Padre santo,
¡cuánto anhelo vivir una vida de santidad que te complazca a ti en todo! Pero
reconozco que para mí es muy difícil, mas no imposible. Por eso te doy gracias
por Jesucristo y por las promesas de salvación y vida eterna a través de su sacrificio.
Por favor, ayúdame a agradarte en todo lo que haga. Ilumina mi camino para
encontrar la perfección y la santidad día a día. En el nombre de Jesús, Amén.
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jueves, 3 de octubre de 2013
¿ESTÁS EN MEDIO DE UNA LUCHA?
Romanos 7:14-25
“Porque sabemos
que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que
hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso
hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera
que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que
en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en
mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal
está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero
veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me
lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo
Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con
la carne a la ley del pecado”.
En este pasaje, el
apóstol Pablo nos habla de una experiencia que es la esencia misma del
comportamiento humano. El sabía lo que era bueno, deseaba hacer lo que era
bueno, y sin embargo no podía hacerlo. Sabía lo que era malo, lo último que
hubiera querido hacer era lo malo, y sin embargo lo hacía. Pablo se sentía
acosado por ese sentimiento de frustración; esa capacidad para ver lo bueno, y
la incapacidad para hacerlo; esa capacidad para reconocer lo que era malo, y
esa incapacidad para evitar hacerlo.
Ahora bien, es
necesario tener sumo cuidado al juzgar la actitud de Pablo en relación a su
pecado. Si lo juzgamos, vamos a hacerlo de acuerdo al patrón de cada uno de
nosotros. Y este patrón cambia a medida que cambia nuestro nivel espiritual,
nuestra mente y nuestro corazón. No miramos el pecado de la misma manera antes
de nuestra conversión que después de caminar un tiempo en los caminos del
Señor. Un hombre que llevaba algún tiempo de convertido dio el siguiente
testimonio: “Antes de conocer a Cristo, llevaba una vida de placeres. Me
deleitaba en el sexo y en las fiestas sin que esto causara en mí la más mínima
preocupación. Las palabras fornicación o adulterio no tenían ningún significado
negativo para mí. Sin embargo ahora, sólo mirar a una mujer codiciándola me
hace sentir mal”.
¿A qué se debe
la diferencia? Cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, el Espíritu
Santo viene a morar en nosotros, y ahora actúan en nuestras vidas dos
naturalezas: la vieja naturaleza pecadora que quiere vivir una vida
egocéntrica, haciendo todo lo que le gusta hacer, y la nueva naturaleza
espiritual que quiere que vivamos de acuerdo a la voluntad de Dios. A medida
que crecemos espiritualmente y nos acercamos más a Dios, la luz redentora del
Señor nos permite ver pecados que antes no podíamos ver, pues vivíamos en
tinieblas. También el Espíritu Santo nos redarguye, nos recuerda lo que no
agrada a nuestro Padre celestial, y nos causa pesar hacer algo que le ofenda.
Entonces, ¿qué
era lo malo que Pablo aborrecía, y sin embargo lo hacía? No se sabe a ciencia
cierta, pero para un hombre del nivel espiritual del apóstol Pablo, bien podría
haber sido alguna pequeña manifestación de ira, o un simple pensamiento que, de
acuerdo a sus principios, podría desagradar a Dios, o quizás actuó injustamente
con alguien, en fin cualquier cosa que fuera un obstáculo para llegar al grado de
perfección que él anhelaba. Esta lucha constante le llevó a decir: “¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte?”
Pero la buena
noticia es que Dios entregó a su Hijo precisamente porque él conoce nuestra
incapacidad de vivir una vida de total santidad. Por eso Pablo dice: “Gracias
doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” Y concluye esta idea en el próximo
capítulo de esta carta, diciendo: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para
los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha
librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).
ORACIÓN:
Padre santo,
¡cuánto anhelo vivir una vida de santidad que te complazca a ti en todo! Pero
reconozco que para mí es muy difícil, mas no imposible. Por eso te doy gracias
por Jesucristo y por las promesas de salvación y vida eterna a través de su sacrificio.
Por favor, ayúdame a agradarte en todo lo que haga. Ilumina mi camino para
encontrar la perfección y la santidad día a día. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
¿ERES TOLERANTE Y PERDONADOR?
Siempre he
tenido la idea que trabajar con máquinas es fácil, pues nunca se quejan, nunca
se molestan, nunca se irritan, no andan unos días de buenas y otros de malas,
incluso si llegan a padecer de algún mal funcionamiento mecánico, se arreglan o
sencillamente se tiran a la basura y listo. Esto no lo encontramos al trabajar con
seres humanos.
Seres Imperfectos:
La experiencia
de vida nos dice que debemos aprender a relacionarnos con los demás. Eso
implica ser tolerante. Debo aprender a tolerar las imperfecciones de mis
semejantes, así como también ellos deben aprender a tolerar las mías. Ninguna
persona sobre la faz de la tierra es perfecta, eso lo sabemos muy bien. Siempre
encontraremos alguna falla, algún defecto de carácter. Pero siendo
verdaderamente honestos, en lugar de decir que tenemos “algún defecto” deberíamos
de decir “muchos defectos”. El apóstol Pablo dice en Romanos 6:19 “Hablo como
humano, por vuestra humana debilidad…” Da a entender claramente que reconoce la
imperfección humana, por lo que trata exactamente así con aquellos a quienes dirige
su misiva.
