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miércoles, 7 de agosto de 2013

¿TIENES TU EL VIRUS: MORBUS SABBATICUS?



MORBUS SABBATICUS es una enfermedad del alma muy común en los miembros de la Iglesia y ataca repentinamente el domingo por la mañana y los días que hay estudio bíblico por la tarde, el hermano o hermana no siente ningún síntoma, hace sus tareas, cumple con su trabajo, va al mercado a hacer sus compras, va de visita o de paseo, no importa si está lloviendo, come bien, duerme bien, pero cerca de la hora de ir a la Iglesia le ataca el virus, su ánimo decae, se siente mal, le duele el cuerpo, cree que tiene fiebre y que necesita descansar y continúa hasta que el servicio ha terminado o un poco antes. 

Cuando su familia regresa de la Iglesia ya le encuentran mejor. ¡Grande Milagro! Esto se repite cada semana, el paciente puede hacer de todo durante toda la semana, se siente en forma para hacer de todo, no siente ningún malestar, su espíritu se siente alegre, ríe, goza, disfruta de la vida, ve la televisión, lee el periódico o alguna revista, nada hace presagiar que esté enfermo. Pero cuando llega las 9.00 a.m. del Domingo o las 6.00 p.m. de los demás días, el virus empieza a atacar y el ciclo de la enfermedad se repite.


Características peculiares de esta enfermedad:

1.- Solo ataca a los miembros de la Iglesia.
2.- Nunca aparece en otros días de la semana.
3.- Los síntomas pueden variar en cada caso, pero no quitan el apetito ni el sueño.
4.- Nunca permanece por más de unas horas en esos días.
5.- Generalmente empieza a atacar al jefe de la familia o a la esposa y contagia a toda la familia si no se cura a tiempo.
6.- Ninguno llama a un médico para atender este caso.
7.- Es grave y fatal para el alma, todas sus víctimas están en el infierno.
8.- No hay remedio humano para este mal, lo único recomendado por Dios es un sincero arrepentimiento, confesar los pecados y humillarnos ante Dios. Suplicar su gracia.
9.- El nuevo nacimiento y el sacrificio de Cristo es el antídoto.
10.- Es una plaga peligrosa y barre con miles cada año, llevándoles prematuramente a la destrucción.


RECOMENDACIONES:

Si alguno padece esta grave enfermedad, que recurra inmediatamente a Jesucristo, él no permitirá que esta enfermedad le ataque y le destruya.


¡¡Prevenir es lamentar!!



“Gracia y Paz”

ORAD SIN CESAR



1 Tesalonicenses 5:17
“Orad sin cesar”

Esta porcion de la escritura podría ser muy confusa. Obviamente, este mandato no puede significar que debemos estar en una postura de cabeza inclinada y ojos cerrados durante todo el día. El apostol Pablo no se refiere a NOo dejar de hablar, sino a una actitud de conciencia de Dios, y rendición a Dios que llevemos con nosotros todo el tiempo. Cada momento despiertos, es para vivirse en la conciencia de que Dios está con nosotros y de que Él está activamente involucrado y comprometido con nuestros pensamientos y acciones.

Cuando nuestros pensamientos se vuelven hacia la preocupación, el temor, el desánimo y el enojo, debemos consciente y prontamente convertir cada pensamiento en oración y cada oración en acción de gracias. En su carta a los filipenses, Pablo nos ordena dejar de estar ansiosos y en su lugar, “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (4:6). Él enseñó a todos los creyentes en Colosas a “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias.” (Colosenses 4:2). Pablo exhortó a los creyentes efesios a ver la oración como un arma para usarse en la lucha de batallas espirituales (Efesios 6:18). Un famoso predicador, describía la vida cristiana de oración, diciendo que es “Como los caballeros de antaño, siempre en guerra, que no siempre cabalgaban veloces sobre sus corceles, con sus lanzas en riestre para derribar al adversario; pero siempre con sus armas listas, para usarlas con prontitud… Esos formidables guerreros, con frecuencia dormían con su armadura puesta; de igual manera, cuando durmamos, hemos de mantener el espíritu de oración, para que si despertásemos por la noche, podamos todavía estar con Dios”.

