo y de paz aún en medio
de las pruebas más duras.
Todo puede estar
oscuro y sin salida, pero con Dios nunca está dicha la última palabra. Es por
eso que debemos tener confianza en nuestro Señor, pues en Él siempre hay
esperanza. Él sigue siendo el mismo que abrió las aguas del Mar Rojo para
salvar a su pueblo de los ejércitos egipcios, el que cerró la boca de los
leones cuando no había esperanza para Daniel, el que resucitó a Lázaro de la
muerte después de cuatro días. ¡Ese es
nuestro Dios! ¡Especialista en lo imposible! Pon en él tu fe y tu
esperanza, porque él es fiel y no te va a fallar. Así dice Hebreos 10:23:
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque
fiel es el que prometió”.
ORACIÓN:
Padre, gracias
porque eres fiel y puedo confiar en tus promesas. Perdóname porque en ocasiones
me dejo abatir por mis problemas y el desanimo. Te pido que derrames sobre mi
vida, y también sobre la vida de mis hermanos y hermanas, fe sobrenatural para
poder mantener firme nuestra esperanza en ti y por medio de ella obtener la
victoria. Por Cristo Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla