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sábado, 12 de enero de 2013

¿ESTÁS TÚ ESPERANDO EN EL SEÑOR?



Salmo 62:1-8
“En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. El solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré mucho. ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre, Tratando todos vosotros de aplastarle como pared desplomada y como cerca derribada? Solamente consultan para arrojarle de su grandeza. Aman la mentira; con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón. Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio”.

El ser humano es, por naturaleza, muy impaciente; especialmente en momentos de prueba y dificultad. Todo lo queremos resuelto inmediatamente, por lo tanto instintivamente rechazamos todo lo que esté relacionado con “esperar”. Pero esto es precisamente lo que nos dice el pasaje de hoy: “Esperad en él en todo tiempo”. Aun deseando seguir estas instrucciones de la Palabra de Dios, hay ocasiones en las que nos resulta prácticamente imposible luchar contra nuestros instintos y mantenernos inmóviles en medio de una tormenta, en lugar de actuar por nuestros propios medios. David tuvo que aprender a esperar en el Señor. Mientras su enemigo, el rey Saúl, lo buscaba para matarlo, David esperó durante casi quince años ocultándose en cavernas y muchas veces viviendo a la intemperie. Así, en medio de estas difíciles condiciones, él escribió el Salmo 62 del cual es parte el pasaje de hoy. Después de tantos siglos transcurridos, hoy nos lo muestra la Biblia como una instrucción maravillosa para nosotros.

En medio de tu problema, ¿esperas en el Señor, o actúas rápidamente con el fin de aliviar la presión? No importa cuan fuerte sea tu tormenta o cuan profunda sea tu aflicción, Dios está en control, y todo lo que él espera de ti es que seas paciente y esperes en él. En este Salmo 62, David muestra una actitud de espera en silencio pero en total confianza en su Dios. Dice el v.1: “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación”. Pasaron los años, y Dios dirigió a David a través de aquellos tiempos tormentosos hasta un final feliz. Siendo un anciano, David escribió el Salmo 37, en el cual resume sus experiencias. “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará”, dice el v.4. Y el v.7 dice: “Guarda silencio ante el Señor, y espera en él”.

Ciertamente no es fácil guardar silencio y esperar cuando estamos en medio de una prueba. Cuando la ansiedad o la desesperación nos envuelven, probablemente no queremos escuchar a nadie diciéndonos: “Ora”. Quizás nos parezca demasiado sencillo, y a veces hasta puede parecernos que no son sensibles a nuestro dolor. Sin embargo esto es exactamente lo que tenemos que hacer: orar y esperar confiadamente la respuesta de Dios. Cuando lo hacemos, sentimos su paz confortándonos. El apóstol Pablo fue otro siervo de Dios que experimentó pruebas muy duras en su vida. Y producto de su experiencia, estando preso en una cárcel romana, esperando ser ejecutado en cualquier momento, pudo escribir en su carta a los filipenses lo siguiente: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).

Esta seguridad, esta absoluta confianza en Dios sólo puede resultar de una íntima comunión con el Señor. Buscar su rostro en oración debe ser nuestra prioridad cada día de nuestras vidas. No una o dos veces a la semana, sino diariamente pasar un tiempo a solas con Dios. No a la carrera, sino tranquilamente meditando en su Palabra y orando en el Espíritu en busca de esa profunda paz que sólo nuestro Padre celestial puede darnos.

ORACIÓN:
Mi Padre amado, te ruego me des la fuerza para esperar en ti, aun cuando las circunstancias me ordenen a gritos que me apresure a actuar. Lléname de tu Espíritu para sentir esa paz inefable que sobrepasa todo entendimiento, aun en medio de situaciones terribles. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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