A lo largo del día, la oración debe ser nuestra primera respuesta ante cada situación inquietante, ante cada pensamiento de ansiedad, ante cada tarea indeseable que Dios nos mande. La falta de oración ocasionará que dejemos de depender de la gracia de Dios y en su lugar dependamos de nosotros mismos. La oración continua es, en esencia, dependencia del Padre y comunión con Él.

Para los cristianos, la oración es como el respirar. No tienes que pensar en respirar, porque la atmósfera ejerce presión en tus pulmones y te fuerza a respirar. Es por ello que es más difícil sostener tu respiración que respirar. Similarmente, cuando nacemos en la familia de Dios, entramos a una atmósfera espiritual donde la presencia y la gracia de Dios ejercen presión o influencia en nuestras vidas. La oración es la respuesta normal a esa presión. Como creyentes, todos hemos entrado en la atmósfera divina para respirar el aire de la oración. Sólo entonces podemos sobrevivir a la oscuridad del mundo.

Desafortunadamente, muchos creyentes sostienen su respiración espiritual por largos períodos, pensando que unos breves momentos con Dios son suficientes para permitirles sobrevivir. Pero tal restricción de su consumo espiritual es causada por deseos pecaminosos. De hecho, cada creyente debe estar continuamente en la presencia de Dios, constantemente respirando Sus verdades, para funcionar plenamente.

Por ser la nuestra una sociedad libre y próspera, es más fácil para los cristianos sentirse seguros por suponer –en vez de depender de— la gracia de Dios. Muchos creyentes se muestran satisfechos con las bendiciones físicas y tienen pocos deseos de bendiciones espirituales. Habiéndose vuelto tan dependientes de sus recursos físicos, ellos sienten poca necesidad de recursos espirituales. Cuando los programas, métodos o dinero, producen resultados impresionantes, existe una inclinación a confundir los éxitos humanos con bendiciones divinas. De hecho los cristianos pueden comportarse como humanistas prácticos, viviendo como si Dios no fuera necesario. Cuando eso sucede, desaparece la añoranza apasionada por Dios y el anhelo por Su ayuda, así como Su fortalecimiento. Por este común y gran peligro, Pablo urge a los creyentes a “Orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17) y a “perseverar en la oración” (Colosenses 4:2). La oración continua, persistente, incesante, es una parte esencial de la vida cristiana y surge de la dependencia de Dios.



“Gracia y Paz”

¿ESTÁS USANDO EL PODER QUE HAY EN TI?


Mateo 5:13-16
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Hace varios años un fuego destruyó un edificio en cuyo interior había varias toneladas de hielo. Investigaciones posteriores concluyeron que, aunque el edificio contenía miles de galones de agua, en realidad no causó ningún efecto en el fuego, pues el agua no se encontraba en estado líquido. Muchos cristianos tienen un problema similar. No obstante de ser bendecidos con toneladas de recursos para testificar, y para servir y para enfrentarse a todo tipo de problemas, actúan como si estuvieran en estado de “congelación” y no pueden utilizar esos recursos.

En el pasaje de hoy, Jesús dice que nosotros somos sal y luz, pero nos advierte del peligro de que la sal puede desvanecerse y la luz puede apagarse o permanecer oculta. La sal como condimento no es útil a menos que esté en contacto con la comida y se mezcle con ella. Entonces dará sabor a los alimentos insípidos o realzará el sabor de aquellos que tienen poco sabor. Jesús nos llama a “condimentar” la sociedad en su nombre mezclándonos con aquellos que no han probado el “sabor” del evangelio. La luz se hizo para que fuese visible a todos. Los “Cristianos anónimos”, los “creyentes secretos”, como muchos, tienen que dejarse ver y deben resplandecer con la luz de Cristo entre aquellos que viven en tinieblas. Este es el corazón del evangelio de Cristo.

