1 Tesalonicenses 2:3-5
”Porque nuestra exhortación no
procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos
aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como
para agradar a los hombres, sino a Dios que prueba nuestros corazones. Porque
nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios
es testigo”.
Los siervos de Dios, llámense
como se llamen o como usted quiera llamarlos, son mayordomos por designación
divina a quienes se les “confía el evangelio”. Este es un gran privilegio; pero
al mismo tiempo, una responsabilidad solemne. “Ahora bien, se requiere de los
administradores, que cada uno sea hallado fiel” (2 Corintios 4:2). Esta
fidelidad implica por lo menos tres elementos que deben ser los correctos:
el
mensaje (nuestra exhortación no procedió de error).
el
motivo (ni de impureza).
el
método(ni fue por engaño).
El mensaje debe ser el correcto y
este mensaje es el evangelio de Jesucristo, el evangelio de la gracia de Dios. Existe
un sólo evangelio y éste se centra en la muerte, sepultura y resurrección de
Cristo Jesús. El evangelio (buenas nuevas) es “que Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a las escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al
tercer día, conforme a las escrituras” (1 Corintios 15:3-4). Los pecadores que
se arrepienten y confían en Jesucristo son perdonados y Dios les concede el Don
de la vida eterna (1 Juan 5:10-13).
Dios es tan celoso respecto a su
mensaje que El mismo declara “anatema” a cualquiera que predica “otro
evangelio” (Gálatas 1:6-9). Los que cambian su mensaje añadiéndole, quitándole
o pervirtiéndolo, son maestros falsos que le son infieles al Señor y están en
peligro de recibir su castigo. Su mensaje proviene “del error”. El evangelio de
la prosperidad de nuestros días está perfectamente acomodado a una sociedad
como la nuestra que idolatra la salud, la riqueza y la felicidad. Las personas
que predican este evangelio rebuscan por aquí y allí en el antiguo testamento,
para extraer sus versículos comprobatorios; pero rechazan a sabiendas “todo el
consejo de Dios” (Hechos 20:27).
El “evangelio de la prosperidad”
es un mensaje para la gente que busca una “solución rápida” para sus vidas;
pero no un cambio permanente en su carácter. Pareciera ser que hay demasiados
cristianos que desean disfrutar la sensación de sentirse bien; pero no están
dispuestos a sufrir los inconvenientes de seguir el bien.
¿Porqué se preocupa tanto Dios
porque prediquemos el mensaje correcto?. Porque Dios exige integridad y el
evangelio falso la destruye. En primer lugar, el mensaje del evangelio se
relaciona vitalmente con la naturaleza misma de Dios. Jesús no se limita a
salvar, Él es el salvador.
Cuando cambiamos el mensaje de
Dios, cambiamos al Dios del mensaje. El “dios” de los predicadores de la
“prosperidad”, no es el Dios de la
Biblia o el Dios de la Iglesia histórica. El evangelio “pop” de la
“prosperidad trata de hacernos creer que la mayor preocupación de Dios es
hacernos felices, no santificarnos y que se preocupa más por nuestro bienestar
físico y material que por el moral y espiritual. El “dios de la prosperidad” es
un mensajero celestial cuya única responsabilidad es responder a todos nuestros
llamados y asegurarse de que estemos gozando de la vida.
Cuando escucho a estos
predicadores hay varias preguntas que vienen a mi mente. De acuerdo con su
teología, ¿dónde está el Dios de Abraham, a quien se le pidió que sacrificara a
su único hijo? ¿Dónde está el Dios de Isaac, que estuvo dispuesto a colocarse
en el altar? ¿Dónde está el Dios de Jacob, cuyos hijos le causaron dolor y
vergüenza? ¿Dónde está el Dios de Moisés, a quien le fue prohibido entrar a la
tierra prometida por haberle robado la gloria a Dios? ¿Dónde está el Dios de
los apóstoles que fueron arrestados, azotados, martirizados y muertos porque
seguían predicando a Jesús? ¿Dónde está el Dios de nuestro Señor Jesucristo
quien sufrió como nadie ha sufrido jamás: “Herido de Dios y abatido” (Isaías
53:4). No encuentro a ese Dios en sus predicaciones. ¿Por qué? Porque no se
adapta bien a su mensaje. Predican un evangelio sin integridad, un mensaje
incompleto, divorciado del mismísimo Dios que afirman representar. Un evangelio
parcial no es evangelio, ya que no puede haber buenas nuevas cuando Dios mismo
queda excluido de ellas.
