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lunes, 18 de marzo de 2013

¿PUEDES SER UN “BUEN” CRISTIANO Y NO IR A LA IGLESIA?



Ahora, yo sé que hay algunos que dicen: "bien, yo espero haberme entregado al Señor, pero no pretendo entregarme a ninguna iglesia, porque ..." Ahora, ¿por qué no? "Porque puedo ser un cristiano sin ella." ¿Estás muy convencido de eso? ¿Puedes ser tan buen cristiano desobedeciendo los mandamientos de tu Señor, como si fueras obediente a ellos? Bien, supón que todos los demás hicieran lo mismo; supón que todos los cristianos del mundo dijeran: "yo no me uniré a la Iglesia". Entonces no habría una Iglesia visible; no habría ordenanzas. Eso sería algo muy malo, y, sin embargo, si uno lo hiciera -lo que es correcto para uno es correcto para todos- ¿por qué no habríamos de hacerlo todos los demás? Entonces ¿tú crees que si fueras a hacer un acto que tiene la tendencia a destruir a la Iglesia visible de Dios, serías tan buen cristiano como si hicieras lo más que pudieras para edificar esa Iglesia? ¡Yo no lo creo, amigo! Ni tú tampoco. Tú no crees tal cosa; se trata sólo de una excusa engañosa para esconder algo más.

Allí está un ladrillo, y es uno muy bueno. ¿Para qué está hecho ese ladrillo? Para ayudar a construir una casa con él. No tiene caso que ese ladrillo te diga que es tan buen ladrillo mientras esté tirado en el suelo como si estuviese en la casa. Es un ladrillo que no sirve para nada; no sirve mientras no sea colocado en la pared. De igual manera ustedes, cristianos vagabundos, yo no creo que ustedes estén cumpliendo su propósito; están viviendo contrariamente a la vida que Cristo quiere que vivan, y han de ser culpados en gran manera por el daño que hacen.

"¡Oh!", -dice uno- "aunque espero que amo al Señor, si yo fuera a unirme a la Iglesia, sentiría que es una gran atadura para mí". Es justo lo que deberías sentir. ¿No deberías sentir que estás ligado a la santidad ahora, y ligado a Cristo ahora? ¡Oh, esas benditas ataduras! Si hay algo que me pudiera hacer sentir más ligado a la santidad de lo que estoy, me gustaría sentir ese grillete, pues sentirse ligado a la santidad no es otra cosa que libertad, y rectitud, y solicitud de vida.

"¡Oh!", -dice otro- "si yo me uniera a la Iglesia, me temo que no sería capaz de persistir." Tú esperas persistir, supongo, fuera de la Iglesia; es decir, ¡te sientes más seguro desobedeciendo a Cristo que obedeciéndole! ¡Qué extraño sentimiento es ese! ¡Oh!, sería mejor que fueras y dijeras: "mi Señor, yo sé que tus santos deben estar unidos en la comunión de la iglesia, pues las iglesias fueron instituidas por Tus apóstoles: y yo confío que tengo gracia para cumplir con esa obligación: no tengo ninguna fuerza propia, Señor mío, pero mi fuerza radica en apoyarme en Ti: iré donde Tu me guíes, y todo lo demás lo dejaré en Tus manos".

"¡Ah!, pero", -dice otro- "yo no puedo unirme a la Iglesia; es tan imperfecta". ¡Entonces, tú eres perfecto, por supuesto! Si es así, te aconsejo que te vayas al cielo, y te unas allá a la Iglesia, pues ciertamente no eres idóneo para unirte a ella en la tierra, y estarías fuera de tu lugar.

"Sí", -dice otro- "pero veo que los cristianos tiene muchas cosas malas". ¡No hay nada malo en ti mismo, supongo! Yo sólo puedo decir, hermanos míos, que si la Iglesia de Dios no es mejor de lo que yo soy, lo siento. Cuando yo me uní a la Iglesia, sentía que iba a recibir mucho más bien del que yo podría aportarle, y con todas las fallas que he visto al vivir estos veinte años o más en la Iglesia cristiana, puedo decirles, como hombre honesto, que los miembros de la Iglesia son los excelentes de la tierra, en quienes está todo mi deleite, aunque no sean perfectos, y más bien estén a gran distancia de serlo. Si fuera del cielo, hubiera de encontrarse a alguien que viva realmente cerca de Dios, son los miembros de la Iglesia de Cristo.

