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viernes, 28 de febrero de 2014

¿LE HAS HECHO CONCESIONES AL ENEMIGO?



1 Reyes 11:1-6
“Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre”.

La situación de que nos habla este pasaje es muy triste, pues se trata de la última etapa en la caída del rey Salomón. Dice el v.6: “E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová”. Cuando la Biblia usa esta expresión, ciertamente nos muestra la tristeza y la desilusión de Dios ante la actitud de un siervo suyo, el cual se ha alejado de sus preceptos y reglamentos. Al principio la actitud de Salomón fue muy diferente. Cuando originalmente el Señor se acercó a Salomón y le dijo: “Pide lo que quieras que yo te dé” (1 Reyes 3:5), el rey le pidió sabiduría para gobernar al pueblo y dice la Biblia que “le agradó al Señor que Salomón pidiese esto”. Y en 1 Reyes 3:3, la Biblia afirma: “Mas Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David; solamente sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos”. Sin duda, inicialmente existía una dependencia de Dios en la vida de Salomón. Su actitud mostraba sumisión y obediencia, y como resultado disfrutaba de la paz y las bendiciones del Señor. Por eso dijo: “Ahora Jehová mi Dios me ha dado paz por todas partes; pues ni hay adversarios, ni mal que temer” (1 Reyes 5:4). ¿Cómo, entonces llegó Salomón a hacer “lo malo ante los ojos de Jehová”?

Todo se originó cuando él comenzó a darse a sí mismo ciertas concesiones que no estaban de acuerdo a los mandamientos de Dios. Primero, empezó a tener relaciones con naciones idólatras, no obstante las advertencias de Dios. Traía caballos y carros de Egipto (1 Reyes 10:28), lo cual parece algo inocente pero es realmente una concesión. También Dios les había dicho a los israelitas que no se acercaran a las mujeres de esas naciones, pero Salomón se casó con la hija de Faraón. Luego se comprometió más hasta llegar a tener cientos de esposas y concubinas. Después permitió que otros adoraran ídolos, y pronto él se involucró también en la práctica. Finalmente se rebajó tanto que construyó un lugar de adoración a Moloc donde se sacrificaba a niños pequeños.

Esta es una horrible demostración de cómo funcionan las concesiones. Realmente no caemos de repente en una vida de pecado, más bien nos deslizamos hacia ella a través de las concesiones. Poco a poco permitimos cosas en nuestras vidas que calificamos de “sin importancia”, pero que no agradan al Señor. Quizás al principio nos sintamos un poco incómodos pero nos vamos acostumbrando, y cuando nos sentimos confortables, seguimos con otra concesión y así una tras otra, hasta que nuestra vida toda es una calamidad espiritual.

La vida del rey Salomón es un ejemplo perfecto de cómo una pequeña concesión puede llevar a la destrucción. En un momento determinado podemos ceder a la presión de los demás en muchas áreas diferentes: la moral, los buenos principios, la forma de vestirse, o la participación en chismes o en conversaciones insinuantes. Pero esa “pequeña” concesión conduce a otra más seria, y con cada concesión nuestra relación con Dios se debilita más, y el pecado va tomando control de nuestras vidas.

Alguien dijo: “Si le das a Satanás una pulgada, él construirá tus reglas.” Ten esto en cuenta al momento de hacer algo que te parece “sin importancia”. No hagas concesiones al enemigo, pues tarde o temprano te llevarán a la destrucción, sino rígete estrictamente por la Palabra de Dios.

ORACIÓN:
Padre santo, te confieso que muchas veces he permitido cosas en mi vida que no te agradan a ti, y que yo he considerado como “algo sin importancia”. Por favor, perdóname y ayúdame a no hacer ningún tipo de concesión al enemigo que afecte mi relación contigo. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla

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