Justo antes de la ascensión a los cielos, Jesús comisionó a los discípulos para que predicaran el evangelio por todo el mundo. Con ese fin les dio autoridad y poder diciendo: “Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16:17, 18). El poder para hacer todas estas cosas nos ha sido dado a los cristianos por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros. Así les prometió Jesús a los apóstoles en Hechos 1:8: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Después de recibir esta promesa, los discípulos se retiraron a un lugar aparte, y allí “perseveraban unánimes en oración y ruego”, dice Hechos 1:14. Hasta que, habiendo permanecido juntos en ese mismo espíritu, por primera vez se manifestó el Espíritu Santo, llenando con su poder a todos los que allí se encontraban. A partir de ese momento, los apóstoles predicaron con denuedo la Palabra de Dios, sanaron enfermos, echaron fuera demonios e hicieron muchas señales que glorificaron el nombre de Dios.

Si tú has aceptado a Jesucristo como tu salvador, tienes dentro de ti ese poder maravilloso, dice Efesios 1:13-14. Depende de ti que esté “congelado” si vives una vida de indiferencia espiritual, o activado si te entregas con pasión a la búsqueda de una íntima comunión con el Señor por medio de la constante oración y la lectura de la Biblia cada día de tu vida. Entonces podrás utilizarlo para predicar el evangelio, para hablar a otros de la salvación a través del sacrificio de Cristo, para alumbrar a los incrédulos por medio de tu testimonio, para sanar enfermos y echar fuera demonios en el nombre de Jesús, para enfrentarte a los problemas de la vida y obtener la victoria, para que en todo lo que hagas sea glorificado el nombre del Señor.

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias por el poder que has depositado en mí. Te ruego me ayudes a desarrollarlo al máximo para que yo pueda usarlo cada día de mi vida para llevar adelante tus planes y que tu nombre sea honrado y glorificado. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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¿QUE HA PASADO CON EL CELO DE LA IGLESIA ACTUAL?

    
Apocalipsis 3:19
“...sé, pues, celoso, y arrepiéntete”

Cuando apreciamos la profundidad bíblica de la palabra “celo”, lejos de la definición egoísta y atrofiada de los hombres, descubrimos los ingredientes de un sentimiento santo, abnegado, diligente y con un alto concepto de fidelidad. Dios es celoso por naturaleza; así se expresa de sí mismo al momento cuando revela sus mandamientos en Éxodo 20:5.

Dios demanda exclusividad. El nos anhela celosamente (Santiago 4:5) y cuando su intimidad, su santidad o sus estatutos son traspasados, afrentados y transgredidos, su naturaleza celosa y santa, se levanta como el fuego.

Cristo, siendo Dios hecho carne, manifestó el furor de su celo santo en aquel memorable episodio cuando expulsó violentamente a los cambistas y sinvergüenzas que habían convertido el templo de Dios en cueva de ladrones: “dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume” (Juan 2:16-17).

Como vemos, el carácter santo de Dios, contempla aquel celo inherente, que se levanta y se manifiesta a veces estruendosamente. Es la impresión y aquel sello de santidad y exclusividad que Dios, también nos ha compartido por medio de su Santo Espíritu.

Pero ¿qué ha pasado con el celo de la iglesia actual? ¿Acaso no hemos estado contemporizando con el pecado y con el error? ¿Nos hemos hecho compañeros de la condescendencia, y cual avestruces hemos escondido la cabeza frente a la apostasía que furiosamente se ha levantado por todos estos años? Sin duda, es el pavor a pagar el precio de la verdad.

Así es amados hermanos. La iglesia actual esta adormecida. Ha perdido la capacidad de asombro, y lo mas grave, ha perdido el celo de Dios. A nadie le alertan las costumbres, ideas o filosofías extrañas que pululan en medio del pueblo de Dios. Hemos perdido el celo de Dios. Estamos conviviendo entre lo neutral, lo tibio y lo relativo. Pero el llamado y la demanda de Dios para este tiempo, es tan solemne y preciso; es tan elevado y absoluto, que no resiste análisis.

Amados, arrepintámonos y seamos celosos. El amor de Dios conlleva necesariamente el celo por lo amado, y de ninguna manera tiene como ingrediente aquel “amor” forjado en el corazón humano, lleno de levadura y miel, tan pregonado por la cristiandad actual.

“Gracia y Paz”

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PERDONAR, ES PONER UN PRISIONERO EN LIBERTAD, Y DESCUBRIR QUE EL PRISIONERO… ERAS TU…



Mateo 18:21-35
“Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”.


“Gracia y Paz”