"¡Ah!", -dice otro- "pero hay muchos hipócritas". Tú mismo eres muy cabal y sincero, supongo. Confío que lo seas, pero entonces, deberías venir y unirte a la Iglesia, para aumentar su integridad por medio de la tuya. 

Estoy seguro, mis queridos amigos, de que ninguno de ustedes cerraría su tienda mañana por la mañana, o rehusaría aceptar cualquier moneda de oro cuando algún cliente les fuera a pagar, sólo porque hubiere algunos falsificadores que estuvieran pagando con monedas de oro falsas. No, ustedes no lo harían, y no creen en la teoría de ciertas personas, de que debido a que algunos cristianos profesantes son hipócritas, entonces todos lo son, pues eso sería como si dijeras que, porque algunas monedas de oro son falsas, entonces todas las monedas de oro son falsas, lo que sería claramente un error, pues si todas las monedas de oro fueran falsas, no sería negocio para el falsificador presentar sus monedas falsificadas: las monedas falsas son de valor sólo cuando la cantidad de buen metal sobrepasa al malo. Hay todavía una muy buena cantidad de respetables cristianos de oro en el mundo e incluso todavía en la Iglesia, y puedes estar seguro de ello.

"Bien", -dice alguien- "yo no creo, -aunque espero ser un siervo de Dios- que pueda unirme a la Iglesia; verás, es muy despreciada". ¡Oh, qué bendito desprecio es ese! Yo en verdad creo, hermanos, que no hay honor en el mundo que se equipare al de ser despreciado por lo que se da en llamar "Sociedad" en este país. La mayoría de la gente es esclava de lo que llaman "Respetabilidad". ¡Respetabilidad! Cuando un hombre se pone el día domingo un abrigo que ha comprado con su dinero; cuando adora a Dios por la noche o durante el día, ya sea que los hombres lo vean o no: cuando es un hombre honesto e íntegro -no me importa cuán bajos sean sus ingresos- él es un hombre respetable, y no debe doblegar su cuello ante la idea de Sociedad o de su respetabilidad artificial.

Estos diversos tipos de farsantes, pues no son otra cosa, impiden que muchos se unan a la Iglesia cristiana, porque tienen miedo de ser despreciados por la gente respetable de la Sociedad. [...] Es terrible que tan pronto como algunas personas se elevan en su posición social, renuncian a la Iglesia a la que se entregaron cuando se consagraron al Señor. El día llegará cuando los cristianos más pobres serán exaltados por encima de los nobles más altivos que no temieron al Señor; cuando Dios tome de las miserables viviendas y casuchas del mundo, una nobleza de una raza imperial que hará sonrojar a todos los reyes y príncipes del mundo. Y a estos los pondrá por encima de los serafines, mientras otros serán echados de Su presencia.

Yo le digo a cualquiera de ustedes, que no quiera unirse a la Iglesia porque hacerlo rebajaría su respetabilidad: tampoco yo te pido que te unas a ella, ni Cristo tampoco te lo pide: si la Sociedad y la Respetabilidad son los dioses que adoras, acude a tus dioses miserables y adóralos, pero Dios lo requerirá de tus manos en el día de las cuentas. No hay nada mejor que el servicio de Cristo.

En lo que a mí respecta y si el servicio de Cristo lo requiriera, acepto ser despreciado, ser señalado, ser abucheado en las calles, ser llamado con todo tipo de apodos, y prefiero eso a todas las estrellas de las órdenes de caballería y dignidades de la nobleza, pues este es el verdadero honor del cristiano cuando sirve verdaderamente a su Señor.

Viene el día en el que el Señor hará una división entre aquellos que lo aman y aquellos que no lo aman, y cada día se está alistando para esa última división. Ahora mismo esa división está siendo realizada; en la predicación del Evangelio se está implementando. Que cada hombre tome su posición, y se haga la pregunta: ¿estás con Cristo o con Belial? ¿Estás con Dios, con Cristo, con la sangre preciosa, o todavía estás al nivel de los placeres pecaminosos y sus deleites? Como tendrás que responder por ello cuando los cielos estén ardiendo, y la tierra se tambalee, y la trompeta del juicio te convoque delante del gran trono blanco, ¡entonces da cuenta de ello ahora!

“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina
(Charles Haddon Spurgeon)

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