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miércoles, 26 de diciembre de 2012

¿CREES TÚ QUE DIOS TIENE FAVORITOS?



Salmo 5:11-12
“Pero alégrense todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre. Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; como con un escudo lo rodearás de tu favor”.

¿Alguna vez has pensado que Dios tiene favoritos? Algunas historias en la Biblia pueden dar esa impresión. Veamos por ejemplo a María; cuando el ángel Gabriel la vio, le dijo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo” (Lucas 1:28). Otro ejemplo es Moisés. Dios solía hablar con él “cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (Exodo 33:11). Y por supuesto también está Samuel, el cual “creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras” (1 Samuel 3:19). ¿Acaso no es esto favoritismo? En realidad no lo es, aunque pueda parecerlo. En su soberanía, Dios puede dar o quitar su favor conforme a su voluntad, pero esto no sucede arbitrariamente. Lo cierto es que el favor de Dios está disponible para todos. Entonces, ¿quienes obtienen el favor de Dios?

El pasaje de hoy expresa con toda claridad las características de aquellos que reciben las bendiciones y el favor de Dios. En primer lugar confían en el Señor, también aman su nombre y son justos. Justo es aquel que vive según la ley de Dios, cuyas acciones están de acuerdo al corazón del Señor. A estos Dios los defiende y los rodea de su favor, dice el salmista. Y esto tiene toda la lógica del mundo.

Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios constantemente invita a todos a venir a él en busca de su favor, pero él no fuerza a nadie a aceptar su invitación. Aquellos que se acercan a él serán bendecidos. Los que se alejan de él no podrán recibir su bendición. Por ejemplo, en Éxodo 19:5 Dios se dirige al pueblo de Israel por medio de Moisés, y les dice: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra”. Este es un precioso ofrecimiento lleno del amor de Dios, pero aquel pueblo rebelde prefirió tomar sus propios caminos en lugar de seguir la dirección indicada por el Señor. Varios siglos después, Dios se dirige a este pueblo de nuevo, esta vez cautivos en Babilonia, y les dice: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar. Fuera como la arena tu descendencia, y los renuevos de tus entrañas como los granos de arena; nunca su nombre sería cortado, ni raído de mi presencia” (Isaías 48:18-19). Si le hubieran obedecido, hubieran disfrutado de la paz y el amor de Dios y hubieran sido colmados de muchas bendiciones. Pero no lo hicieron.

Muchos siglos después, Jesús también hizo una invitación a aquel pueblo judío para que viniesen a él, y él les daría paz y descanso para el alma. Dijo el Señor: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Y asimismo más tarde se lamentaba del rechazo de que fue objeto: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37). De nuevo el llamado de amor de parte de Dios. Una vez más el rechazo de parte del hombre.

El concepto de aquel pacto original con su pueblo aún está vigente en la mente de Dios, y ahora podemos verlo realizado en nosotros a través del nuevo pacto, la sangre preciosa de Cristo derramada en la cruz del Calvario. El favor de Dios, su misericordia y su infinito amor son para todos aquellos que eligen buscar su presencia y obedecer sus mandamientos. En el Salmo 25:14 encontramos que "la comunión íntima del Señor es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto". Y el Salmo 37:4 declara: "Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón".

¿Quieres estar entre los “favoritos de Dios”? La palabra de Dios es clara y precisa. Busca su rostro cada día en oración, escudriña su palabra, obedece sus instrucciones, y su favor será contigo siempre.

ORACIÓN:
Padre santo, gracias por tu palabra, la cual nos enseña las pautas a seguir para acercarnos a ti y disfrutar de tus bendiciones. Te ruego que me ayudes a ser constante en mi tiempo de oración y comunión contigo, y que yo pueda deleitarme en tu santa presencia cada día de mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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