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lunes, 21 de julio de 2014

¿HAY DESEOS DE VENGANZA EN TU VIDA?



¿HAY DESEOS DE venganza EN TU VIDA? 

1 Samuel 26:5-9
“Y se levantó David, y vino al sitio donde Saúl había acampado; y miró David el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Y estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el pueblo estaba acampado en derredor de él. Entonces David dijo a Ahimelec heteo y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo. David, pues, y Abisai fueron de noche al ejército; y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento, y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el ejército estaban tendidos alrededor de él. Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe. Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?”

El rey Saúl había escogido tres mil hombres de su ejército, y había salido a buscar a David con el fin de matarlo. Este pasaje nos cuenta que una noche David y uno de sus hombres, Abisai, se llegaron hasta el lugar donde Saúl había acampado, y descubrieron que el rey y sus hombres dormían. Viendo que estaban totalmente indefensos, Abisai pidió permiso a David para matar a Saúl, diciendo que esta oportunidad había venido de Dios. David pudo haber consentido fácilmente. Lo cierto es que Saúl lo estaba buscando a él para matarlo, así que perfectamente podía considerar el acto como defensa propia. Pero no sólo eso, sino que ya David en una ocasión anterior había perdonado la vida a Saúl cuando pudo haberlo matado (1 Samuel 24). En aquel momento Saúl lloró cuando se enteró de la misericordia de David, y decidió abandonar la persecución, y hasta dijo que David era apto para ser el próximo rey de Israel.

Pero ahora Saúl había reanudado su inflexible acoso. Y de nuevo David lo tenía indefenso frente a él. Bien pudo haber razonado: “Lo perdoné una vez. Dios me está dando esta segunda oportunidad”. Además, Abisai insistía en matarlo. ¡Qué fantástica oportunidad de librarse de aquel que tanto lo odiaba! Sin embargo, David rechazó esos pensamientos porque creía firmemente que no estaba bien matar al hombre que Dios había ungido para que fuese rey de Israel. Y le respondió a Abisai: “No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?”

Cuando nos tratan injustamente, nos ofenden o nos causan daño, es fácil aprovechar cualquier oportunidad para vengarnos de alguna manera, y después tratar de justificar la acción sobre la base de ese maltrato de que fuimos víctimas, e incluso hasta aseguramos que Dios fue el que facilitó la oportunidad. Sin embargo, estos no son los principios que deben guiar a un hijo de Dios que verdaderamente desea agradar a su Padre celestial. En el Sermón del Monte, Jesús dijo a sus discípulos: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43-44).

Es muy difícil poner en práctica esta enseñanza, pues nuestra naturaleza carnal nos impulsa a hacer lo contrario, como quería Abisai. Pero, al igual que David, nosotros podremos lograrlo si deseamos agradar al Señor. Lo más importante es poner en primer lugar, antes que nuestros sentimientos y nuestros impulsos carnales, los principios de la palabra de Dios, y nuestra disposición a obedecer su voluntad. El apóstol Pablo nos dejó este consejo en su carta a los romanos: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19).

Si estás luchando con un sentimiento de venganza en relación a alguien que te ha hecho daño, haz tuya esta enseñanza, y glorifica el nombre de Dios siguiendo sus preceptos y obedeciendo su voluntad. Déjalo en manos del Señor. Ten la completa seguridad de que él recompensará con creces tu obediencia.

ORACIÓN:
Padre amado, es mi anhelo agradarte siempre, pero cuando se trata de controlar los deseos de vengarme de alguien que me ha herido, me resulta muy difícil obedecer tu palabra. Por favor dame las fuerzas para sobreponerme a estos sentimientos y mostrar tu amor y tu misericordia. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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