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viernes, 24 de mayo de 2013

¿RECONOCEN LOS DEMÁS QUE ANDAS CON CRISTO?



Hechos 4:5-13
“Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús”.

El camaleón es un pequeño animalito que tiene una gran capacidad para cambiar el color de su piel de acuerdo al lugar donde se encuentre. Esto hace que se confunda tanto con el medio ambiente que le rodea, que resulta prácticamente imposible diferenciarlo de sus alrededores. Las personas a menudo también adoptan el “color” de su medio ambiente. Pueden llegar a ser como aquellos con quienes se relacionan, y adoptar sus hábitos y costumbres, ya sean éstas buenas o malas. De ahí el dicho popular, “Dime con quien andas y te diré quien eres”.

En el pasaje de hoy, los líderes religiosos judíos, viendo la manera de actuar y de hablar de Pedro y Juan, observando la firmeza y la autoridad con que defendían ante sus acusadores el acto de haber sanado a un hombre enfermo, tuvieron que reconocer que estos hombres, a pesar de carecer de educación e instrucción, realmente estaban impactando al pueblo de la misma manera que su Maestro lo había hecho. Dice que Pedro, “lleno del Espíritu Santo”, se dirigió a los gobernantes y los ancianos del pueblo exponiéndoles las razones por las que el hombre fue sanado, y a la vez les predicó el evangelio de Jesucristo. Entonces ellos, “viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús”.

Recordemos ahora la ocasión, justo antes de la crucifixión de Jesús, en la que Pedro fue reconocido como uno de los seguidores del Maestro (Mateo 26:69-73). Allí le dijeron: “Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre”. Pero en aquella ocasión, Pedro actuó de manera contraria a la que nos cuenta el pasaje de hoy, pues negó a su Señor. Después de la resurrección de Jesús, su ascensión al cielo, y la manifestación del Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 2), Pedro se convirtió en un hombre totalmente diferente, que no solamente se parecía a su Maestro en su manera de hablar, sino que con sus acciones manifestaba plenamente el carácter de su Señor.

Los discípulos habían llegado a ser como Cristo porque habían pasado mucho tiempo con él, lo habían escuchado enseñar, habían experimentado su amor y su compasión por los necesitados, habían compartido íntimamente con él, y habían seguido su ejemplo. Finalmente, cuando fueron llenos del poder del Espíritu Santo, pudieron ser testigos ejemplares del Señor, tal y como él les prometiera (Hechos 1:8). Nosotros también adoptaremos el carácter de Cristo cuando pasemos tiempo en comunión con él cada día de nuestras vidas, meditando en su Palabra, orando, y poniendo en práctica sus enseñanzas. A medida que el Espíritu Santo vaya tomando control de las diferentes áreas de nuestras vidas, más nos pareceremos a nuestro Señor Jesucristo.

Reflexiona en esta enseñanza y contesta esta pregunta: En tu centro de trabajo, en tu vecindario, en el mercado, dondequiera que te encuentres, ¿reconocen los demás que tú andas con Cristo? ¿O crees que es necesario que hagas algún cambio en tu manera de actuar?

ORACIÓN:
Mi bendito Padre y Señor, te ruego me ayudes a ser un testimonio que glorifique tu nombre, y que, a través de mis actos, todos puedan ver en mí el carácter de tu Hijo Jesucristo. En su santo nombre yo te lo pido, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla




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