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jueves, 7 de febrero de 2013

¿PUEDES COMPRENDER LA NATURALEZA DE DIOS?



Juan 14:1-11
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras”.

Al tratar de comprender la extraordinaria naturaleza de nuestro Dios, nos encontramos con nuestra incapacidad de entender algo que va mucho más allá de nuestra limitada mente humana. Podemos usar analogías que nos permitan ver a Dios de una manera más “humana” y por lo tanto más fácil de alcanzar para nosotros. Por ejemplo, podríamos llamar a Dios “nuestro fiel pastor”. David, en su experiencia como pastor de ovejas expresó su inspiración de esta manera al escribir el Salmo 23: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. Podríamos tratar de ver a Dios como un rey sabio y justo, un padre amoroso, un amigo digno de confianza, y de muchas otras maneras similares. Pero aunque todas estas analogías describen alguna característica de nuestro Padre celestial, lo cierto es que son completamente inadecuadas para definir su grandeza.

En un intento de expresar lo indescriptible, un hombre de negocios cristiano mantenía la siguiente expresión escrita en una placa sobre su escritorio: “¡Qué grande debe ser el Dios que necesitamos! ¡Porque él es siempre mayor que nuestra mayor necesidad!” Un gran siervo de Dios captó la misma verdad de una manera diferente. Él escribió: “Muéstrame un gusano que pueda comprender al hombre, y yo te mostraré un hombre que puede comprender a Dios”. Y en el Salmo 145:3, David, refiriéndose a Dios, dijo: “Su grandeza es inescrutable.”

Es por eso que es tan difícil siquiera imaginarnos a nuestro Creador, mucho más difícil conocerlo. Sin embargo, el pasaje de hoy nos enseña que nuestro infinito e inescrutable Dios se ha revelado a sí mismo en su Hijo Jesucristo, quien se hizo hombre para que pudiésemos tener una relación con él. En el pasaje de hoy, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais”. Y más adelante les dice: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.

Jesús ya no está físicamente entre nosotros, pero cuando él ascendió al cielo a ocupar su trono junto al Padre, en su lugar vino el Espíritu Santo conforme a la declaración del Señor a sus discípulos en Juan 14:26: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Cuando buscamos el rostro del Señor en oración, y leemos su palabra y meditamos en ella, el Espíritu Santo nos enseña, nos recuerda las palabras de Jesús y nos capacita para conocerlo en el espíritu. Cuando hacemos de este encuentro una práctica diaria, iremos estableciendo una comunión íntima con Jesús, la cual nos llevará a un conocimiento profundo de nuestro Salvador, disfrutaremos la vida en abundancia que él vino a traernos y seremos capaces de entender la “inescrutable grandeza” de Dios. Así dijo Jesús en Juan 17:3: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.

ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, gracias te doy por revelarte tal y como eres por medio de tu Hijo Jesucristo. Ayúdame a conocerlo a él íntimamente para conocerte a ti. Permite que tu Santo Espíritu me enseñe lo más profundo de tu Santa Palabra, y que yo pueda disfrutar plenamente la manifestación de tu gloria en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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