El que no es “gordo” es “chibolón”:
En una ocasión escuche
a un hermano decir que “el que no es gordo es chibolón”. Esto significa que si
no padecemos de una cosa, padecemos de otra. Medita cuáles son tus propias
fallas, te aseguro que rápidamente encontrarás varias. Si tu consciente se
niega a verlas, te sugiero algo más, pregúntale a la persona con la que te
relacionas más. Puede ser tu conyugue, tus padres, un hermano, un compañero, un
amigo, etc. la lista empezará a crecer y mejor preferirás parar.
Ahora bien, el
punto para mí es este: ¿Cómo convivir unos con otros? ¿Cómo soportarnos? ¿Cómo
hacer para que a pesar de todas nuestras fallas y mal genio sigamos teniendo
buenas relaciones, amistosas y estables? La respuesta se encuentra en el
principio de tolerancia y luego, en el pedir
perdón y en perdonar.
A. La Tolerancia :
La tolerancia
debe entenderse como el respeto hacia las ideas, creencias o prácticas
diferentes o contrarias a las mías, respetando consiguientemente las de los
demás. No todos piensan igual que yo, no puedo pretender, por lo tanto,
imponerme sobre ellos. Cristo mismo no impuso, Él enseñó, adoctrinó, predicó,
instó a la conciencia humana, empero nunca trató de que sus enseñanzas fueran
aceptadas a la fuerza, por obligación o imposición. Por ejemplo en 1 Pedro 5:2
encontramos que el apóstol Pedro, guiado por el Espíritu Santo, se dirige a los
líderes diciéndoles “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,
cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente…”. Esta claro que la intencionalidad
divina, no es la de someter a nadie y sí la de ser tolerante hasta que su
Palabra sea oída, recibida, atendida, creída y se convierta en una práctica de
vida.
B. Perdonar y Ser Perdonado:
Luego sigue la
necesidad de pedir perdón y perdonar. Creo que hasta cierto punto es normal que
nos equivoquemos. Al equivocarnos probablemente lastimamos, causamos heridas a
otros; quizás hasta les causemos golpes tanto físicos como emocionales; quizá
causemos fracturas sentimentales, y otras veces defraudaremos la confianza que nos
han dado, en fin… son tantas las opciones a este respecto que es difícil abarcarlas
todas. Pero con las referidas ya tenemos un buen panorama. El punto es que como
no soy perfecto, esas imperfecciones saldrán a la luz e indudablemente dañarán
a otros tarde o temprano.
Dos Tipos de Respuestas:
¿Piensa cómo te
has sentido cuando alguien te ha lastimado? ¿Cómo has respondido? He aprendido
que sólo hay dos maneras de responder: la primera es una respuesta emocional y
la segunda es una respuesta pro-activa. La primera me hace explotar, vociferar,
actuar con ira, el rencor sale a relucir, el ogro interior se desata, es como
el terrible Hulk, el hombre verde, que la gran mayoría llevamos dentro. Se
desata la bestia interna, nos lleva a la amargura, al resentimiento y al
rencor.
Levítico 19:18
aconseja “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino
amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. Para poder realmente llevar a
cabo el consejo divino se debe responder pro-activamente. Este tipo de
respuesta ya no es emocional. Cuando la respuesta emocional destruye, la
respuesta pro-activa construye y edifica. Cuando la respuesta emocional espera que
ocurran los acontecimientos, la respuesta pro-activa prevé los acontecimientos
y establece líneas de acción a seguir si llegaran a suceder. Así es como me
gusta ver las cosas. Esto implica estar preparado para cualquier evento inesperado.
Y en la vida cotidiana lo más seguro es que suceda. Sucederá al relacionarme
con los demás seres humanos. En el momento menos esperado me herirán, me lastimaran,
me defraudaran, me causaran daño, a veces sin querer y muchas veces con toda intención.
Adoptando el Perdón como una filosofía de
Vida:
Debo estar siempre
dispuesto a perdonar toda ofensa que me hagan. Esta es una filosofía de vida que
me lleva a actuar de conformidad con la Palabra de Dios y con la realidad humana. Si yo
amo verdaderamente, es imposible que guarde rencor, lee 1 Corintios 13:5 y toda
sombra de duda se alejará de ti. El amor genuino me lleva a perdonar. Cuando
perdono libero al individuo ofensor o deudor, pero principalmente me libero a
mí mismo. De no hacerlo le niego al ofensor la oportunidad de progresar, de
prosperar y de ser feliz, pero también me la estoy negando a mí mismo. Ninguna persona
amargado puede ser verdaderamente feliz. Será el grumo en la harina, el pelo en
la sopa, la piedra en el zapato. Yo he decidido perdonar, para ser feliz. Me
niego a aferrarme al rencor, a la ira, al resentimiento y a los deseos de
venganza.
Eso es actuar
con piedad. Eso es ser cristiano verdadero y no una pantomima de cristiano. Eso
es honrar a Dios en el llamado tan sublime que Él nos ha hecho.
Vivamos una vida
digna. Si ofendiste, si defraudas, si hieres… pide
perdón. Si te hirieron, si te defraudaron, si te ofendieron… perdona. Cuando lo aprendas hacer de esa
manera entonces vivirás una vida PLENA y FELIZ.
“Gracia y Paz”