Nuestra tarea no es decirle a la
gente lo que desea escuchar, nuestra tarea es darles lo que necesitan del
evangelio tratando de lograr que lo deseen. El mensaje de la “prosperidad”
aconseja al creyente de la actualidad a no pronunciar nunca palabras que
signifiquen dolor, enfermedad, fracaso. Ya estuve en un lugar donde el
predicador les pidió a sus oyentes que repitieran en voz alta: “Todo lo que
toco prosperará. No puedo fracasar. Nada de lo que toco fracasará. Todo lo que
toco tendrá éxito. No sé lo que es el fracaso”. Otros ofrecen buena cosecha y
abundante, si antes siembras en sus manos dinero. Otros te ofrecen un 4x4 si es
que eres capaz de regalar tu viejo peugeut. Otros te ofrecen que pares de
sufrir si compras esto u otra cosa. Otros te ofrecen que sanarás, que
encontrarás trabajo, que volverás a unirte al ser amado, etc., etc. Al escuchar
tales tonterías, uno comienza a preguntarse si realmente tenemos una traducción
correcta de la palabra de Dios. Ciertamente no hay nada de eso en mi Biblia.
Si resolvemos poner a Dios en
servidumbre con respecto a todos nuestros caprichos, se convierte entonces en
nada más que despensero bajo nuestras órdenes. ¿Y qué ocurre entonces si mi
plan fracasa? Bien, evidentemente debe ser culpa de Dios. Si no me da
exactamente lo que le pido, Él debe de haber fracasado en algún punto.
El evangelio de la “prosperidad”
no sólo presenta una imagen distorsionada de Dios, sino que pervierte la
doctrina bíblica de la persona y la obra de Jesucristo. Dios tiene el derecho
de entablarle juicio a todos aquellos que predican el evangelio falso, porque
el mensaje del evangelio le costó a Él su propio hijo. Jesús derramó su sangre
para satisfacer la santa ley de Dios para que los pecadores perdidos pudiéramos
alcanzar el perdón y reconciliarnos con Dios. El transformar el Calvario en una
tarjeta de crédito santificada que nos da el privilegio de lanzarnos en una
carrera hedonista es abaratar la obra que más le costó a Dios.
Los predicadores de la
“prosperidad” no consideran que la conformidad con Cristo es la meta de la vida
cristiana. Es muy probable que se sientan avergonzados cuando se enfrentan al
hecho de que, de acuerdo con su mensaje, Jesús no fue un hombre de
“prosperidad”. No era rico y pasó su vida identificándose con los pobres y
marginados. Era “un varón de dolores y experimentado en quebrantos” (Isaías
53:3), no una celebridad que disfrutara una vida de extravagancias. Quizás me
equivoque, pero creo que si Jesús estuviera en la tierra hoy día, condenaría
los estilos de vida ostentosos y llamativos de estos predicadores de la
“prosperidad” y sus discípulos. Cristo repudia el evangelio de la “prosperidad”
con su vida, ministerio, enseñanzas y sobre todo con su muerte.
Los predicadores de la
“prosperidad” nos presentan una imagen distorsionada de Dios, el Salvador, la
fe Cristiana y también de la
Iglesia. De acuerdo con ellos, la Iglesia de Jesucristo es
una reunión de personas felices que disfrutan la vida. De acuerdo con mi
Biblia, la Iglesia
es la reunión de personas quebrantadas que buscan la santidad ante Dios y ser
ayuda para un mundo necesitado. Sí, debe haber alegría y gozo cuando se
congrega a adorar, pero también se deben compartir las cargas, limpiar las
heridas y sanar los corazones quebrantados. No obstante, de acuerdo con el
evangelio de la “prosperidad”, ¡LOS CRISTIANOS NO DEBEN PADECER EN ABSOLUTO!
Tenemos momentos de felicidad;
pero esta no es nuestra meta suprema. Nuestros objetivos son la santidad y el
servicio; la felicidad es apenas una “añadidura”.
Cuando la Iglesia predica el mensaje
incorrecto, causa división y el ministerio pierde su integridad. No podemos
divorciar nuestro mensaje de la naturaleza de Dios, lo que Él hizo en el
calvario, lo que está haciendo hoy día en el mundo y lo que hará en el futuro.
Sin embargo, eso es justamente lo que han logrado los voceadores de la
“prosperidad”. Una vez que alguien se fabrica su propio evangelio, no pasará mucho
tiempo antes que comience a practicarlo y entonces comienza a perder su
integridad
La verdad triunfará siempre, y la
verdad es que estamos aquí en este mundo para el deleite de Dios y que Él no
está aquí para nuestro deleite. Es el glorioso plan de Dios el que saldrá
finalmente victorioso y no el del hombre.
“Gracia y Paz”
Tiempos de Apostasía