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sábado, 13 de octubre de 2012

MUCHO CUIDADO CON LA MURMURACIÓN


Filipenses 2:14-15
“Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.”

Las murmuraciones, los rumores, los chismes son actitudes del comportamiento humano cuyas consecuencias son mayormente ignoradas al momento de iniciarse. La mayoría de las personas no ven nada malo en hacer un comentario negativo sobre alguien con una persona “de confianza”. Sin embargo, muchas veces esa “observación”, aparentemente sin importancia, continúa pasando de boca en boca, haciéndose cada vez mayor y más negativa, resultando en la destrucción moral de esa persona y causando divisiones y contiendas entre amistades o familiares o hermanos en la iglesia.

En su carta a los cristianos de Filipos, el apóstol Pablo los insta a mantener el espíritu de unidad entre ellos y a ser humildes, y a servir siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo. En el pasaje de hoy, Pablo los exhorta a mantenerse irreprensibles, es decir intachables, y con ese fin les dice: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas.” La murmuración no proviene de Dios, todo lo contrario, es un arma que utiliza el enemigo para crear división y pleitos. Donde está el Espíritu de Dios no hay murmuración, ni chismes, ni peleas; lo que predomina es el amor y la unidad. Cuando el Espíritu Santo se manifestó por primera vez en Pentecostés (Hechos capítulo 2), dice la Biblia que los discípulos perseveraban en oración y “estaban todos unánimes juntos.”

Una actitud completamente diferente vemos cuando los israelitas fueron liberados de la esclavitud en Egipto. Mientras cruzaban el desierto con rumbo a la tierra prometida se les terminó la comida, e inmediatamente comenzaron a murmurar contra Moisés y Aarón, y a quejarse recordando las ollas de carne y el pan que comían “hasta saciase” en Egipto. (Éxodo 16:1-3). Entonces Dios les prometió que les enviaría pan del cielo para su diario sustento. Al principio, todos estuvieron muy contentos, pero después de un tiempo se cansaron de comer lo mismo día tras día, y de nuevo comenzaron a murmurar. Y Moisés les advirtió: “Jehová ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová.” (v.8). Pero los israelitas persistieron en la murmuración y la contienda, y tuvieron que sufrir las consecuencias de sus acciones, pues la mayoría de ellos no pudo disfrutar de la tierra prometida. Así declaró el Señor en Números 14:29: “En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí.”

Una pequeña historia cuenta que el joven discípulo de un filósofo muy sabio llega a su casa y le dice:
-- Maestro, un amigo me estuvo diciendo algunas cosas muy malas de ti.
-- ¿Hiciste pasar por los tres filtros lo que te dijeron? – le dijo el filósofo.
-- ¿Los tres filtros? -- preguntó el discípulo.
-- Sí. El primer filtro es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que te dijeron es absolutamente cierto?
-- No. No estoy seguro.
-- Bueno, al menos puedes hacerlo pasar por el segundo filtro, que es la bondad. Eso que te dijeron, ¿es bueno para alguien?
-- No, en realidad no. Al contrario.
-- ¡Ah, vaya! El último filtro es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que te dijeron?
-- A decir verdad, no.
-- Entonces -- dijo el sabio sonriendo -- si no es verdad, ni es bueno, ni es necesario, lo mejor que haces es olvidarlo, y no volverlo a mencionar jamás.

Quizás podamos hacer uso del consejo de este sabio, y hacernos el hábito de pasar por “los tres filtros” toda murmuración o comentario que llegue a nuestros oídos. Pidamos al Señor que nos de sabiduría y discernimiento espiritual para identificar todo aquello que no proviene de él y rechazarlo inmediatamente, y así poder “resplandecer como luminares en el mundo”, como dice el pasaje de hoy.

ORACIÓN:
Amante Padre celestial, te pido me des sabiduría y discernimiento espiritual para reconocer cuando alguien está siendo usado por el enemigo para crear discordia en tu pueblo o entre mis amistades o familiares, y dame el valor para rechazarlo y dar un testimonio que glorifique tu nombre. Por Cristo Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

PALACIO DEL MAÍZ


Marcos 4:4
“Y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron”.

