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sábado, 5 de abril de 2014

¿CUÁL ES LA VERDADERA OBEDIENCIA A DIOS?


¿Cuál es la verdadera obediencia a Dios?

Mateo 21:28-32
“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle”.

En este pasaje, Jesús cuenta una parábola que nos muestra dos actitudes diferentes. El primero de los dos hermanos se negó de inmediato a la petición de su padre de ir a trabajar a su viña. Sin embargo, después se arrepintió, cambió de opinión y fue a trabajar. El otro hermano, por el contrario, inicialmente le dijo a su padre que iría pero finalmente no fue. Después, Jesús hizo una pregunta a los que le rodeaban: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” Y ellos contestaron: “El primero.”

El significado de esta parábola está claro. Los líderes judíos, a quienes Jesús se estaba dirigiendo, habían proclamado obediencia a Dios y sus mandamientos. Sin embargo su comportamiento indicaba todo lo contrario. Los publicanos y las rameras habían tomado un camino de pecado y de maldad, pero se arrepintieron y entonces tomaron el camino de Dios. Ninguno de estos dos grupos era perfecto, pero quienes rectifican y al final hacen lo correcto agradan más a Dios. El Señor está siempre dispuesto a perdonar y recibir a todo aquel que se arrepiente de sus pecados y cambia la dirección de su vida acercándose a él.

Ciertamente esta parábola no alaba a ninguno de los dos hijos. Ninguno de ellos era la clase de hijo que alegraría la vida de un padre. Pero aquel que al final obedeció, sin duda actuó mejor que el otro. El hijo ideal es aquel que acepta las órdenes de su padre con respeto y las obedece inmediatamente sin argumentar. Este es el ejemplo que Jesús nos dio a través de su vida aquí en la tierra. Para él lo primero era obedecer la voluntad del Padre. Así les dijo a sus discípulos junto al pozo de Jacob: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34).

Claro que nuestro Padre celestial sabe que somos imperfectos como aquellos dos hermanos, y que por regla general no seguimos el ejemplo de Jesús. Pero si nos esforzamos, y aún en contra de nuestros propios deseos tratamos de hacer su voluntad, él nos va recompensar. La clave para obtener el éxito comienza desde el momento en que nos esforzamos para obedecerle. Cuando Dios encomendó al joven Josué la dirección del pueblo de Israel, después de la muerte de Moisés, le dijo: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9). Josué se esforzó en obedecer las instrucciones del Señor, el tiempo pasó y finalmente guió a los israelitas a entrar en la tierra prometida y tomar posesión de ella. Cuando hacemos un esfuerzo por cumplir la voluntad de Dios, él nos ayuda en nuestro empeño, y al final disfrutaremos de sus bendiciones.

¿Acaso no han habido ocasiones en las que no has tenido deseos de ir al servicio de adoración o a un culto de oración, pero finalmente te animaste y decidiste ir a congregarte? ¿Cómo te has sentido? ¿No es verdad que recibiste muchas bendiciones? Y cuando, por algún motivo, no has tenido deseos de orar pero hiciste un esfuerzo y pasaste un rato en oración, buscando la presencia del Señor, ¿no es cierto que te inundó una paz inefable? Y en momentos de tristeza y desánimo, cuando te has puesto a cantar alabanzas a Dios sobreponiéndote a tu estado de ánimo, con toda seguridad has recibido el gozo del Señor, el cual te ha fortalecido.

Esfuérzate en poner a un lado tu desánimo, tu cansancio, tu apatía, y concéntrate en obedecer la voluntad de Dios. Seguramente vas a recibir bendiciones en abundancia.

ORACION:
Bendito Padre celestial, oh mi amado Señor, perdoname por esas ocaciones en que me invade la tristeza, el desanimo, la apatia, el cansancio, y no tengo deseos de alabarte ni de elevar mis oraciones a ti. Ayudame, por favor, a reavivar constantemente mi anhelo por obedecerte y hacer todo lo que a ti te agrada. Por favor, pon en mi corazón una pasión por buscar tu voluntad y obedecerla por encima de mis emociones y mis estados de ánimo. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla

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