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jueves, 5 de diciembre de 2013

¿PUEDES IDENTIFICAR LA VOZ DE DIOS?


1 Reyes 19:11-13
"Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?”

El profeta Elías había recibido amenazas de muerte de parte de Jezabel, mujer del rey Acab, debido a que él había matado a todos los profetas de Baal. Temiendo por su vida, Elías huyó y se metió en una cueva. Este pasaje nos cuenta que allí Elías oyó el ruido del intenso viento, después sintió el poder del terremoto y tras el terremoto presenció el ardiente fuego, pero en ningún momento escuchó la voz de Dios. Entonces hubo “un silbo apacible y delicado”, y Elías salió, y se puso a la puerta de la cueva. Fue entonces que escuchó la voz del Señor, quien le dio instrucciones claras de lo que tenía que hacer.

El libro Cantar de los Cantares describe la pasión de dos amantes que buscan comprenderse entre sí y profundizar su amor. En el capítulo 5, versículo 2, la novia dice: “Yo dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Ábreme, amada mía...” De manera similar nuestro amante Padre celestial está siempre hablando, llamando y buscando entrar en nuestras vidas. Dios espera encontrar nuestros corazones despiertos, aun cuando estamos dormidos. Sin embargo, nuestros intranquilos corazones se inclinan a buscar nuevos amantes. ¡Son tantas las voces que llenan nuestra mente! ¿Alguna vez has estado solo, escuchando esas voces interiores? ¿Te resultó fácil identificar la voz de tu Padre?

En Juan capítulo 10, la Biblia habla de los pastores de ovejas de aquellos tiempos y su relación con sus ovejas. Dice que cuando el pastor sacaba sus ovejas del corral, “va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (v.4) ¿Y por qué razón conocen su voz? Porque adquirieron el hábito de escucharlo por medio de la práctica diaria durante toda su vida. “Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños” (v.5). Más adelante (v.11), Jesús dice: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”. Y finaliza diciendo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (v.27-28).

En Apocalipsis 3:20 el Señor hace una invitación a su iglesia: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. En aquellos tiempos el desayuno y el almuerzo se tomaban de manera similar a los tiempos actuales. Cada miembro del hogar desayunaba un poco a la carrera a medida que iban saliendo para el trabajo. El almuerzo lo tomaban en cualquier lugar donde se encontraban a esa hora. Pero la cena era algo muy distinto. Todos juntos se sentaban a la mesa y como no había televisión, ni cine, ni otras actividades nocturnas, aquel era el momento en que la familia podía sentarse a compartir y conversar acerca de las actividades del día, tranquilamente, sin apuros. Era un rato de verdadera comunión. Cuando el Señor habla de cenar con aquel que abra la puerta de su corazón, realmente está hablando de una íntima comunión. Está mostrando su deseo de relacionarse con cada uno de nosotros de una manera sincera, profunda, especial.

El Salmo 46:10 nos dice: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios”. No podemos conocer a nuestro Dios sin antes cerrar la puerta al ruido y las distracciones de este mundo, y buscar la quietud y la tranquilidad. Es necesario desarrollar el hábito de aquietarnos, para oír a Dios cuando nos habla. Es imprescindible separar un tiempo diariamente, en el que podamos aislarnos del bullicio y la constante inquietud del mundo y entregarnos por completo a buscar el rostro del Señor y tratar de escuchar su voz. A través de esta práctica diaria llegará un momento en que nos resultará fácil identificar la voz de Dios.

ORACIÓN:
Padre amado, te ruego afines mi oído espiritual para que yo pueda reconocer tu voz cuando me hablas y así conocer tu voluntad en mi vida. Y dame la fuerza y el valor para obedecerla siempre. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla

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