Juan 8:12.
“Jesús dijo: Yo soy la luz del
mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida”.
Juan 7:46
“¡Jamás hombre alguno ha hablado
como este hombre!”.
«Estaba en Colombo, en Sri Lanka.
Allí me encontré con dos ex monjes budistas que habían vivido mucho tiempo con
la cabeza rapada y vestidos con unas largas túnicas anaranjadas. En el
monasterio recibieron un Nuevo Testamento y se pusieron a estudiarlo.
Rápidamente se sintieron atraídos por la persona de Jesús y quedaron
impresionados por la autoridad que emana de sus enseñanzas.
Convencidos de que la autoridad
de Jesús está ligada a su naturaleza divina, a su identidad de Hijo de Dios, lo
recibieron en sus corazones como su Salvador. Prosiguieron su lectura para ver
cómo deben conducirse los discípulos de Jesús. Estudiando los Hechos de los
apóstoles llegaron a la conclusión de que debían bautizarse. Ahora esos dos
hombres visitan a los monjes budistas para ayudarles a descubrir la persona y
las enseñanzas de Jesús, el Maestro vivo».
Cuando Jesús enseñaba, sus
auditores sabían que sus lecciones sobrepasaban infinitamente el razonamiento
humano, porque venían de Dios. Hoy Jesús continúa hablando y enseñando por
medio de la Biblia.
Debemos seguirle, pues conduce a la “luz de la vida”. En
ningún momento de nuestra vida podemos prescindir de su enseñanza. Sin él no
podemos disfrutar lo más importante de la vida, es decir, el perdón de los
pecados y una relación con Dios como Padre. Escuchemos cada día a Jesús, para
que nos enseñe a vivir y a servirle.
“Gracia y Paz”