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sábado, 22 de febrero de 2014

¿QUÉ ES EL PECADO?



Romanos 5:12
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”

¿Cómo sería el mundo si no hubiese guerras, homicidios, robos, ni pleitos familiares? ¿Cómo sería si todos los hombres fueran perfectos como lo fue Adán antes de pecar? Sería un lugar bello ¿verdad? Al comparar nuestro mundo pecaminoso con un mundo sin pecado se nos da una idea de cómo es el pecado.

El pecado ha sido definido de la siguiente manera: “cualquier pensamiento, palabra, acción, omisión o deseo contrario a la ley de Dios”. La palabra pecado se refiere a toda iniquidad y a la corrupción espiritual del alma. Es el opuesto de la justicia.


¿Cómo define la Biblia al pecado?

· “El pensamiento del necio es pecado” (Proverbios 24:9).
· “Todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23).
· “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17).
· “El pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).
· “Toda injusticia es pecado” (1 Juan 5:17).


¿Dónde se origino el pecado?

El relato del origen del pecado en el mundo se encuentra en Génesis 3:1-8. Antes de que el pecado entrara en el mundo el hombre era puro y santo, vivía una vida feliz y estaba contento con todo. Él llevaba la imagen de su Creador; no sabía nada de la culpa ni de la muerte. El hombre estaba libre de toda condenación y gozaba de comunión con Dios. Pero después que Satanás engañó a Eva apareció entonces la primera transgresión del hombre, como dice en Romanos 5:12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. La naturaleza del hombre fue cambiada. En vez de ser “bueno en gran manera” (Génesis 1:31) como lo hizo Dios, ahora Dios tuvo que decir del hombre: “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

Ser un pecador no depende de la clase o el tamaño de los pecados cometidos. Un hombre roba una manzana y otro hombre roba mil dólares. Delante de Dios los dos son culpables. No por robar una cosa pequeña o grande, sino por el simple hecho de robar. Cuando Dios nos dice una cosa y hacemos otra, lo que nos aparta de Dios es nuestra desobediencia.

No nos engañemos, pues, pensando que los pecados nuestros no son tan malos como los de otras personas. Por tanto, aunque nuestro pecado parezca muy pequeño será suficiente para apartarnos de nuestro Dios.

El pecado de Adán y Eva cuando comieron del fruto prohibido no parece importante en comparación con los pecados y crímenes graves que se cometen en la actualidad, sin embargo su pecado bastó para separarlos de Dios y traer sobre ellos y sobre su descendencia la condenación de muerte.

Entendámoslo bien… Este pecado no consistió solamente en extender la mano y tomar el fruto del árbol prohibido; tomar el fruto fue sólo el resultado del hecho de dejar a Dios y seguir a Satanás. El pecado, por lo tanto, fue la condición del alma y no sólo la acción de la mano que cogió el fruto. Del pecado de Adán recibimos la corrupción de la naturaleza humana, la mortalidad y la separación de Dios. Esta condición se ha trasmitido de generación en generación y conduce a cada persona a sus propios pecados.


¿Cómo podemos obtener la VICTORIA SOBRE EL PECADO?

La libertad del pecado sólo es posible cuando nos sometemos al poder de Dios y a la dirección de su Espíritu. No hay poder en el universo que pueda negarnos la victoria perfecta en nuestro Señor Jesucristo, solo basta con que seamos obedientes de la palabra de Dios. Aunque se trate de los hombres más fuertes y más inteligentes lo cierto es que: “separados de [Cristo] nada podemos hacer” (Juan 15:5). Sin embargo, hasta el más débil puede decir: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).


¿Cómo, pues, venceremos?

• Por medio de la sangre del Señor Jesucristo: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero” (Apocalipsis 12:11).

• Por medio de la fe: “Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4).

• Al vestirnos de toda la armadura de Dios: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios (...) para que podáis resistir en el día malo, y (...) sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:10-16).

• Por medio de la palabra: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11).

Nuestra lucha diaria contra el pecado significa una batalla contra los poderes del maligno. Pero tenemos que recordar que “las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios” (2 Corintios 10:4). Confiemos en Dios; su poder es infinito, su amor es infalible y él promete que nunca dejará ni abandonará a los suyos. Es nuestro privilegio experimentar continua y diariamente lo descrito por Pablo: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).



“Gracia y Paz”

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