Todos los años, el Palacio del Maíz, en Mitchell, Estados Unidos, exhibe hermosos murales: aves volando, carruajes Conestoga camino al Oeste, tipis de los aborígenes norteamericanos y escenas rurales. No obstante, esos murales tienen una particularidad: están hechos de maíz, semillas y hierbas. Los que se exhiben al aire libre se reemplazan cada año; en parte, porque las aves hambrientas los comen.

Jesús relató una parábola sobre las aves y las semillas: «¡Oíd! He aquí, el sembrador salió a sembrar; y aconteció que al sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron» (Marcos 4:3-4). Otra semilla cayó en suelo rocoso y con espinas, y se secó (vv. 5-7), pero una parte cayó en terreno fértil y dio abundante fruto (v. 8).

Jesús explicó que, cuando las personas que están junto al camino oyen la Palabra de Dios, «en seguida viene Satanás y quita la palabra que se sembró en sus corazones» (v. 15). El diablo odia el evangelio y trata de impedir que la gente crea la buena noticia. A menudo, insta sutilmente a los oyentes para que pospongan una decisión u olviden lo que oyeron. Para contrarrestar esto, cuando testificamos, debemos orar al Señor de la cosecha y pedirle que haga que su Palabra se arraigue en los corazones receptivos.

Nosotros plantamos la semilla y Dios produce la cosecha.

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LEA: Marcos 4:1-20

Biblia en un año: Mateo 1–4
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario

LA CARGA DEL PECADO


Romanos 5:12-21
Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”.

Las cargas que llevamos vienen en todas formas, tamaños y variedades. Muchas son pesadas, pero hay una carga que es aun más pesada, y que se remonta al huerto del Edén.

Desde que Adán y Eva comieron la fruta prohibida (Génesis 3:6), todas las personas han nacido con un corazón pecaminoso. El pecado y la santidad no pueden mezclarse. Por tanto, en nuestro estado natural, ninguno de nosotros es capaz de tener comunión con Dios.
Peor aun, seguimos haciendo lo malo. La Biblia dice que cada uno de nosotros se ha desviado, como una oveja descarriada de su pastor (Isaías 53:6). Así que, por sí misma, ninguna persona tiene acceso a Dios. Y no hay nada que nosotros, como seres humanos caídos, podamos hacer para enmendar la situación. Esta es la carga más pesada.

Pero nuestro Creador nos amó tanto, que envió a su propio Hijo para vivir una vida perfecta en la Tierra. Jesús merecía tener la comunión con el Padre, pero tomó nuestro pecado y castigo, muriendo en la cruz en lugar nuestro. Pero venció la muerte al levantarse de la tumba a la vida.

Su expiación por nuestros pecados es un regalo que está disponible para todo aquel que cree. Él desea que nos veamos libres de la carga de pecado que hay en nuestros corazones. Solo entonces experimentaremos la vida y la libertad verdaderas.

¿Ha recibido usted el regalo de la salvación de Dios? Jesús le ama tanto, que dio su vida para tener una relación con usted. Si pone su fe en Él y acepta su muerte como la expiación inmerecida por su pecado, Él le perdonará todas sus faltas y le acogerá en la senda de la verdadera vida.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

SI SUFRIMOS CON ÉL, TAMBIÉN REINAREMOS CON ÉL


2 Timoteo 2:12
“Si sufrimos, también reinaremos con él: si negáremos, él también nos negará”.

Jesús nos dice de antemano el recogimiento que podemos esperar del mundo en Juan 15:18-20. “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No es el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán: si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. La mala recepción que recibimos del mundo se manifiesta en varias maneras. Tal vez hablarán mal de ti, o no les gusta tu presencia, o tal vez vas a sufrir una forma de persecución aún mas extremo. Pero de una cosa podemos estar seguros; La enemistad que clavó a Cristo a la cruz es tan fuerte hoy como en aquel día, pero tenemos esta promesa gloriosa; “Si sufrimos con Él, también reinaremos con Él”. “Porque lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria” 2 Corintios 4:17. “También reinaremos con Él” Amén.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día