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martes, 12 de marzo de 2013

EL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD


1 Tesalonicenses 2:3-5
”Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo”.

Los siervos de Dios, llámense como se llamen o como tu quieras llamarlos, son mayordomos por designación divina a quienes se les “confía el evangelio”. Este es un gran privilegio; pero al mismo tiempo, una responsabilidad solemne. “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (2 Corintios 4:2). Esta fidelidad implica por lo menos tres elementos que deben ser los correctos: El mensaje (nuestra exhortación no procedió de error), el motivo (ni de impureza) y el método (ni fue por engaño). El mensaje debe ser el correcto y este mensaje es el evangelio de Jesucristo, el evangelio de la gracia de Dios. Existe un sólo evangelio y éste se centra en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo Jesús. El evangelio (buenas nuevas) es “que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las escrituras” (1 Corintios 15:3-4). Los pecadores que se arrepienten y confían en Jesucristo son perdonados y Dios les concede el Don de la vida eterna (véase 1 Juan 5:10-13). Dios es tan celoso respecto a su mensaje que El mismo declara “anatema” a cualquiera que predica “otro evangelio” (véase Gálatas 1:6-9). Los que cambian su mensaje añadiéndole, quitándole o pervirtiéndolo, son maestros falsos que le son infieles al Señor y están en peligro de recibir su castigo. Su mensaje proviene “del error”.

El evangelio de la prosperidad de nuestros días está perfectamente acomodado a una sociedad como la nuestra que idolatra la salud, la riqueza y la felicidad. Las personas que predican este evangelio rebuscan por aquí y allí en el antiguo testamento, para extraer sus versículos comprobatorios; pero rechazan a sabiendas “todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27).

El “evangelio de la prosperidad” es un mensaje para la gente que busca una “solución rápida” para sus vidas; pero no un cambio permanente en su carácter. Pareciera ser que hay demasiados cristianos que desean disfrutar la sensación de sentirse bien; pero no están dispuestos a sufrir los inconvenientes de seguir el bien. ¿Porqué se preocupa tanto Dios porque prediquemos el mensaje correcto?. Porque Dios exige integridad y el evangelio falso la destruye.

En primer lugar, el mensaje del evangelio se relaciona vitalmente con la naturaleza misma de Dios. Jesús no se limita a salvar, Él es el salvador. Cuando cambiamos el mensaje de Dios, cambiamos al Dios del mensaje. El “dios” de los predicadores de la “prosperidad”, no es el Dios de la Biblia o el Dios de la Iglesia histórica. El evangelio “pop” de la “prosperidad trata de hacernos creer que la mayor preocupación de Dios es hacernos felices, no santificarnos y que se preocupa más por nuestro bienestar físico y material que por el moral y espiritual. El “dios de la prosperidad” es un mensajero celestial cuya única responsabilidad es responder a todos nuestros llamados y asegurarse de que estemos gozando de la vida. Cuando escucho a estos predicadores hay varias preguntas que vienen a mi mente. De acuerdo con su teología, ¿dónde está el Dios de Abraham, a quien se le pidió que sacrificara a su único hijo? ¿Dónde está el Dios de Isaac, que estuvo dispuesto a colocarse en el altar? ¿Dónde está el Dios de Jacob, cuyos hijos le causaron dolor y vergüenza? ¿Dónde está el Dios de Moisés, a quien le fue prohibido entrar a la tierra prometida por haberle robado la gloria a Dios? ¿Dónde está el Dios de los apóstoles que fueron arrestados, azotados, martirizados y muertos porque seguían predicando a Jesús? ¿Dónde está el Dios de nuestro Señor Jesucristo quien sufrió como nadie ha sufrido jamás: “Herido de Dios y abatido” (Isaías 53:4). No encuentro a ese Dios en sus predicaciones. ¿Por qué? Porque no se adapta bien a su mensaje. Predican un evangelio sin integridad, un mensaje incompleto, divorciado del mismísimo Dios que afirman representar. Un evangelio parcial no es evangelio, ya que no puede haber buenas nuevas cuando Dios mismo queda excluido de ellas. Nuestra tarea no es decirle a la gente lo que desea escuchar, nuestra tarea es darles lo que necesitan del evangelio tratando de lograr que lo deseen.

