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viernes, 5 de abril de 2013

¿DISFRUTAS TÚ EN LA PRESENCIA DE DIOS?



Lucas 10:38-42
“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.

Las iglesias están llenas de hombres y mujeres que están en constante movimiento. Hacen esto, hacen lo otro, sirven en la cocina, enseñan una clase, forman parte de diferentes ministerios. Todo esto es muy bueno, sin embargo muchas veces, guiados por nuestros deseos de hacer algo útil, nos envolvemos en tantas cosas que perdemos de vista lo que debe ser prioridad en la vida del creyente: la comunión con Dios. O sea, estamos tan ocupados en las obras del Señor, que nos olvidamos del Señor de las obras.

El pasaje de hoy nos habla de la actitud de dos hermanas ante la visita que Jesús les hizo en una ocasión. Dice que una de las hermanas, Marta, “se preocupaba con muchos quehaceres.” Podemos imaginarla haciendo muchas cosas a la vez: cocinaba, organizaba, limpiaba lo que estaba sucio, tratando de que todo luciera lo mejor posible. ¡Y con toda razón! ¡Su huésped era nada menos que el Hijo de Dios! ¡Qué enorme privilegio! Sin embargo, la otra hermana, María, se sentó tranquilamente a los pies del Maestro y muy atentamente escuchaba sus palabras. No existía nada que ella deseara más que estar cerca de Jesús, y disfrutar cada momento de su presencia.

Marta estaba tan concentrada haciendo lo que ella estaba segura era lo correcto, que se sintió muy enojada al ver que María no la ayudaba, y se dirigió a Jesús diciéndole: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”. En otras palabras, “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo lo que estoy haciendo, mientras ella no hace nada?” Esta es la manera en que Marta veía las cosas en aquel momento, ella hacía todo lo posible por agradar a Jesús mientras su hermana “no hacía nada”.

La respuesta de Jesús es una profunda enseñanza que nunca debemos olvidar: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas”. Jesús no está reprochando a Marta su deseo de tener la casa limpia, o de preparar la comida. Él simplemente está tratando que ella entienda que se está preocupando demasiado por cosas que realmente no son tan importantes. “Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. No quiere esto decir que la otra parte es mala, sino que ella escogió la mejor. Lo que Marta estaba haciendo no era malo, pero lo que María decidió hacer era mucho mejor. Es decir, María tenía sus prioridades en el orden correcto. Las cosas materiales son temporales, tienen fin. La comunión con el Señor tiene carácter eterno, por eso la “buena parte” que escogió María “no le será quitada”.

En el Sermón del Monte, Jesús enseñó a sus discípulos este concepto. Hablando del afán del ser humano por sus necesidades físicas y materiales, como la comida, la bebida y la ropa, les dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Nada en esta vida deber robar la prioridad a nuestra búsqueda del reino de Dios, al disfrute de la santa presencia del Señor. El ser humano tiene una constante necesidad de paz, de gozo y de felicidad, y trata de encontrarlas en muchos lugares y de muchas maneras diferentes; sin embargo al escribir el Salmo 16, David nos enseña el único lugar donde es posible encontrarlas. Al dirigirse a Dios, le dice: “En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Salmo 16:11).

Separa un tiempo diariamente a orar y leer la Biblia y meditar en lo que lees. Deja todo lo demás a un lado y disfruta tranquilamente la presencia del Señor.

ORACIÓN:
Dios mío, anhelo sentir la paz y el gozo de tu presencia en mi vida. Por favor ayúdame a establecer mis prioridades de manera que cada día yo ponga en primer lugar pasar un tiempo de comunión a solas contigo. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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