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jueves, 17 de julio de 2014

¿SABES QUÉ ES LA INMUNIDAD CELESTIAL?




¿Sabes qué es la inmunidad Celestial?

Romanos 8:31-39
“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”

Hace unos años, un diplomático de una nación extranjera, que residía en los Estados Unidos, donde prestaba servicio en la Embajada de su país, arremetió con su auto contra la cerca que rodeaba una propiedad privada, causó lesiones al dueño de la casa y ocasionó daños por una considerable cantidad de dinero. El hombre, que estaba borracho, fue arrestado, pero posteriormente fue puesto en libertad pues estaba protegido por la ley internacional de inmunidad diplomática.

Todos aquellos que hemos recibido a Jesucristo como Salvador, tenemos una clase de inmunidad diferente. Este privilegio no está relacionado con los tribunales legales de este mundo, pero sí nos protege de algo mucho más grave: la condenación eterna. Nuestros pecados, sin lugar a dudas, nos traerán consecuencias, pero no nos impiden entrar al cielo, pues ya Cristo pagó por nosotros esa deuda, y aún más, el pasaje de hoy nos afirma que él está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros, como nuestro abogado que es, defendiéndonos de las acusaciones del diablo. Dice 1 Juan 2:1-2: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados”. Esta inmunidad también nos garantiza absoluta protección mientras estemos en este mundo. Así lo afirma el pasaje de hoy: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”

¿Quiere esto decir que esta inmunidad es una licencia para pecar? “En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”, dice el apóstol Pablo en Romanos 6:2. En el plan de salvación de Dios, la gracia redentora de Cristo no sólo nos garantiza la vida eterna, sino también nos transforma interiormente por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros, por lo que ya no practicamos más el pecado sino que lo rechazamos, y todo aquello que antes nos resultaba atractivo ha dejado de serlo pues hemos encontrado un gozo y una felicidad mucho mayor en la presencia de Dios. Así dice Pablo en Filipenses 3:7-8: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.

La inmunidad que Cristo nos otorga demuestra en primer lugar cuánto nos ama Dios, y nos da una razón para vivir para él y amarlo para siempre. Si tú gozas de esta inmunidad disfruta sus beneficios acercándote cada día al trono de la gracia de Dios en busca de sus bendiciones, de su paz, de su dirección, de su provisión, y del gozo inefable que se siente en su santa presencia.

Si no tienes esta inmunidad, ahora mismo eleva a Dios una oración de arrepentimiento y abre tu corazón para recibir a Cristo como tu Salvador, y su infinita gracia te hará acreedor de un pasaporte sellado por el Espíritu Santo, el cual te garantiza la entrada al cielo cuando llegue el momento de tu partida de este mundo. Y mientras tanto disfrutarás de una vida llena de gozo y de paz.

ORACIÓN:
Bendito Dios, gracias por la seguridad de vida eterna que me has ofrecido por medio del sacrificio de tu Hijo. Te ruego me ayudes a disfrutarla, pensando, hablando y actuando de manera que tu nombre sea siempre glorificado con mi testimonio. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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