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sábado, 29 de diciembre de 2012

EL ANHELO DE CONOCER A CRISTO



Filipenses 3:3-11
“Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”.

Muchas personas conocen los hechos fundamentales de la vida del Señor, pero pocas lo conocen personalmente. Están tan ocupados con sus actividades y sus intereses, que rara vez piensan en Jesús hasta que surge una situación desesperante.

Pero aquellas que conocen al Señor estrechamente, lo hacen su prioridad absoluta, y todas las posesiones, logros, o intereses carecen de valor cuando se comparan con el hecho de conocerlo. Considere los resultados de hacer de Cristo lo más importante en su vida (Filipenses 3:8-10):

Un hambre cada vez mayor: “para ganar a Cristo”. Aunque Pablo tenía una relación admirable con el Señor, su mayor deseo era conocerlo más.

Una vida cambiada: “la justicia que es de Dios”. Cuanto más conozcamos a Cristo, más exhibiremos su justicia.

Una mayor competencia: “el poder de su resurrección”. El poder del Espíritu fluye a través de quienes se relacionan estrechamente con el Señor Jesús.

Una nueva perspectiva: “la participación de sus padecimientos”. Cuando entendemos a Cristo, vemos sus bendiciones por medio de nuestro sufrimiento.

Una vida victoriosa: “llegando a ser semejante a él en su muerte”. El verdadero creyente, se consideran a sí mismo muerto a los pecados que una vez dominaron su vida.

¿Anhelas conocer a Cristo, o es tu relación con Él superficial? Los creyentes no debemos permitir que los placeres, los problemas y las responsabilidades de este mundo nos roben el tesoro de conocer a Cristo. Es hora de contar todo como pérdida, y de seguir adelante con Cristo.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

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