El mensaje de la “prosperidad” aconseja al creyente de la actualidad a no pronunciar nunca palabras que signifiquen dolor, enfermedad, fracaso. Ya estuve en  un lugar donde el predicador les pidió a sus oyentes que repitieran en voz alta: “Todo lo que toco prosperará. No puedo fracasar. Nada de lo que toco fracasará. Todo lo que toco tendrá éxito. No sé lo que es el fracaso”. Otros ofrecen buena cosecha y abundante, si antes siembras en sus manos dinero. Otros te ofrecen un 4x4 si es que eres capaz de regalar tu viejo peugeut. Otros te ofrecen que pares de sufrir si compras esto u otra cosa. Otros te ofrecen que sanarás, que encontrarás trabajo, que volverás a unirte al ser amado, etc., etc. Al escuchar tales tonterías, uno comienza a preguntarse si realmente tenemos una traducción correcta de la palabra de Dios. Ciertamente no hay nada de eso en mi Biblia. Si resolvemos poner a Dios en servidumbre con respecto a todos nuestros caprichos, se convierte entonces en nada más que despensero bajo nuestras órdenes. ¿Y qué ocurre entonces si mi plan fracasa? Bien, evidentemente debe ser culpa de Dios. Si no me da exactamente lo que le pido, Él debe de haber fracasado en algún punto.

El evangelio de la “prosperidad” no sólo presenta una imagen distorsionada de Dios, sino que pervierte la doctrina bíblica de la persona y la obra de Jesucristo. Dios tiene el derecho de entablarle juicio a todos aquellos que predican el evangelio falso, porque el mensaje del evangelio le costó a Él su propio hijo. Jesús derramó su sangre para satisfacer la santa ley de Dios para que los pecadores perdidos pudiéramos alcanzar el perdón y reconciliarnos con Dios. El transformar el Calvario en una tarjeta de crédito santificada que nos da el privilegio de lanzarnos en una carrera hedonista es abaratar la obra que más le costó a Dios.

Los predicadores de la “prosperidad” no consideran que la conformidad con Cristo es la meta de la vida cristiana. Es muy probable que se sientan avergonzados cuando se enfrentan al hecho de que, de acuerdo con su mensaje, Jesús no fue un hombre de “prosperidad”. No era rico y pasó su vida identificándose con los pobres y marginados. Era “un varón de dolores y experimentado en quebrantos” (Isaías 53:3), no una celebridad que disfrutara una vida de extravagancias. Quizás me equivoque, pero creo que si Jesús estuviera en la tierra hoy día, condenaría los estilos de vida ostentosos y llamativos de estos predicadores de la “prosperidad” y sus discípulos. Cristo repudia el evangelio de la “prosperidad” con su vida, ministerio, enseñanzas y sobre todo con su muerte.

Los predicadores de la “prosperidad” nos presentan una imagen distorsionada de Dios, el Salvador, la fe Cristiana y también de la Iglesia. De acuerdo con ellos, la Iglesia de Jesucristo es una reunión de personas felices que disfrutan la vida. De acuerdo con mi Biblia, la Iglesia es la reunión de personas quebrantadas que buscan la santidad ante Dios y ser ayuda para un mundo necesitado. Sí, debe haber alegría y gozo cuando se congrega a adorar, pero también se deben compartir las cargas, limpiar las heridas y sanar los corazones quebrantados. No obstante, de acuerdo con el evangelio de la “prosperidad”, ¡Los cristianos no deben padecer en absoluto!

Tenemos momentos de felicidad; pero esta no es nuestra meta suprema. Nuestros objetivos son la santidad y el servicio; la felicidad es apenas una “añadidura”.

Cuando la Iglesia predica el mensaje incorrecto, causa división y el ministerio pierde su integridad. No podemos divorciar nuestro mensaje de la naturaleza de Dios, lo que Él hizo en el calvario, lo que está haciendo hoy día en el mundo y lo que hará en el futuro. Sin embargo, eso es justamente lo que han logrado los voceadores de la “prosperidad”. Una vez que alguien se fabrica su propio evangelio, no pasará mucho tiempo antes que comience a practicarlo y entonces comienza a perder su integridad

La verdad triunfará siempre, y la verdad es que estamos aquí en este mundo para el deleite de Dios y que Él no está aquí para nuestro deleite. Es el glorioso plan de Dios el que saldrá finalmente victorioso y no el del hombre.

“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina

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